Capítulo 1O.

176 17 14
                                    

-En realidad no sé como amar -acepta, y mira a la mujer frente a él, que asiente-. Lo hice alguna vez, pero de alguna manera todo ese sentimiento se fue apagando y quedó sumido en algún lugar del que no tengo idea como llamar.

-¿Por eso te acuestas con los chicos que conoces?

Avergonzado, el pelinegro asiente, apretando los labios y, con un suspiro se coloca recto sobre el sillón en el que se encuentra sentado.

-Así es.

-¿Y qué es lo que sientes con eso? -pregunta con duda, mirando al ojiverde directamente, quien se muerde los labios porque no sabe cómo exactamente debe responder a eso- Deseado, guapo, sexy...

-No, no. Eso me hace sentir... -interrumpe, pensándolo y boqueando por no encontrar las palabras correctas-. Me hace sentir algo, ¿sabe? Porque yo casi nunca siento algo, y hacerlo me hace creer que al menos una parte de mí sigue viva.

La doctora asiente, y mira hacia la puerta, la cual está cerrada del todo, pero aún así escucha como una dulce voz canta alguna canción de amor.

-¿Y él? -pregunta de pronto y el ojiverde se relame los labios, sabiendo a lo que se refiere- ¿Es algo tuyo?

-Él es un niño que estoy cuidando -la mujer enarca una ceja al escucharlo, y él se aclara la garganta-. Él no sabe que es un adulto ¿sabe? Era un interno de hospital donde trabajo y pues, no podemos dejarlo totalmente solo, no tiene una familia y necesita alguien a su cargo.

-¿Y te han dejado a tí?

-No, sólo será hasta mañana, porque el chico que lo llevará con él está doblando turnos.

La mujer hace una mueca al ver que el ojiverde mueve las manos con rapidez, un tanto nervioso.

-Erick, debes cuidar de tí para poder hacerlo con él. Deberías llamar a ese compañero tuyo y decirle que le pida el favor a alguien más -espeta realmente seria-. Tú debes arreglar tus propios asuntos y no es bueno que alguien más esté ahí. Mucho menos siendo alguien peligroso, porque por lo que sé, trabajas en el hospital psiquiátrico de alta seguridad.

-Sí.

-Pues entonces de verdad debes llevarlo con el chico que está responsable de él, porque tú aún no estás bien preparado y...

-No -interrumpe asustado-. No, no, por supuesto que no. Dejarlo sería duro para mí. Para ambos.

Ella analiza su expresión y suspira.

-¿Por qué sería duro?

-Él y yo estamos acostumbrados a estar juntos, no puedo simplemente separarlo de mí porque él sufriría y saber que está mal, también me podría así a mí.

Ir con una psicóloga era lo único bueno que en la vida había hecho, desde un par de meses atrás. Pero ahora mismo, con la mirada profunda que la mujer tiene sobre él, pareciendo que escarba en lo más profundo y oscuro de su alma para encontrar algo en específico, siente tantos nervios y quizá un poco de temor por el tema del castaño que lo había acompañado aquella mañana a su sesión semanal que cree que está perdido.

Jamás debió acercarse a aquel lugar.

Y mucho menos porque entiende que la mujer no dejará de insistir con alejar un "problema" más de su vida, y esa es la referencia del otro chico.

-¿Te gusta? -pregunta la mujer, sacándolo de su nube de temores y él, abriendo los ojos ampliamente niega con frenesí.

-No -la mujer parece no creerle y él ya entiende al notar la forma en que lo mira, que esa no es una respuesta que deje satisfecha a la psicóloga-. Eso está mal.

Latidos acelerados || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora