𝔠𝔦𝔫𝔠𝔬

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Siento que me mueven bruscamente y abro mis ojos en alerta

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Siento que me mueven bruscamente y abro mis ojos en alerta. Saco rápidamente mi pistola y la apunto a la persona frente a mi.

–Joder, tía. Estás hecha de nervios.

–Mierda, Nairobi. Que me has pegado un susto.

Sonríe y me hace una seña.

–Venga, arriba que ya ha amanecido.

Me pongo de pie y me dirijo al baño. Lavo mi cara antes de bajarme el mono y sacar mi camiseta gris para asearme. Cuando estoy terminando, siento como abren rápidamente y la cierran con seguro. Por el espejo veo que es Río y una sonrisa de forma en mi rostro.

–¿Has dormido bien?

–Sí, pero Nairobi me ha despertado de un susto.

Ambos reímos y él se acerca hacia mi. Pasa sus manos por mi cuello y lo acaricia suavemente, dejando pequeños masajes. Sus manos pasan a mis hombros y rozan los sujetadores de mi brazier, sus manos siguen bajando y cuando llegan a mis codos, cambia de destino y las pone en mi cintura, atrapándome hacia él. Su rostro está tan cerca que puedo sentir su tranquila respiración. Rozo nuestras narices antes de juntar nuestros labios.

El beso es suave y profundo, pero rápidamente se convierte en uno demandante, lleno de pasión. Sus manos se dirigen a mis muslos y me alza para apoyarme en el lavado. Cruzo mis piernas detrás de sus caderas para acercarlo lo más posible a mi. Sus besos comienzan a descender por mi cuello hasta el valle de mis senos, siento mi corazón acelerándose y el calor apoderándose de mi cuerpo. Traigo de vuelta su rostro hacia mi y lo beso nuevamente.

Un fuerte golpe nos hace detenernos abruptamente y separarnos con las respiraciones agitadas.

–¡Siena! ¿Estás ahí? —Escucho la voz de Denver.

–¡Sí, me estoy aseando!

–¡Pues apúrate, Berlín te busca!

–Joder. —Susurro mirando a Río.

Ambos reímos y lo atraigo para darle un último beso. Me pongo la camiseta nuevamente y subo mi mono hasta la cintura. Toco mi cuello acariciando la cadena que cuelga y sonrío mirando a Río.

–Nos vemos, guapo.

–Espera.

Antes de que pueda dar un paso, me agarra del brazo y deja un pequeño beso en mi frente y luego una corto en mis labios.

–Buenos días.

–Buenos días.

Cuando bajo las escaleras hacia el hall, Berlín me espera con cinco rehenes. Me mira alzando sus cejas y sonríe de la forma tan peculiar que lo hace él.

–Buenos días, preciosa. Vamos, tenemos deberes.

–¿Qué hacemos? —Camino junto a él y los rehenes hacia la puerta de entrada.

𝐃𝐎𝐍𝐓 𝐂𝐀𝐑𝐄 𝐀𝐓 𝐀𝐋𝐋; ʟᴀ ᴄᴀsᴀ ᴅᴇ ᴘᴀᴘᴇʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora