Capítulo 9.

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—... ya te lo he dicho antes —termina de hablar el ojiverde, intentando hacerle creer que no es sólo pasar el rato y suspira con cansancio al ver que el chico no cede—. Dale, que no estoy jugando.

—¿Y cómo piensas que puedo creerte si apenas hace tres días que has pasado conmigo? —replica.

El ojiverde frunce el ceño, creyendo que tiene el punto a su favor ante esa pregunta y sonríe ampliamente.

—Tú dices que me estás amando y vas por el mismo tiempo que yo.

—Con la diferencia que yo te conocí desde mucho antes al menos físicamente.

—Pero no lo recuerdas bien —gruñe y el castaño entreabre sus labios a la vez que se toca el pecho, claramente ofendido—. ¿Lo vas a negar?

—¡Eso ha sido un golpe bajo! —se queja, lanzándose sobre el ojiverde y comenzando a dejar múltiples besitos por su cuello y cara mientras reparte cosquillas en su barriga, haciéndolo reír y sonriendo al escucharlo.

Se siente mal, por supuesto, porque el sentimiento de su pecho es tan fuerte que no entiende cuando ha podido sentir algo así.

No pudo disfrutar de su primer beso, ni de su primera vez, pero al menos agradece que haya sido con él.

Pero siente pena de sí mismo, porque ayudar a Joel ha sido un pretexto sólo para estar con él, dejándose joder de cualquier manera. Y quizá suena rudo, pero es verdad, y él no sólo quiere ser el juguetito que le de placer algunas veces, sino que le gustaría de verdad quedarse todo el tiempo posible con él y hacerle el amor toda la vida.

Pero eso no se puede.

Erick podrá dejarse coger, pero jamás se va a enamorar de un enfermo como él.

—¡Para, para! —grita el chico intentando sacar sus manos de su cuerpo porque no puede más con la risa e incluso ha llorado por el exceso de tal cosa, y poco después el se detiene, quedando frente a frente, jadeante el chico le sonríe, tomándolo de las mejillas— Tú eres diferente a cualquiera, y te aseguro que lo que quiero contigo también es diferente —admite, por primera vez sintiendo sus mejillas rojas... corrección, por segunda, gracias a él—. Ni siquiera yo mismo sé cómo lo haces, pero tengo miedo.

—¿Miedo? —interroga un tanto confundido.

—De enamorarme —menciona desviando la mirada—. Ya sabes, el amor no se me da y la única vez que amé, perdí todo.

Unos segundos de silencio pasan, mientras que el castaño sólo contempla cada detalle del rostro del menor, que aún no le mira.

Lentamente sonríe y, apretándole las manos que aún estan sobre sus mejillas se acerca, probando lentamente de sus labios y tirando con cuidado del inferior, hasta que el chico se mueve para corresponderle.

Su beso es tierno, pero comienza a volverse necesitado y rápido.

Sus dientes llegan a chocar en algún momento y el ojiverde sonríe, justo antes de que un nuevo beso tome inicio y sus lenguas se rocen.

Christopher suelta las manos y, mientras él intenta soltar el botón de su pantalón, el castaño mete las manos bajo su camiseta, acariciando desde su vientre y subiendo hasta tocar sus pezones, y juguetea con ellos.

—El amor no es para temer —suelta, mirándolo morder su labio—, es para sentir y ser feliz.

—¿Y si quizá no funciona en mí?

—Será porque no estás amando correctamente.

El castaño termina por sacar la única prenda del ojiverde y le ayuda a desabotonárse el pantalón, sacándolo de una junto a los bóxers.

Latidos acelerados || Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora