Libélula.

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Si la rutina, en una situación normal, puede llegar a resultar asfixiante, la rutina dentro de Yue es mil veces peor.

Básicamente todo consistía en levantarse a las cinco de la mañana para ir a correr, luego ducharnos, ir a desayunar, asistir a algunas clases como si fuéramos a una escuela normal, aunque los profesores nos tratan regularmente con odio y agresiones, una consulta psiquiátrica donde a veces te metían en una máquina para analizar qué es lo que tenemos mal en el cerebro, un descanso en la parte externa del edificio, más clases, comida, consulta, clases, consulta, cena y a dormir. Teníamos un toque de queda, así que había que correr a nuestros cuartos para evitar ser castigados, aunque nadie sabe cuál es el castigo.

En la noche del primer día, bajamos a cenar después de un día lleno de insultos velados. Las escaleras de madera por las que subimos al séptimo piso llegaban hasta el comedor, que era una estancia amplia, oscura y con mesas metálicas en las que no cabían más de cuatro personas apretadas para poder comer.

En la mesa frente a mí tenía un plato con una especie de pasta grisácea que se supone era nuestra comida, el agua que nos dieron (que era de color café) y un vasito con pastillas de varios colores. Sí había llegado a tener algo de hambre, justo en ese momento desapareció.

-¿En serio te electrocutan si usas tu defecto? -Preguntó Carrie tocando la mesa con cierta nostalgia con la punta de sus dedos.

-No lo sé... -Respondió Ann mirando detenidamente su mano.

-Yo no lo intentaría si fuera ustedes. -Dije mientras revolvía con un tenedor la pasta gris a intento de comida de mi plato. -Digo... No sabemos si es verdad... Y si les pasa algo no podría curarlas...

El silencio reinó durante los siguientes segundos hasta que Jenna lo rompió.

-¿Cuál es tu defecto? -Le preguntó a Carrie. Sus rizos escarlata estaban amarrados en una trenza para que no llamaran tanto la atención pero todos volteaban a verla cuando pasaba, con ese cabello y esos ojos era imposible no verla.

-Alquimia sobre metal, puedo hacer que el metal tome cualquier forma que yo quiera, puedo crear hasta un tipo de golem metálico con una mesa como ésta.

Un ruido fuerte nos hizo voltear, al parecer Ann había probado algo de la pasta grisácea y la había escupido, tomado un poco de agua y se había casi atragantado con ella.

-A menos de que quieran morir pronto, no les recomiendo que hagan eso. -Dijo Vania mientras se acercaba a nosotras.

-¿Tan mal sabe? -Pregunté ya que de verdad tenía hambre.

-Es asqueroso... -respondió Ann con un hilillo de voz.

Vania rió, agarró una de las pastillas que Ann se tenía que tomar y la echo en el vaso de agua, ésta burbujeo durante unos segundos y cuando terminó era cristalina.

-¿Cómo hiciste eso? -Preguntó Ann sorprendida y se tomó toda el agua de un trago.

-Es una trampa para que nos tomemos los medicamentos, lo mismo pasa con la pasta. -Sonrió de una forma que parecía decir "Es eso o morir de hambre".

-¿Hay algo que te preocupa? -Preguntó Jenna inocentemente.

-¿Preocuparme? -Preguntó Vania. -No, no realmente... Bueno, -se hincó en el piso y apoyó sus brazos sobre la mesa, para que la escucháramos mejor. -Verán, ustedes son los miembros más nuevos de mi piso y yo, como jefa, tengo que hacerme cargo de ustedes a partir de ahora.

-¿Crees acaso que te generaríamos algún problema? -Preguntó Carrie.

Vania rió de nuevo, su risa era suave y armoniosa, cálida en cierto punto... incluso podría decirse que daba color a un lugar tan gris como ese.

Healer: Curación Violeta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora