Capítulo V.

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Llevamos varias horas trabajando para que todo quede bien, y no sé si escucho los gruñidos que provocaba mi estomago o a él también le dio hambre, pero hicimos una pausa para poder comer algo, como era de esperar, no tuvo que calentarse la cabeza por ver que comer, solo tomo su celular.

-Está bien si pido sushi para comer?

-Si, claro-digo mientras me paro y me dirijo a la cama donde está mi mochila, en busca de mi billetera.

Una vez que encontré lo que buscaba, me enfoco en la persona que esta junto a mi hablando por celular, lleva un short azul, acompañado de una polera gris con líneas verticales en medio, y unas zapatillas azules que hacen juego con su short. Habla tan tranquilo, que nadie notaria que este mismo chico de un metro ochenta, en realidad es un imbécil.

No me di cuenta de cuánto tiempo me quedé observándolo, hasta que mis ojos se enfocan en su rostro, y noto que me está mirando con una ceja levanta, señal justa de que he sido descubierto. Rápidamente cambio la dirección de mi vista y me dedico a observar su cuarto, pensé que por ser un chico con dinero y estar rodeado siempre de gente, tendría un cuarto mas llamativo y alegre, pero la realidad no es así, su pieza está pintada de un color muy opaco -gris oscuro- y si bien esta es muy amplia -por lo menos dos piezas mías juntas, y eso que no estoy exagerando- no tiene muchas cosas en ella más allá de lo necesario. Una cama de dos plazas, un velador de color negro acompañado de una lampara mediana de color blanco junto a ella, un baño propio, dos puff, un amplio ropero, un espejo grande en una esquina de la pieza, y un escritorio con las cosas necesarias para estudiar. Sin comentar, que su ventana dirige a un balcón.

Alguien que lo mirara al igual que yo, por primera vez diría solo una cosa.

Wou!!.

Luego de observar su pieza, me dirijo al puff donde estaba sentado, dejo la billetera cerca mío, y agarro nuevamente mi computador para seguir trabajando en el informe. Samuel ya había cortado la llamada, estaba sentado en su escritorio, con la pantalla de su computador cerrada, revisando su celular, de seguro está hablando con su grupito de monos.

Claro tu habla con tus sirvientes y a mi déjame lo que queda, digo en mi mente, pero rápidamente alejo estos comentarios de mí y comienzo a trabajar en la conclusión del trabajo. Mientras más rápido terminemos esto, más rápido me iré a mi casa, por suerte el profesor mando un correo temprano avisándonos que no tendríamos la clase de hoy, así no tengo que ir por las puras a la universidad.

Pasado media hora, suena el timbre de la casa, Samuel se levanta y me hace una señal para que lo siga -que no sabe hablar, pienso- nos dirigimos a la primera planta, porque si su pieza era grande, obvio que su casa seria igual de grande. Cuando llegue – a todo esto, menos mal que tome un taxi sino no llegaba a la hora- puede notar a través del gran portón negro, una casa de segundo piso de color blanco con detalles negro y café, y un amplio garage. Tiene una casa muy bonita pensé en ese momento.

Ambos nos dirigimos a la entrada para recibir el sushi, pero él muy, no me dejo pagar la parte que me correspondía, él cancelo todo, cerró la puerta y nos dirigió al comedor, dejo el sushi sobre la mesa, y se dirigió a una de las vitrinas que estaban cerca de nosotros, saco dos vasos y los dejo en la mesa.

-Seguirás mirándome o comerás? -dijo, provocando que lo mirara directamente.

-No estaba mirándote, y obvio que comeré -ubicándome en la mesa- hemos estado trabajando por un buen rato, obvio que tendré hambre.

-Si claro -comenta, ubicándose frente a mi – que aproveches.

El sushi esta exquisito, y acompañado de un buen vaso de Coca-Cola, aun mejor, pero cuando estoy por seguir sirviéndome, algo me viene a la mente.

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