Capítulo 2

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Un gritó agudo taladró mis oídos, arrastrándome a la conciencia

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Un gritó agudo taladró mis oídos, arrastrándome a la conciencia.
Abrí pesadamente los ojos, que ardieron como sí tuviera miles de astillas clavadas en ellos.

La luz rojiza que salía de la chimenea iluminaba la cabaña de manera precaria. Vi la silueta de una mujer, quien revolvía algo en un pequeño caldero sobre la hornilla.

-Shh-habló la mujer a algo que tenía en la mano-. Vas a despertarla.

Otro grito se escuchó.

-¿Qué estás haciendo?-Mi voz sonó rasposa por el desuso. Intenté incorporarme del colchón de paja en el que estaba acostada, pero todo mi cuerpo protestó ante la intención de moverme. Mis músculos parecían pesar toneladas y el dolor hizo que me dejara caer otra vez, jadeando por el esfuerzo.

-¡Te dije qué la ibas a despertar!-Cassandra reprendió a lo que fuera que tuviera en las manos, antes de tirarlo dentro del caldero que hervía sobre el fuego. Un último grito agónico se escuchó-. Intenta seguir durmiendo un poco más. Tendré lista tu poción en un rato-dijo, caminando hacia el catre donde me encontraba.

Llevaba su cabello oscuro recogido en una trenza que caía sobre su hombro, y su piel se veía mucho más pálida a la luz del fuego.

-¿Qué era eso?-Inquerí, sin poder permanecer con los ojos abierto.

Escuché a Cassandra moverse.

-Mandrágora-. Un frío paño fue puesto sobre mi frente, provocando que mis dientes castañearan-. Siempre son muy escandalosa.

-¿Cuánto días llevo aquí?

-Este es el cuarto. Tu fiebre mermó hasta anoche. Esta vez fue mucho más difícil detener el cambio, Ayla. Cada vez que tomas la pócima, ella se va volviendo menos efectiva.

Mi cuerpo comenzó a temblar.

-Entonces prepárame una más fuerte- farfullé, tratando de mover mi mandíbula lo menos posible.

-Sí fuera así de sencillo, no me preocuparía-. La escuché mojar el paño de nuevo y pasarlo por mi rostro y cuello.

-Esta bien, dame lo que tienes ahora y ya nos preocuparemos por lo demás. Me siento como un saco de huesos.

Abrí los ojos un rato después, cuando sentí que ponían algo en mis labios.

-Tómalo lentamente-dijo Cassandra, el contenido de la pequeña vasija tenía un olor putrefacto. A pesar de haber bebido la pócimas más veces de las podía recordar; nunca me acostumbraba a su olor, y menos a su asquerosa viscosidad-. Esto debería servir hasta la próxima luna llena-. Aseguró, ayudándome a moverme hasta que quedé sentada.

-Están ofreciendo una pequeña fortuna por tu cabeza-dije, sintiendo mi lengua adormecida por la bebida.

Cassandra soltó una carcajada, pero no me pasó desapercibido el hecho de que la alegría nunca tocó sus ojos azul prusiano.

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