Dies Archa

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Un pie, entre hombre y gato, torció las sombras bajo la oscuridad de la luna nueva: las rayas de su pelaje se confundían con la noche.  Aquellos ojos verdes, profundos, escudriñaban con una facilidad que otros ojos no podrían: dejó ahí la sardinilla, el agua y el cuenco correspondiente al sexto día y avanzó hacia un lateral oculto de la luz lunar. La carne de sus huellas dactilares se abrió como si un par de pinzas extrajera un oscuro presentimiento: de su interior salieron garras afiladas de aspecto cartilaginoso, mortecinas, traslúcidas. Primero la mano derecha, un pie: las garras perforaron la madera y moviendo su columna vertebral como una serpiente escaló en un ángulo inclinado hacia la ventana. 

Esperó. Sujeto con fuerza la cornisa y giró su rostro hacia las montañas. La luna estaba detrás de aquella estructura grotescamente gigante para ser visible desde el sitio en el que él se encontraba. Esperó más. Su corazón se escuchaba fuertemente en su quijada, como si lo guardase entre sus colmillos: deseaba silenciarlo, como sabía que eso sería imposible cerró los ojos para poner más atención en su oído. Cuando el viento de las montañas sopló él, como en un acto reflejo, sujetó la reja de madera que constituía el único obstáculo para el frío y los gatos: entró con la suavidad de un depredador, sujetando la reja con su cola para que descendiera a su posición original suavemente.

Cerró los ojos y prestó atención a sus otros sentidos. Todavía era otoño, la borrasca se movía haciendo ruido afuera, algunas hojas incluso se habían logrado colar entre los barrotes de madera. Era más cálido adentro, no tanto como en una de las casas de campaña montadas a partir de paja, palos y pieles del campamento de los akis Colmillo blanco, pero no podría volver allá. Sopesó sus opciones: podría coartarle el cuello a todos los habitantes con sus garras o, incluso, con su cuchillo de cristal volcánico y habitar ahí hasta que terminase el invierno. Olfateó: habían cuatro chauves, alguno de ellos tenía mucho contacto con un animal... ¿herbívoro? Quizá un caballo: a Auru no le gustaba comer equinos porque olían similar a su hermana mayor. Pero si no había otra opción, tendría que hacerlo. 

Sus ojos se clavaron en el camino: habían dos oscuros pasillos, la esencia más fuerte estaba a la derecha así que iría hacia allá. Se irguió suavemente cuando escuchó —Buenas noches.

Saltó súbitamente hacia atrás y sacó el cuchillo de la funda que tenía en su pierna. Frente a él estaba la mujer que lo había alimentado durante la última semana.

—Si querías entrar pudiste haber tocado la puerta principal. No está bien colarse a las residencias.

—Jer fopstoqr ioker er opd as hvas dui sior, gas.

Moxal sacó una botella de su ohea: ésta tenía un líquido con mortecinas motas de luz. Ella abrió el tapón y la vertió sobre su mano que comenzó a brillar con una luz blanca tan potente que cegó a Auru. Este, sin ser capaz de ver directamente la mano de la señorita se cubrió con la mano izquierda y se colocó en posición defensiva con el cuchillo al frente. Mientras gritaba —¡Chauve mork masio!

—Lo siento, pequeño, sólo quería verte. Mis ojos no son tan buenos como los tuyos en la oscuridad. —Ella entrecerró un poco la mano lo que le permitió a Auru poder ver que estaba rodeado: detrás un hombre de piedra, delante Moxal y la otra que olía similar a ella, a su izquierda, bloqueando la ventana, una cuarta persona.

—Gracias por venir, Dies. Fue justo a tiempo, parece. —Le dijo Moxal al cuarto integrante.

—Lord Talis dijo que lo que sea por usted, antigua directora.

—Sí, sí. Talis ha sido un buen chico. 

El hombre al que se refirieron como Dies dijo entonces algo que Auru no esperaba —Hioser, nastvasdrer.

—¿Dui... hver er dui? ¿Hvopdas ver dui hvopdas dui snasker grogner?

Así transcurrió la conversación entre Dies y Auru.

—Conozco a alguien que lo habla. Él me enseñó, Ivec queue.

—Imposible. —el gato ocultó su cola detrás de sus pantorrillas mientras se ponía en cuclillas y dejaba el cuchillo en el suelo. 

—Soy Dies Archa, estudiante del Colegio de Terra Vetus. Es una ciudad completa que se dedica a aprender y recopilar información. El gran castillo negro. Un castillo es como una casa de campaña hecho de piedra donde caben cientos de corazones. ¿Se dice así? ¿Corazones? Terra Vetus es del tamaño de una ciudad, un lugar mucho más grande que cualquier campamento aki que hayas visto en tu vida, me encantaría mostrártelo. ¿Cuál es su nombre, Ivec queue?

El gato pensó qué tanta información iba a proporcionar: meditó callado sin desviar la mirada de los ojos de Dies Archa durante un largo rato antes de decir —Soy Auru Diente blanco, Ivec queue del campamento de los Dientes blancos, el mismo que tu raza masacró y enjauló. Exijo saber dónde tienen a mis hermanos.

—Lástima mucho escuchar que algo así le haya pasado al campamento de los Dientes Blancos, Ivec queue, Auru. Lamentablemente no lo sabemos.

—¿Cómo no lo vas a saber? ¡Eres un chauve!

—Ustedes llaman chauve a todos los que no son ákis, Auru. Pero, si nos miras cuidadosamente te darás cuenta de que ni siquiera venimos del mismo lugar. La señorita Moxal...

La señora de la casa lo interrumpió —...Renna.

—¿Quod?

—Cum tu me non vident alienaque Moxal; meus nominis et Renna. Non intellexerunt nomen meum.

—Ad nomram. —, dijo Dies en aquél idioma que no comprendía Auru y siguió en grogner, la lengua de los ákis: —Como iba diciendo. Si te fijas cuidadosamente en la señorita Renna y la señorita Titus, ellas son mucho más pequeñas y son albinas: su raza se llama "gazte". El señor que tienes atrás, —Auru no se giró para ver al hombre de piedra que era casi tan alto como su padre, en ningún punto desvió la mirada de los ojos de Dies aunque él ya lo había hecho al menos tres veces, pero sabía perfectamente a quién se refería. —se llama Lebui, su piel no sólo parece tan dura como la roca gris; sino que es tan dura como ésta, ésto es porque él es un samatshe.

—Gazte y samatshe... —dijo Auru sin desviar la mirada.

—Y yo, soy lo más parecido a los hombres que existían desde antes de que dejara de salir el sol. Un antiguo.

El rostro de Dies Archa era moreno, con pelo sólo en la parte interior de la quijada además del cabello: la boca pequeña, con labios muy gruesos. Olía a arena. Sujetaba su cabello en una cola de caballo detrás de su cabeza, su mirada castaña era muy potente, Auru se preguntaba si se daba cuenta del poder que tenía su mirada.

Un antiguo, dos gaztes y un samatshe rodeaban al hombre-gato atigrado, ver las rayas en su brazo, parecidas a las de su padre adoptivo: Groaru, rugido valiente, lo llenó de valor y de un fuerte sentido de responsabilidad. 

—De acuerdo, Dies Archa, cheuve antiguo. ¿Dónde están los integrantes capturados del campamento Diente blanco?

—Lo digo en serio, ivec queue, el bosque es demasiado grande por eso...

—¡Dónde están mis hermanos!

Auru saltó hacia Dies Archa desplegando las garras de su brazo izquierdo. Él sería el primero en caer.

Mar verde: la historia de AuruWhere stories live. Discover now