⋄gravĭtas

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—No, ella sólo quiere vengarse porque la rechacé.

—Kim ¿Esperas que me crea que esta niña tan dulce se te insinuó primero?

—Es la verdad.

—Kim llevo años en este negocio, lo entiendo, no eres el único al que le ha pasado.

—Le estoy diciendo que no pasó nada.

—He visto otros como tú. Es normal, te atrajo la chica, hiciste algunas movidas antes de pasarte mucho de la raya.

—Nunca pasó eso.

—Mira Hongjoong somos amigos; y como amigo te entiendo, pero como jefe...—el hombre trajeado chasqueó la lengua. —Esto pinta mal para ti. Sé que te gustó la chica, pero sabes cómo son estos snobs, sienten repulsión por los de nuestro tipo.

—¿Cuántas veces voy a tener que decirle...

—Escucha chico, solo ve y discúlpate con ella y con su padre, diles que no volverá a ocurrir y reza que te dejen quedarte con el trabajo.

—No.

—¿Cómo qué no?

—Yo no hice ningún movimiento sobre ella ¿Por qué tengo que pedirle perdón a esa niña mimada? ¿Para qué se salga con la suya como siempre? —el semblante tranquilo del chico se empezaba a alterar.

—¿Me estás diciendo que no te llamó la atención ni un poquito? Venga, eres un hombre joven y ella...

—Soy gay señor Han.

—Oh... Igual podrías pedirle perdón. —Se recompuso el hombre mayor tras la sorpresa. —No te juzgo chico, eres como mi hijo y no me importa a quien beses o lo que sea, no me afecta en nada de todas formas.

—Gracias señor Han. — dijo tan serio como usualmente, dejando escapar un suspiro de alivio como única prueba de que le había preocupado el tema.

—¿Qué harás con lo de Su Rin?

—Voy a renunciar.

—¿Estás seguro? Su familia pagaba bien por velar a una niña.

—No quiero tener nada que ver con ellos.

—Como quieras. Buscaré algo más para ti y te llamaré.

—Gracias señor Han.

Kim Hongjoong salió del despacho de su jefe, y caminó hacia la salida del edificio con algunas miradas sobre sí. Maldecía a la niñata de Su Rin. Jun Su Rin era hija de una familia de reconocidos doctores que habían amasado una pequeña fortuna, pero fortuna al fin. Habían tratado de forzar la entrada al cuarto de Su Rin unos meses antes, nunca se atraparon a los perpetradores. Entonces fue cuando Hongjoong comenzó a trabajar como guardaespaldas de la chica.

La muchacha de unos 20 años estaba tomándose un año sabático antes de entrar a la universidad y si bien todos la veían como una persona inocente y tierna, siempre estaba escapándose a alguna fiesta donde consumiría cualquier porquería antes de estar vomitando en la calle. Kim cometió el error de ser amable con ella y terminó en que la chica se le insinuó muy... agresivamente.

Quizás Hongjoong fue un poco cruel cuando la rechazó y, para una chica a la que jamás le han negado nada en su vida, ser llamada inmadura y narcisista pudo ser un golpe muy fuerte. De cualquier forma, eso no es excusa para decir que tu guardaespaldas intentó besarte a la fuerza. Hongjoong pensó irse directo a casa, pero necesitaba salir de todo ese enredo por lo que marcó al número privado del señor Jun Seung para informarle de su renuncia.

—Buen día señor Jun.

—¿Quién me habla?

—Es Kim Hongjoong de seguridad.

—¿Y por qué me llamas aquí? No me debes una disculpa solo a mi sino a toda mi familia y no me parece que por teléfono...

—No voy a disculparme.

—¿Qué dijiste?

—Le enviaré mi carta de renuncia a su secretaria más tarde.

—¿Te vas así? Estás incumpliendo el contrato, si te vas no recibirás ningún pago...

—Nuestro contrato indica que me pagarán por los días de trabajo realizado con un 5% de descuento al cerrar la contratación antes de tiempo.

—¿No piensas pedir perdón por lo que hiciste? Esto es increíble. Debería darte vergüenza atacar a una niña indefensa que solo...

—Señor Jung ya no tengo nada que ver con su familia, y enséñele a su hija lo que es ser honesto. —y antes de que el hombre pudiera responder ya había colgado el teléfono.

Con una sensación de victoria el muchacho se fue a su casa, ansioso por recibir una llamada para el nuevo trabajo. Realmente no quería volver a trabajar con niños ricos pero necesitaba el dinero.

Dos días después mientras estaba en el centro haciendo las compras recibió una llamada del señor Han pidiéndole que se reunieran para explicarle los detalles de su nueva asignación.

Aún era temprano, pensó en lo que podría hacer para matar el tiempo hasta la hora de la reunión. La verdad que estar sin trabajar no era lo suyo; es cierto que todos aprecian algo de tiempo libre, pero para Hoongjoong estar sin hacer nada era el mismísimo infierno.

Mientras pasaba frente a una vitrina observó su figura, nadie creía en sus capacidades como guardaespaldas hasta que mostraba algunas técnicas. Era de complexión delgada y baja estatura pero años de entrenamiento lo habían convertido en alguien más letal que cualquier gigante de la MMA.
Una mezcla perfecta entre agilidad y conocimiento de artes marciales eran la clave para su trabajo. Esa apariencia sencilla no lo hacía ver intimidante, con la cicatriz de su ceja y el cabello rojo más bien parecía un rufián de barrio.

—Debería teñirme el cabello. —murmuró.

—¿Perdona? —le preguntó una señora que por allí pasaba

—No, nada, estaba hablando solo.

—Estos jóvenes de ahora. —refunfuñó la señora mientras seguía caminando.

—Menudo oído tiene la vieja. —dijo en voz baja.

—¡Te escuché pequeño canalla! —Gritó la señora y Hoongjoong se volteó a verla solo para presenciar como la anciana tropezaba con el borde de la acera.

Su cuerpo reaccionó por instinto e intentó agarrar a la señora, sin embargo esta se encontraba muy lejos, unos milímetros demasiado lejos; para su suerte, y de la pobre mujer, un muchacho que pasaba por ahí logró sujetarla a tiempo.

Ambos cruzaron miradas por un segundo y.... maldita sea Hongjoong no pudo apartar la mirada. Fue un segundo y no tuvo tiempo de reparar en el rostro del otro hombre demasiado, lo que ocasionó que dos horas más tarde mientras estaba sentado en la peluquería no pudiera recordar su rostro sin importar cuanto tratara, y sí que trató. Quizás no pudiera recordar su cara específicamente pero no olvida la gran atracción que sintió cuando cruzaron miradas.

Aquel muchacho era hermoso, no puede hacerse una imagen en su cabeza, pero esa sensación, como si su centro de gravedad hubiera cambiado de momento, era suficiente prueba.

 ⋇𝙀𝙭𝙞𝙢𝙪𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora