𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

3.7K 235 0
                                    

26 HORAS DE ATRACO

Me sobresalto cuando escucho el disparo. Los rehenes gritan y Nairobi les pide que se tranquilicen. Pero un segundo disparo se escucha y Berlín decide ir a chequear. Con Nairobi tratamos de calmar a los rehenes mientras estos lloran.

–¡Ya, tranquilos!

Berlín bajó elegantemente por las escaleras. Hizo que los rehenes se pusieran de pie y se formaran en fila. Comenzó a caminar entre el pasillo que se formaba de rehenes frente a rehenes.

–Los disparos que han oído procedían de un escarceo con la policía. Ha sido provocado por una rehén que no ha cumplido mis normas y ha tratado de contactar con este teléfono. —Berlín hace sonar el teléfono que tenía en sus manos— Y yo le pregunto: Si el teléfono de la señorita Gaztambide lo tengo yo ¿De quién será este?

Nadie habla.

–¿A alguien le suena esta musiquita?

Tokio camina rápidamente hacia Berlín y no parece muy serena.

–¿Qué ha pasado?

–¿Qué haces? —Berlín la mira serio.

–Todos hemos oído los disparos. Te he preguntado que qué coño ha pasado.

Berlín toma el brazo de Tokio y se la lleva, haciéndonos una mueca a Nairobi y a mi para que le siguiéramos. Las dos caminamos detrás de ellos hasta la oficina. Allí berlín suelta el brazo de Tokio y nos mira para contarnos la verdad.

–Tenía un teléfono. ¿Qué queríais que hiciera, darle unos azotes?

–Darle un susto, joder. No matarla. Cortarle una oreja, como en las pelis. —Nairobi habla.

–Si hubiera dado información a la policía de cuántos y dónde estamos, ahora serías tú la que tendría un disparo. —Dino apuntándome a mi e hice una mueca sarcástica— Pero conservarías tu oreja.

–¿Quién ha disparado? —Pregunte.

–Denver. —Dice Berlín antes de beber de su vaso de agua.

–Joder, ni siquiera eres capaz de ensuciarte tus propias manos. Mandas a otros a hacer tu trabajo sucio. —Digo sin poder creerlo.

–Demasiada sangre caliente. —Berlín responde.

–El profesor dijo que no íbamos a derramar sangre. —Río habla por primera vez desde que entramos a la oficina, él ya estaba aquí— Eran las reglas.

–Pues acaba de producirse un cambio con respecto al control de rehenes. —Berlín alza la voz— ¿Estamos? No se pongan nerviosos, la opinión pública está de nuestra parte y eso no va a cambiar. Cuando se den cuenta de que falta un rehén, ya no vamos a estar aquí. Estaremos muy lejos.

–¿Y lo sabe eso el profesor ya? —Tokio de acerco a Berlín.

–¿Sabe el profesor que te has saltado la primera puta regla del plan? —Digo yo apoyada en la mesa del centro de la habitación. Berlín levanta sus ojos de Tokio para mirarme a mi.

–¿Me vas a hablar tú de reglas? ¿Tu, que por zumbarte a ese idiota habéis revelado vuestras identidades? —Berlín me mira burlesco.

𝐃𝐎𝐍𝐓 𝐂𝐀𝐑𝐄 𝐀𝐓 𝐀𝐋𝐋; ʟᴀ ᴄᴀsᴀ ᴅᴇ ᴘᴀᴘᴇʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora