Quinta Rosa: ten cuidado con los contratos

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El Rey del infierno miró por una de las enormes ventanas de su fúnebre castillo, al cielo del infierno.

-Zero...- murmuró con voz ronca. - nadie dijo que sería fácil, pero haré que olvides a ese inútil vampiro...-

- ¿Un vampiro inútil?- esa voz juguetona la conocía perfectamente.

No hizo falta voltear a verlo.

- Un don nadie, Caina...- respondió sin mucho humor.

El recién llegado se quedó en silencio viendo a su Rey por largos segundos hasta que decidió hablar.

- Mi Rey luce muy decaído...- sonrió de forma suave y endulzó su mirada. - ¿Quisiera que yo le ayude a "aliviar" sus preocupaciones?-

El Rey solo lo miró con cierta indecisión pero muy bien oculta.

– Sin ir muy lejos– solo eso dijo.

Caina asintió sin borrar su sonrisa, se acercó a su Rey y le tomó de la mano para guiarlo hasta una una de las habitaciones , la más cercana que había por ese lugar.

Una vez que estuvieron frente a ésta, abrió las pesadas puertas oscuras.

No creo que lleve mucho tiempo, señor Lucifer

Caina sonrió e hizo sentar al contrario y luego colocó sus manos en los hombros de éste.

Se concentró y rebuscó en la consciencia y corazón de su Rey, hallando sentimientos y pesares que antes no había encontrado o más bien no se le fue permitido ver.

Frunció ligeramente su ceño.
No le gustaba, esa persona estaba ocupando mucho en su señor. Las preocupaciones eran muchas y más extensas:

El infierno, los demonios, sus enemigos, Zero... Los humanos.

Sus ojos, que antes brillaban en playa volvieron a un tono más opacos y normales.

Alivio...

Soltó un suspiro suave y bajo. Y al fin levantó su rostro para mirar al híbrido.

- Gracias- habló el rey de los demonios.

Caina, quitó sus manos de los hombros del mayor y sonrió.

- Siempre estaré cuando me necesite y lo sabe perfectamente, mi Señor- después de que dijo esto retrocedió unos pasos. - Lo ama bastante- no era una pregunta en realidad, lo había sentido cuando se alimentó de los sentimientos abrumadores del Príncipe de las tinieblas.

El rey solo se puso de pie y comenzó a caminar hasta la puerta, la abrió y antes de irse dió la respuesta.

- Si - simple, pero Caina supo que era la más sincera.

La puerta se cerró cuando su Rey se retiró.

- Mi señor...- murmuró bajo. Se dejó caer de rodillas con su mirada en el piso. - Desde un principio lo supe...- y aún así se había ilusionado - Su amor jamás me pertenecerá...- se dijo así mismo, no sabía cómo sentirse realmente.
Había golpeado el suelo, estaba molesto.
Si tan solo fuera él... Porqué él y yo...– negó con la cabeza, no debería sentirse. Aún si la envidia lo carcomía por dentro...

Se puso de pie, y aún apretando los puños salió del cuarto.

Debo seguir con mi trabajo...–

.

.

Lucifer había caminado fuera del enorme castillo congelado, llegando a los jardines infernales, donde hermosas rosas de colores inimaginables crecían, enroscadas en esqueletos, muros y postes destruidos.

MI QUERIDA ROSA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora