La señal.

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-Vamos a necesitar tres o cuatro botellas más de tinto. -replicó mi madre mientras se decidía entre la cosecha del 92 y la del 95.

-Y otras cuatro de champán. -dije riendo mientras agarraba mi primera copa de la noche.

-Carla, por favor... -comenzó a decir con ese inconfundible tono de madre.

-Mamá, tranquila, sabes que paso la mitad de la noche con la misma copa. -mentí.

Bebía y bebía mucho, pero jamás perdía el control delante de mis padres, sabía cuando parar, sabía donde estaba ese punto exacto entre que todo te da igual pero aun recuerdas las reglas sociales de la alta sociedad.

-He visto a Lu hace unos minutos en el patio trasero, creo que te está esperando.

-Como no, ¿para qué iba a esperarme cuando puede empezar la fiesta sola?- dije riendo.

Me dirigí al patio trasero mientras intercambiaba mi copa ya vacía por una llena. Un millón de camareros, decoradores, seguridad y demás personal corría de un lado para otro. Divisé a mi amiga entre la multitud, era difícil no fijarse en ella, ya que llevaba un vestido que brillaba más que el sol y reía escandalosamente ante algo que seguramente no tenía tanta gracia.  

-Querida Lu. -dije acercándome a ella y al grupo de gente que la acompañaba.

-Carla, amiga, que bien que estés ya aquí. Estas preciosa, ¿lo sabías? -vaya, estaba de buen humor, mejor para mi, pensé.

-Carla, mi madre quiere el nombre del cáterin, ¿es distinto al de la última fiesta, verdad?- dijo Guzmán.

Le contesté distraída mientras sentía la mirada continua de mi padre. Estaba nervioso y eso hacía que yo también me tensara. Entonces me hizo la señal, aquella señal que mi padre usaba para darme a entender que debíamos entrar en acción. Vi como se acercaba a recibir a un grupo de gente que se encontraban a mis espaldas.

Ni siquiera me interesaba saber como era aquel chico al que mi padre me "arrojaba". Podía ser alto, guapo, simpático, apuesto, seductor, tímido, elegante... y aun así daría igual, todos eran iguales. Todos sabían que tenían dinero y por ello, se creían capaces de comprar cualquier cosa.

Y entonces, apareció la señal numero dos, en la que yo hacía acto de presencia finalmente.

Tragué saliva, bebí una copa del tirón y agarré una nueva mientras ensayaba la mejor de mis sonrisas. Desfilé como una dama, caminé con firmeza y mi vestido se veía impecable.

-Alberto, te presento a Carla, mi hija. -dijo mi padre con una gran sonrisa.

-Encantada, Alberto. Es un verdadero placer, papá me ha hablado mucho de ti. -dije apoyando mi mano en el pecho y noté como mi padre carraspeaba e intentaba cambiar de conversación rápidamente.

-Mira cariño, este es su hijo Fernando. -dijo mi padre.

Y ahí estaba él, alto, guapo, despampanante ... y sin embargo, aburrido. Nada que no hubiera visto antes, llevaba un traje azul que le quedaba como un guante y tenía una sonrisa preciosa. Me acerqué a él y besé su mejilla, vi al instante como su mirada pasaba por mis piernas e iba subiendo por mis caderas hasta parar en mi cara.

¿Qué esperabas? pensé.

-Carla, eres toda una preciosidad. ¿Te lo han dicho alguna vez?

-Si yo te contara... -dije mientras me llevaba rápido el último trago de champán a la boca.

-¿Cómo? -me dijo confundido y mi padre me dio un pequeño codazo mientras reía de manera forzada.

-Mi hija estaría encantada de enseñarte las bodegas el día que quieras, ¿verdad, Carla?

-Claro -respondí sonriente, pero entonces comencé a notar que algo no iba bien. Sentí un leve mareo y me disculpé diciendo que debía encargarme de un asunto mientras mi padre me miraba con mala cara.

Me sudaban las manos y me dolía la cabeza, estaba acostumbrada a beber, no podía ser el alcohol, quizás algo que había comido, sentía que me faltaba el aire... Me distancié todo lo que pude de la gente, solo quería salir de toda esa muchedumbre, cuando estaba a punto de girar la esquina, me choqué con alguien.

-¡Joder! -grité al notar un liquido frío sobre mi vestido.

-Mierda, perdona, joder.

-¿Qué cojones haces, tio? -dije sin mirarle aun intentando limpiar la mancha de vino de mi Valentino.

-Joder, te he pedido perdón ya, no te he visto. ¿Entiendes la palabra accidente? Espera que te la deletreo que a lo mejor te cuesta A-C-C-I...

-Tu eres imbécil, este vestido lo vas a pagar tu, que lo sepas.

-No creo que tu justamente tengas problemas de dinero, cielo. -dijo con algo de desprecio en sus palabras.

-¡Carla! -dijo mi padre apareciendo de la nada para mejorar la escena -Nos tenias preocupados...¿qué te ha pasado?

-Nada, un pequeño acciden...

-Vaya, Samuel, como no. -escuché que decía una voz detrás de mi padre, era Alberto García de Riscal. -Discúlpame Carla, veo que ya conoces a mi otro hijo...

Y por cómo lo dijo, no tuve ninguna duda, Samuel no era el favorito de papá.

-Espero que se haya disculpado ya contigo, es un poco... desastre. -dijo intentando que sus palabras no sonaran tan mal, pero no funcionó.

-¿Tengo opción de defenderme o tampoco? -dijo ofendido.

Y yo que seguía limpiando mi vestido y mirando a mi padre y a Alberto, levanté la mirada.

Y le miré por primera vez.


"Querida, ¿crees que no tienes problemas? Te mientes a ti misma porque tu alcohol es de buena calidad. Es alarmante lo encantadora que puede ser, engañando a todo el mundo, diciendo que se lo está pasando bien. Los chicos, las chicas, todos quieren ser como ella, porque les provoca mariposas en el estómago, se ríe como dios y su mente es un diamante. Cómprala esta noche, aun brilla, todavía esta brillando como un relámpago."

Inspired by: Carmen - Lana del Rey

Culpa |  CARMUEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora