Capítulo 4.

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Apenas amanece, Christopher se levanta de la cama, disfrutando de poder caminar con libertad.

Apaga la lamparita y sale al corredor.

Su estómago gruñe. Huele muy rico y sabe que se sentirá mal después, porque ya sabe lo que es no comer más que una vez al día, cuando Joel tiene que verlo, porque él sí se acuerda de alimentarlo.

De igual forma, no quiere despertar al ojiverde y decirle que tiene hambre, porque le avergüenza lo que pueda decir.

Camina hacia uno de los pequeños sillones y, sin mucha confianza toma el control remoto para poner algo en la tv, con un volúmen considerable para no despertar al chico.

Imagina que podría ir a despertarlo con flores y un beso, como en las películas de princesas, pero luego cree que no le gustará.

No ha visto nada de color en su casa, ni natural.

Creo flores, y ningún cuadro, por lo que entiende que Erick está triste o simplemente no le gusta.

Eso comentaba su madre de los vecinos solitarios.

Luego de varios minutos siente hundirse a su lado el sofá y gira el rostro, mirando con emoción la carita adormilada del ojiverde, quien parece no querer saber del mundo nada.

Pero de cualquier manera, le pone muy feliz saber que está ahí, que podrá verlo cada segundo y aprender cada lunar de su rostro de memoria, porque eso es con lo que quiere vivir, crecer y morir, con sólo su belleza.

Basta y sobra para estar bien.

—¿Tienes hambre, niño? —pregunta, mirándolo también y se pasa una mano por el cabello, alborotándolo.

El castaño simplemente lo mira embobado.

Es perfecto.

Pero termina por negar ante su pregunta.

—Estoy muy lleno...

—Que mentiroso —menciona el ojiverde cuando, acabando de negarlo, su estómago ruge con fuerza por el hueco que siente, entonces el chico se levanta—. Ve a lavarte las manos, vamos a tomar café. ¿Te gusta el pan o prefieres hot cakes?

Avergonzado, se levanta también apagando el televisor y lo abraza, escuchando un suspiro de pesadez.

Aún así, no se mueve.

—Lo que tú quieras yo quiero.

—Pero es algo que te guste, yo no sé...

—Es que —levanta el rostro y le mira a los ojos, notando que está un poquito más alto— yo no quiero que hagas algo por mí. Lo que menos te cueste a mí me hará feliz.

El ojiverde se resiste a sonreír.

Le ha gustado escucharlo y, aunque le da flojera hacer cualquier cosa por las mañanas, se decide por prepararle hot cakes, porque se lo ha ganado con sus palabras.

Pero antes que el castaño lo suelte, simplemente le acaricia el cabello.

—Bueno, me agradas —admite sonriendo—, así que haré algo para los dos mientras te lavas.

El castaño asiente y se apura a soltarlo para ir a lavar sus manos.

Tras volver a la mesa y desayunar en silencio, simplemente intercambiando miradas. Unas cuantas de deseo por parte de Erick y otras más de ternura por el castaño y su enorme amor, lavan juntos lo que han usado y regresan al sillón a ver alguna película.

El ojiverde pasea su mano por la rodilla del contrario y sube por el interior de su múslo, hasta que su mano se detiene bajo la del chico, que lo aprieta.

Latidos acelerados || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora