Capitulo II

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CAPITULO II

Para ser un planeta desértico, había bastante población en la ciudad. Ben estaba sorprendido, debía de admitirlo. Aquel planeta no era ni por asomo un lugar hermoso. Era caluroso, arenoso y seco. No tenía nada como Corruscant u otros planetas que él visitaba asiduamente. Observó la pequeña ciudad repleta de vendedores ambulantes, esclavos y cazadores de fortunas caminando de un lado a otro. Los puestos de comidas no eran atrayentes a la vista. Parecían tener muy poca higiene.

—Eso luce delicioso,— comentó Rey, señalándole uno de aquellos puestos. La comida que señalaba parecía ser algún tipo de animal asado. Ben no fue capaz de precisar si era una rata u algún otro.

Arrugó la nariz. —No lo parece,— le rebatió. Ella se rió y su sonido fue música para sus oídos. —¿Qué?—

—Eres demasiado quisquilloso,—

—No lo soy.— Él no era quisquilloso. ¿Cómo podía decirle de esa forma? —Solo señalo que eso no luce bien,— miró con desagrado aquel animal asado. El vendedor, una criatura de grandes ojos verdes, lo miró con antipatía por su crítica.

Rey le pagó al vendedor y tomó el animal asado en una especie de palillo. —¿Lo has probado?—

—No.—

—¿Cómo sabes que no es delicioso?— La joven le puso delante de su rostro el palillo. Él se apartó. —¡Pruébalo!—

—No.— Prefería morir de hambre antes de caer tan bajo. En ocasiones se encontraba recordando las comidas en otros lugares de la República. Restaurantes elegantes, cocineros reconocidos en toda la galaxia. Sus padres le dieron una buena vida de niño, y luego, en sus años de oscuridad continuó practicándolos.

Ahora que había vuelto a la luz y a la vida solo había comida realmente desagradable.

Su acompañante se encogió de hombros y le dio una mordida a su comida. Lejos de hacer algún tipo de gesto desagradable, Rey gimió de deseo. —Es delicioso,— exclamó con la boca llena. En sus treinta años jamás había visto a una persona comer tanta chatarra como ella. Era increíble, debía de admitir. Rey era pequeña, parecía frágil por su aspecto físico. Pero no solo era increíblemente poderosa en la fuerza, sino que tenía un estomago de acero capaz de comer cualquier porquería que se topara.

Ella volvió a pegarle en el rostro aquel nefasto platillo. —No, gracias.— Una vez más se repetía a sí mismo que prefería comer arena antes de probar aquella cosa. —No vinimos solo a comer aquí, ¿no?— Aquel lugar lo incomodaba. Estar vestido como todo un granjero de agua en Tatooine era la cosa más humillante que había hecho en su vida. Le costaba bastante acoplarse a ese estilo. Rey, por otro lado, parecía estar feliz de la vida.

Solo por ver esa felicidad en los ojos de la muchacha él podía sacrificarse.

Ella lo miró, antes de sonreír ampliamente, con sus labios cubiertos por la salsa de la comida. —Estás sonriendo...—

Él frunció su ceño. —¿Yo? Claro que no...—

Rey se rió. —Eres tan terco, Ben Solo.— Él chasqueó la lengua, negando la cabeza. —Necesitamos un motor para el podracer que está en la casa.— Ella lo tomó de la mano, y su corazón dio un giro en su pecho. Sabía que era tonto sentirse así, pues había compartido mucho más con ella que un simple apretón de manos... pero no podía evitarlo. Él había visto más de ella que cualquier otra persona en la galaxia entera, y podía admitir sin titubeos que adoraba cada partícula de Rey.

—¿Alguna vez has reparado un podracer?— preguntó curioso.

Ella negó la cabeza. —No realmente, pero no debe de ser difícil, ¿sabes? Reparaba algunas cosas parecidas en Jakku para perder el tiempo. Creo que podré hacerlo.— Lanzó a la basura el palillo de su comida y él, por instinto, limpió la comisura de sus labios con su pulgar. Ella sonrió. —Será genial tener tiempo para reparar algo.—

The AtonementWhere stories live. Discover now