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Podía ser el fin, pero en sus brazos, sentía que no había lugar más seguro en el mundo. Sus brazos, que podían contener su cuerpo, hacían que quisiese estar ahí por siempre. Caliente, suave, confortable. Era su hogar. Estaba en casa. Su amor se había transformado en una semilla, que ambos protegían en su abrazo. Casi sentía cómo de sus ojos brotaban arroyuelos de felicidad y tristeza. Sintió que había acabado algo y a la vez comenzado. Que su mundo estaba completo y escaso. Tenía miedo, sí, pero no iba a echarse atrás por ello. Iba a hacerlo, con miedo.

》...《 (Tres puntos suspensivos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora