El hijo del jefe

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Como se dice en grogner "zacnimo na zacteku", es decir, empecemos desde el comienzo. Los ákis son una subclase del los humanos, la última, según algunos; otros piensan que son bestias que adquirieron la forma humana para infiltrarse en sus ciudades, afirman que desean destruirlas desde su núcleo. Todos los ákis parecen un híbrido entre una bestia y un hombre, surgieron del mar verde y a la fecha ahí habitan junto a los monstruos.

Para los ákis, ambas teorías son ridículas. Cuando a un esclavo le llegan a hacer esta pregunta, contestan "vi er vi", que en su lengua significa "nosotros somos nosotros". 

Algunas veces, dentro de alguna de las tribus ákis desperdigadas por el mundo, surge un "Ivec queue": estos son los que nacen con cola. Si esto sucede, la partera lo castra y se lo lleva con el Patvec queue: líder de la tribu quien le adoptará como su propio hijo sin que sus padres puedan oponerse. 

Auru nació como un ivec queue, lo cuál no solo significaba que era el hijo adoptivo de Groaru diente blanco: jefe de la tribu, sino que era uno de los candidatos para ser el nuevo Patvec queue cuando él muriera.

Él tenía tres "hermanos": Roala diente blanco, una áki ardilla que a pesar de ser la mayor no tenía interés alguno en volverse Patven queue: en su lugar se dedicaba a apoyar a sus hermanos; Beru diente blanco, un áki civeta bastante competitivo que buscaba más que nada  el puesto de su padre, metiéndose todos para intentar probarse a sí mismo que era el más indicado y Tutla diente blanco, una áki cebra: la favorita de la comunidad para heredar el puesto de su padre; Auru era el menor de todos, hoy en día tenía tan solo diez años (unos quince en edad humana). 

Dado que para Auru estaba muy claro que Tutla sería la nueva Patven queue, nunca tuvo mucho interés por competir con Beru más allá de humillar a su hermano mayor cuando se pasaba de la raya. No estaba muy interesado en destacar; pero, todo cambió cuando los conoció a ellos. Los Carroñeros eran el sector de los exploradores que más llegaba a alejarse de el campamento: dieciséis expertos que tenían permitido hacer contacto con los chauves (significa "gente sin pelo": es una forma despectiva en la que los ákis se refieren a las otras razas humanas) y llegar al borde del mar verde para robar algunas cosas que los ákis no sabían hacer: armas, metales, botellas, ropa, animales de corral, comida preparada, etc.

Los siguientes tres años se preparó, en contra de los deseos de Groaru y resultó tan capaz, que su padre tuvo que admitir que sería una necedad no permitirle a su querido hijo integrarse a los Carroñeros por la importancia que éstos tenían para la tribu. Lo envío a las barracas, con el Cabeza Bufru punta aguda, un áki gacela.

—Ustedes  están aquí para servir a la tribu. No sé qué cabeza de caracol les haya dicho que iban a conseguir gloria —dijo Bufru —pero definitivamente lo único que necesito de ustedes son las sobras: no nos interesa la gloria. Estamos rodeados por chauves , sus armas son más poderosas y tienen botellas embrujadas capaces de destruir un campamento al estallar. Necesitamos conseguir todo lo que podamos, sin permitirles seguirnos.

Durante una semana, Auru, Keru, Oincru y Chinla. Se esforzarían para poder cubrir las dos vacantes que se habían (gulp) abierto en los Carroñeros. Como primer entrenamiento, los hicieron correr sin hacer ruido, a aquel que cometía un error, Bufru lo pateaba: en un punto Auru escuchó que su tobillo se quebró.

—Tú eres el Ivec queue, ¿no?

—Sí, Cabeza Bufru.

—Entonces no seas tan patético. Levántate y sigue o levántate y vete. Nuestra tribu no tiene lugar para un aspirante a Pavec queue tan débil como tú.

Auru sintió un dolor muy intenso, se levantó, escuchó algo crujir... entonces tenía una tetera en su mano. Los grillos cantaban, vio su tobillo, aquella vez se le rompió el pie y se levantó. La gacela lo pateó tres veces más en el mismo sitio: no lo hizo bien, pero terminó. Aún le dolía cuando hacía frío.

Ese día lo consiguió porque tenía a donde ir: una meta. ¿A dónde podría ir ahora?

Usó un poco del líquido que olía a flores que le robó a esa chauve para verterlo sobre el tobillo y desinflamarlo. Aunque no podía dejar ir la idea de que ella se lo había ofrecido. Eso era ridículo: ningún chauve habría dejado ir sus bienes voluntariamente. 

Por eso existían los carroñeros: para ayudarle a los ákis a sobrevivir las inclemencias del mar verde. Todavía recordaba a esos chauves con colas largas: él creía que sólo los ákis queue tenían cola, pero definitivamente esos sujetos las tenían.

Y definitivamente habían encerrado a todos los ákis que vieron en jaulas y se los habían llevado a quién sabe donde, quién sabe por qué.

Quizá no les gustaba que les robaran. O quizá ellos querían robar. Siempre le dijeron que los chauve eran criaturas que estaban en contra de los ákis.

Tenía hambre y el tobillo le dolía. Quizá volviera a la misma choza gigante a robar algo de comer, y más agua de buen olor.

Ella también olía a flores.

Quizá la robase a ella. Pero primero tenía que descansar. 

Mar verde: la historia de AuruWhere stories live. Discover now