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—¡Auch!—se quejó Kedamono.

Papi le sonrió calmando a lobo morado, el pobre Keda estaba lleno de heridas y cortaduras, y Papi hacía lo mejor que podía para curarlo y evitar que por error se hiciera más daño, claro que para eso ya estaba Popee.

—Sinceramente no sé cómo soportas a mí hijo, si por mí fuera ya lo habría dado en adopción, pero lastimosamente nadie quiere a adolescentes de 17 años como hijo, menos a los que tienen instintos homicidas como él.

—No diga eso, señor Papi—corrigió Kedamono haciendo una mueca de dolor—Ambos sabemos que usted no sería capaz de hacer tal cosa.

—Tienes razón, aunque no lo demuestre Popee y Marifa son lo mejor que me ha pasado en la vida, los amo, daría mi vida por ellos, aunque con Popee tenga que ser más duro y cruel, ojalá fuera tan noble como Marifa.

Kedamono miró enojado a Papi, ¿Acaso no sabía lo horrible que era su hija? Marifa era la mismísima hija de Hitler y Mussolini, pero frente a Papi y Popee era un ángel traído desde el mismo cielo, pero Kedamono sabía que ella le había quitado su puesto al rey del infierno.

—No me gusta que Popee me trate así, pero no quiero que esté solo, es mi amigo después de todo.

Papi sonrió.

—Amigos con derechos y cada quien para su carpa—canto coqueto.

—No entendí—la máscara de Kedamono mostraba signos de pregunta.

—Es mejor que no entiendas, de todos modos quiero agradecerte por ser tan bueno con mi hijo, sé que él puede ser un dolor de cabeza y...

Papi no pudo completar la frase ya que cierto puberto cayó al lado de él dando un voltereta y llenando a ambos de arena.

—¡Estúpida, mi ropa, idiota!—exclamó Papi molesto limpiando la arena de su traje.

—¡Pero que carácter!

Popee siguió con lo suyo ignorando las quejas y reclamos de su padre. Esa misma noche Popee preparó la cena, ya que él y Papi eran los encargados, pero la mayoría de veces era Popee el responsable de los alimentos en el circo. Todos incluyendo Paola estaban sentados y listos para comer, pero Popee esperaba con ansias a Kedamono, cuando finalmente llegó este intento sentarse lejos de él.

—Señor Papi, ¿Puedo sentarme junto a usted?

—¡Claro que sí, Kedamono! Anda, siéntate y come.

Papi se hizo a un lado para que Kedamono tomará una silla y se sentará a su lado, pero antes de que si quiera Kedamono tomará la silla Popee ya lo estaba jalando de la cola forzandoló a sentarse al lado del payaso.

—Siéntate aquí y no molestes—Popee siguió comiendo como si nada, aunque todas las miradas en la mesa estuvieran sobre él.

— ¿Pero qué comportamiento es ese? ¡Kedamono ven aquí ahora mismo!

Kedamono asintió e intentó ir hacia Papi pero Popee lo detuvo.

—Si te mueves te mató.

Amenazó el joven payaso.

—Pero...

Kedamono se sentó resignado, bajando la mirada.

—Te ordenó que te quedes aquí.

—¿Quién te crees que eres tú para darle órdenes a Kedamono?—Papi ya se estaba enfadando.

Popee puso sus manos sobre la mesa y observó a Papi enojado.

—¡Te recuerdo que Kedamono está aquí gracias a MÍ!

—¿Qué tonterías dices? ¡Es por MÍ que Kedamono está aquí! Cuando estuvimos en ese templo YO fui quién encontró a este cachorro morado—Papi tomó a Kedamono y lo señaló ante los demás miembros del circo—tú a penas eras un bebé y cuando lo saqué del templo empezaste a llorar porque creíste que te iba a abandonar por Kedamono.

Popee estaba furioso, recordaba ese día: sí, Popee creyó que Papi lo abandonaría y que Kedamono sería su remplazo, pero después todo se aclaró, aunque en realidad Popee al tener solo tres años se había sentido muy conmocionado porque él tuviese una apariencia tan distinta a la de Keda, pero pronto se enamoró de él.
Popee sacó una bomba y empezó a perseguir a Papi.

Después de una violenta persecución todos se fueron a dormir, Kedamono estaba muy cansado y adolorido, quería irse a dormir, descansar su mente, olvidar todo, en especial a cierto payaso que le jodía la existencia cada día. Pero había alguien que velaba sus sueños, viéndolo como el glorioso ser que era, deseando tocarlo, amarlo, besarlo, podía parecer muy poca cosa pero para el rubio era casi imposible.
Puede que para la mayoría Kedamono no fuera más que un lobo antropomórfico, tal vez un tanto exótico, pero para Popee no había cosa más bella sobre la tierra.
Popee se puso en cuclillas y observó detenidamente la máscara de Kedamono, ¿Cómo sería su rostro? No lo recordaba, ya que cuando Papi y él fueron al templo, Kedamono era demasiado pequeño, lo único que Popee sabía con exactitud es que el amor de su vida tenía más ojos de lo normal y esperaba que con uno de ellos pudiera fijarse en él, notar su amor, notar los sentimientos claramente indebidos que despertaba en el chico.

—¿Pero que me has hecho, Keda?—Popee miró para ambos lados, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer era incorrecto, pero ya no lo soportaba, con una mano levanto suavemente la máscara, para ver el rostro del amor de su vida: era como un lobo normal, el problema era que al estar dormido no podía ver cuántos ojos tenía con exactitud, aún así Popee atesoró aquel momento en su memoria y fijándose que nadie lo mirará depósito un corto pero delicioso beso en los labios (hocico) de Kedamono —Mí amor, tan bello y tan dulce, tanta belleza debería ser pecado.

PerformerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora