XII - Juego de Tronos

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Aquellas palabras seguían taladrando su cabeza una y otra vez desde que Ned se lo dijo

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Aquellas palabras seguían taladrando su cabeza una y otra vez desde que Ned se lo dijo. Casi sufrió un ataque de ansiedad, no podía pensar en la idea de que su tío Jaime fuera en realidad su padre. Por un lado le encantaba, porque quería a Jaime más que a cualquier otra persona del castillo, siempre tuvo un vínculo especial con tu tío... padre. Pero por otro, la horrorizaba, era una Lannister en toda regla. Una leona, no un venado. Una bastarda creada como un insulto a los Dioses, no una princesa heredera de los Siete Reinos. Jon Arryn lo descubrió y no pudo decirlo.

—Hablaré con vuestra madre. La haré confesar.

Esas fueron las palabras de Eddard al notar el shock de la chica. Habían pasado dos o tres días desde aquello. Jaime estaba en camino, junto con parte del ejército, al campamento de su señor padre Tywin. Este se dirigía al Nido de Águilas, aunque por lo visto, Tyrion le encontró antes. Entonces ocurrió la tragedia.

—¡Abrid paso! ¡El Rey está herido!—. Los maestres intentaron curar y suturar la herida, mas era demasiado profunda y estaba demasiado infectada como para sanar. Robert moriría y lo sabía.

—Maté a ese cerdo hijo de puta. Él me llevará al otro mundo, pero le llevaré conmigo. En mi funeral comed a ese jabalí en mi honor—. Intentó reír y salió una tos con mocos—. Ned, necesito que me hagas un último favor.

—Para eso mismo estoy —no faltó una sola palabra más. Mayleen ya le hubo tendido el pergamino, la pluma y el tintero a Eddard—, ¿testamento?

—‘Yo, Robert de la casa Baratheon, primero de su nombre, señor de los rhoynar y los primeros hombres, protector de los Siete Reinos […] —era un discurso largo y nombres y títulos. Al fin llegó a lo importante—, dejo el trono a mi hijo, Joffrey, pero hasta que no posea la mayoría de edad, Eddard Stark se mantendrá como regente’.

Mayleen estuvo presente todo el tiempo y vio como cambiaba del ‘mi hijo Joffrey’ a ‘mi verdadero heredero’. Después de todo, los hijos de Robert no eran más que una mentira. Todos eran bastardos. Y el guardián del Norte lo sabía, la imagen era espeluznante y a la vez le apenaba. Consiguió tener algo de cariño a aquella molesta niña de ojos verdes.

—Debéis firmar, Alteza.—Con una débil mano, Robert escribió sobre el papel y lo lacró con el sello en forma de venado.

—Gracias por cuidar de mi familia, Ned. Gracias por haber sido como un hermano—. El frío señor de Invernalia pareció que por unos instantes su corazón se volvió tierno y dio un abrazo al moribundo Rey. Este cerró los ojos y se dejó morir, aferrarse a la vida era algo inútil a esa altura.

—¿Por qué habéis cambiado las palabras?—. Preguntó Mayleen una vez salieron de la sala.

—Vuestro hermano no es heredero de ese trono. Vos tampoco. Hemos de tratar el asunto con la mayor discreción posible.

—Y ¿a quién enviaréis esa carta? —Ned torció el gesto. Debía hablar con Renly y razonar con él, aunque de momento, Stannis Baratheon era el verdadero sucesor de Robert.

Lannister || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora