Capítulo 4

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Las horas empezaron a pasar, y los besos entre ambos seguían. No se querían separar por nada del mundo, y probablemente no se separarían, sino que al contrario...

—Lit... —murmuró agitado el más alto contra los labios ajenos, ingresando una mano bajo la camiseta del mismo, sintiéndolo estremecer bajo su tacto.

Ambos ya se habían empezado a excitar, inevitablemente, y fue Mauro quien rompió el beso, separándose unos pocos centímetros para recuperar el aire y mirar al otro a los ojos.

—Mati... —jadeó, bajando la mirada un momento para juntar aire, antes de mirarlo nuevamente a los ojos, con las mejillas algo rojas. —Hagámoslo.

Spallatti se mordió el labio inferior, con una sonrisa.

—Tuve un sueño en el que me decías exactamente eso. —el rostro de Monzón se tornó rojo más rápido que un doble tempo de Kodigo.

—Bueno, esto no es un sueño.

Fueron las palabras justas para que una erección terminara de surgir bajo los pantalones del más alto.

—Gracias a Londra no lo es. —antes de que Mauro pudiera preguntar a qué iba eso, Matías estaba besando sus labios, y lo estaba cargando hacia la habitación.

Lit sentía sus mejillas arder, pero no se quejó, sino que, al contrario, movió sus caderas, frotando sus glúteos contra la entrepierna del otro, sacando a ambos un jadeo.

Pronto llegaron a la cama, y Ecko se colocó arriba del contrario, entre sus piernas. Ambos empezaron a mover la cadera, frotando sus erecciones y jadeando ahogadamente en el beso.

Poco a poco la ropa empezó a desaparecer, y cuando quisieron darse cuenta estaban solo en bóxers.

Mauro estaba muy rojo, no le gustaba estar así, tan expuesto. Siempre que tenía sexo, se sentía más cómodo utilizando una remera o algo similar, no es que estuviera inseguro de su cuerpo, pero le daba pena, y debía admitir que también le excitaba la ropa durante ese tipo de actos.

Para Ecko no era diferente, también le daba algo de morbo la ropa durante el sexo, pero ambos en ese momento coincidían en una cosa: ambos querían terminar de conocer completamente al otro, saber la ubicación de sus lunares, las marcas de nacimiento que pudieran tener, recordar a memoria cada curva de la piel contraria, poder tocar y besar cada centímetro de su piel; algo con lo que solo habían soñado.

Lentamente Matías se deshizo de los bóxers ajenos, llevando una de las piernas del otro a sus hombros, permitiéndose repartir pequeños besos por toda la parte interna de su muslo, bajando lentamente y observando al platinado a los ojos, notándolo avergonzado, hasta tal punto que le desvió la mirada.

Soltó una risita y se inclinó hasta quedar a centímetros del rostro contrario, usando su mano libre para tomarlo de la barbilla dulcemente y hacer que le viera a la cara.

—Mauro... —el nombrado se estremeció al escuchar su nombre de pila salir de los labios de la persona que amaba— Te amo. —admitió el más alto con una dulce sonrisa que causó enormes revoluciones en el cuerpo del menor— Y amo cada parte de tu cuerpo —continuó—; tus ojos, tus mejillas, tu torso, tus brazos, tus sonrojos, tus hombros, tu clavícula, tus piernas, tus manos, tus labios... Todo. —sonrió, observando como nuevamente el menor se volvía un tierno tomate. Juntó ambos pares de labios en un beso lento y suave, donde se transmitían todo el cariño y amor que se tenían.

—También te amo, Ignacio... —murmuró suavemente el platinado, separándose poco a poco de los labios ajenos, mirando al contrario con ese brillo que a Spallatti tanto le gustaba y que anhelaba ver todos los días— Demasiado para que pueda considerarse saludable.

Ambos soltaron una pequeña risita, y volvieron a besarse, pero pronto el aire los obligó a separarse.

—Bien, ya aclarado eso... —bromeó el más alto— ¿Tenés lubricante? —Muy a su pesar, Lit asintió, sonrojado, y estiró su mano hasta el cajón de la mesa de luz, sacando un frasco de lubricante a medio usar, el cual Ecko tomó, haciendo una mueca al ver que faltaba tanto contenido. Se sintió celoso de la novia de Mauro.

—No lo use con mi novia... —dijo Lit, avergonzado, como si le hubiera leído la mente, mirando en otra dirección y dejando a un Ecko completamente aturdido por la nueva información— L-lo usaba cuando estaba solo... —se cubrió el rostro con sus manos, bajo la atenta mirada del mayor, quien igualmente se avergonzó, y tuvo que tragar en seco para reprimir el impulso de entrar en ese momento en el menor; no solo le dolería a Lit el hacerlo, sino que a él también.

—B-bien, entonces... —procuró mantener la compostura y echó lubricante en tres de sus dedos— Voy a meter el primero. —avisó, y para su sorpresa, su dedo ingresó tan sencillo que al segundo pudo meter otro más. Parpadeó sorprendido y miró al platinado— ¿Acaso en el baño...?

—S-solo seguí... —murmuró un jadeante Lit, avergonzado porque el otro hubiera descubierto lo que hizo mientras se bañaba.

—Ah, si... —nuevamente Nacho tuvo que tragar en seco y reprimir sus impulsos, moviendo ambos dedos en forma de tijera y no tardando en ingresar un tercero, fingiendo embestidas y escuchando con placer los gemidos que daba el menor. 

—M-mati... Te necesito, ya... —rogó Mauro.

¿Quién era Ecko para negarse ante tal petición?

Retiró sus dedos, sacándole un jadeo a Lit, quien se sintió repentinamente vacío, pero sabía que pronto esa sensación iba a desaparecer.

Ignacio se quitó el bóxer, liberando su erección y haciendo que Lit se relamiera los labios, sintiendo la saliva acumularse en su boca. ¿Era normal tener tantas ganas de chupársela a alguien? Probablemente no. Solo pudo pensar en que probablemente no le entraría en la boca completa, al menos no hasta acumular más experiencia.

Y cuando pensó que eso que encima pertenecía a la persona que le gustaba hace 10 años, entraría en él, bueno... Se excitó en demasía, y terminó mandando la vergüenza a la mierda. No era su culpa, ya estaba cansado de los consoladores.

Empujó al otro y se colocó encima suyo, frotando sus glúteos contra su erección repetidas veces, sacando jadeos a ambos.

Ecko estaba en el mismísimo paraíso, observando a Lit en esa posición, en una situación que, bueno, solo había sucedido en una de sus mejores fantasías, hasta el momento.

Y la realidad era 1 millón de veces mejor que lo que Spallatti había soñado; desde ese ángulo podía observar el sudor deslizarse por la pálida piel del menor, su angosta cintura, su bello rostro ruborizado, sus anchas caderas, sus bellas piernas a cada lado de su cuerpo...

—Las veces que te fiché no pensé que fuera tan grande. —bromeó el platinado, inflándole el ego al más alto.

Mauro tomó el miembro ajeno, colocando la punta en su entrada, y justo cuando iba a deslizar sus caderas hacia abajo, sonó su celular.

Ambos se miraron a los ojos, pensando en si se trataba de algún tipo de broma.

Literalmente, les acababan de cortar el garche en el mejor momento.

Como Lit no sabía realmente como remontarla y pensó que ya no podría ser peor, además de que podría ser algo importante, tomó su celular, fijándose en quien era el que llamaba.

—Es Mari... —murmuró Lit.

"Tiene que ser joda", pensó el más alto. La pelotuda esa parecía conspirar en su contra para que no pudiera ser feliz con Mauro; pero no saldría impune, Ecko la haría pagar.

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N/a: Después de lo que me pareció una eternidad, pude terminar de escribir y corregir esta parte, espero que les haya gustado.

¿Qué creen que hara Ecko para "hacer pagar" a Mari?

Querido amigo [Litcko]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora