Un ratón, un oso y un tobillo vendado

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—Déjame tratarte el tobillo. —Chinla, se acercó con vendas hechas de fibra de árbol. Ella era una áki ratón, muy dulce, a penas dos años mayor que Auru. Su rostro era afable, cuidadoso, como el de todos los roedores, con ojos muy grandes; su pelaje era corto, de un gris suave con motas blancas. Tenía los pechos pequeños y era muy delgada: definitivamente no era un ser que los espíritus de los ancestros hubiesen preparado para el combate; en cualquier otra división de exploradores eso habría sido una debilidad, pero no para los Carroñeros, quienes estaban especializados en moverse rápido y en sigilo.

—Gracias.

Después de revisar le dijo —voy a tener que inmovilizarte.

—No vas a hacer eso.

—Sí, tengo qué. Necesitamos acomodarte el hueso y luego necesita sanar por sí mismo.

—¿Podemos saltarnos la parte en la que lo acomodas y sólo dejarlo sanar por sí mismo?

Ella puso una cara de cansancio. —Te presento a mi amigo, Hairu; Hairu, Auru. —Detrás del Auru salió un oso negro, cuando Auru saltó hacia atrás se dio cuenta de que no era sino un áki: eso no lo hacía menos aterrador. Éste, sin mediar palabra, simplemente levantó su gigantesca mano de oso con la que podría haber envuelto la cabeza de Auru sin esfuerzo. Chinla hizo una indicación y Hairu sujetó al chico gato con una facilidad asombrosa: la ratona hizo crujir el tobillo del gato apoyada por cuerdas para solventar su falta de fuerza y Auru gritó como cuando a un tigre le pisan la cola.

—¿V-ves? —dijo Chinla jadeando con dificultad —n-no fue tan d-difícil. Deberías estar- bien para mañana.

—Miau.

Chinla fue a otra habitación a ayudar a Keru, el áki ocelote, quien había recibido una cornada del Cabeza Bufru en el hombro. Dejando al gato y el oso negro juntos.

—Groar, qué mujer —dijo Hairu con una voz pesada y profunda, rítmica y oscura. 

—¿Disculpa?

—En cualquier otra situación, uno pensaría que Chinla no tiene oportunidad de entrar a los Carroñeros: es muy pequeña... —Auru pensó que si para él, ella medía poco más de la mitad y él medía poco más de la mitad que Hairu, para el oso debía ser diminuta —...pero es una excelente corredora y muy sigilosa; además, es una curandera bastante capaz. Te diría que tengas cuidado, Ivec queue, porque puede quedarse tu puesto; pero, en realidad ustedes tres están compitiendo por la segunda vacante, la que ella no puede ocupar.

—Pareces un gran admirador de Chinla.

—¿Tú crees? Tú tienes el tobillo esguinzado; el ocelote tiene un hombro perforado y el chimpancé se desmayó al recibir un cabezazo de Bufru. Dime: ¿qué tiene Chinla? —la sangre se le heló a Auru: en ese momento se dio cuenta de que, en efecto, Chinla estaba limpia.

¿Acaso el Cabeza Bufru había sido suave con Chinla por ser hembra? No parecía el tipo de gacela que haría eso. ¿Se había descuidado por ensañarse con ellos? No. Definitivamente también había atacado a la jovencita. Sólo había una respuesta: Chinla había esquivado cada uno de los ataques del Cabeza. El oso se rió al ver la mueca que no sabía que un rostro de gato pudiese hacer de forma tan expresiva —¿Lo ves? Te lo dije. Ella es extraordinaria.

—Supongo que sí.

El oso estiró su puño hacia el gato —Soy Hairu de los Instintos. Mis sueños en la vida son ascender a Cabeza de mi división y hacer a Chinla mi esposa. —El gato estiró su puño y lo impactó suavemente contra la mano del oso, la diferencia entre ambos era tan apabullante que resultaba ridícula, como ver una rana montando a un cocodrilo. 

—Soy Auru, aspirante a los Carroñeros. Mi sueño es conocer tan lejos como sea posible del campamento.

—¿No buscas ser Patvec queue?

—No me desagradaría serlo, pero es bastante obvio que mi hermana ocupará ese puesto.

—Vaya, eres un Ivec queue raro, no podrás tener hijos y aún así no buscas el poder en retribución.

—También es raro que estés en los Instintos y no en los Impactos. ¿Has visto tu tamaño?

—Los Impactos tienen menos trabajo, pero es más riesgoso. Si llegase a haber un ataque de los chauves sobre nuestra tribu tendría que quedarme a pelear y no soy tan valiente. Prefiero gritar mucho y golpear poco: amenazar y huir. Aunque este mundo arda en llamas, al final tendré una familia y muchos hijos con Chinla.

—¿Ella lo sabe?

—No, todavía no. —El oso se giró primero asustado y luego se giró amenazante —y así se va a quedar, ¿entendido? Me le declararé cuando sea alguien en la vida, al menos Garra de los Instintos, si no es que Columna.

—Eres ambicioso, me agrada, sólo procura no esperar hasta volverte Cabeza.

Se escuchó un grito a lo lejos, llamando a Hairu: era Chinla, probablemente necesitaba ayuda con Keru, el áki ocelote. El oso sonrió a su nuevo amigo. —Bebe el menjunje que te dejó Chinla.

—Se ve asqueroso.

—Te hará bien. —El oso salió rápido y silencioso de la habitación del gato. Auru miró con asco esa sustancia verde y grumosa que había preparado la ratona para él. Lo tomó en sus manos: olía a moho, acercó el cuenco de madera a sus labios...

Olía a flores, estaba oscuro, su cuerpo agradeció la bebida. Comió las hebras de carne blanca que la chauve había dejado, aparentemente, para que él la robara en aquél pórtico. Una lágrima rodó por el pelo junto a su hocico: —Hairu, imbécil, dijiste que preferías gritar mucho y golpear poco, que eras un cobarde.

La imagen de su amigo corriendo derecho hacia el campamento mientras gritaba que huyeran y empuñando el hacha de piedra que arrancó de las manos inertes de un Impacto caído estaba quemada en su cerebro.

—Idiota. Si ibas a hacer eso hubieras entrado a los Impactos. Habrías podido pasar una vida más tranquila.


Mar verde: la historia de AuruWhere stories live. Discover now