–Siena.
Me volteo de la ventana para ver a Berlín en la puerta afirmando dos caretas. El hombre alza sus cejas sorprendido cuando ve a Alison atada de boca al suelo. Río está cruzado de brazos al otro lado de la oficina.
–¿Si?
–Vamos, por el caballo de Troya. —Él sonríe alzándome una de las caretas nuevas.
–Vale.
Camino a un lado de él hasta que llegamos al despacho principal que usábamos para agarrar las nuevas caretas que se tendrían que poner los rehenes. Pongo la mía en mi rostro y ambos bajamos con las máscaras en las manos.
–El de lentes es el policía. —Me susurra antes de alejarnos para repartir las caretas.
Los médicos están terminando de coser a Arturo, así que no se percatan del cambio que hacemos. Rápidamente termino de entrar las caretas y me pongo de pie a un lado de la camilla. Helsinki empuja al de lentes y me volteo a verlo, me mira sorprendido y su mirada recorre al resto de minos rojos que usan las nuevas caretas, en decir, a todos a su alrededor.
–Tenemos que marcharnos ya. —El policía le pasa el cronómetro a un médico.
–Señorita, por favor, hemos terminado ya. —El médico se voltea hacia mi— ¿Podemos irnos, por favor?
–Sí. —Respondo— Tranquilamente. Me va siguiendo.
Sigo las instrucciones que me había dado Berlín de escoltarlos a la salida, pero el nombrado interrumpe bajando nuevamente las escaleras.
–¡Doctor! Un momento. ¿Qué tal ha ido la intervención?
–Bien, pero tendríamos que volver en 24 horas.
–Agradezco el interés, pero para el postoperatorio tenemos gente suficientemente preparada. Mi amigo el enfermero... ¿Ya se encuentra mejor?
–Sí, sí, gracias. —Responde el policía.
–Me alegro. Disculpe que no les acompañe, pero les dejo en buenas manos. Siena, cariño, por favor. —Berlín me apunta la salida.
–Vamos. —Les hago una seña a los hombres les pasar por el pasillo entre los rehenes.
–¡Envíen saludos nuestros al exterior! —Berlín alza la voz.
Sonrío cuando veo al hombre de lentes bastante perturbado mientras salía. Cuando las puertas se vuelven a cerrar, me volteo a ver a Berlín. Me hace una seña y sube las escaleras. Suspiro y vuelvo a un lado de los rehenes.
*
Frunzo el ceño cuando veo a Río conectando la única televisión que habíamos dejado en la fábrica por si se nos cortaba la comunicación con el Profesor. Nairobi lo apuraba algo ansiosa.
–¿Qué hacéis?
–Vamos a ver qué dicen de nosotros. —Nairobi me sonríe.
Me siento junto a ellos mientras vemos los noticieros. Luego se nos unen Tokio y después Helsinki y Oslo.
–¡La que hemos liado!
–Madre mía, esto ni los americanos. —Nairobi golpe amistosamente mi hombro— Esto marca España pero con M16. ¡Toma ya!
–Coño, mis padres. —Río dice mientras la sonrisa de su rostro decae.
–Los suegros. —Tokio susurra en mi oído burlesca. Le doy una mirada sarcástica.
Los padres de Río comienzan a relatar los hechos desde su punto de vista. Se veían muy afectados, incluso me llego a poner algo culpable, Rio tenía una buena familia, no era como el resto de nosotros. Mis ojos se dirigen al chico a mi lado, se que era difícil para él. Mi mano busca la suya y él la aprieta cuando su padre dice que él ya no era su hijo, que es como si estuviera muerto. Tokio desconecta la televisión. Se me estruja el corazón cuando veo las lágrimas caer por las mejillas de mi chico.
–Dijo el profesor que nada de noticias externas. —Tokio dice.
Río suelta mi mano y se pone de pie rápidamente para largarse de la oficina en la que nos encontrábamos. Todos lo miramos irse, pero luego sus miradas se posan sobre mi.
–¿Qué? —Digo sin ganas.
–Ve. —Nairobi me hace una seña con la cabeza para que siga al ruloso.
Me pongo de pie y camino por donde se ha ido Río. Lo sigo hasta los baños. Ya es de noche, por lo que se encuentran totalmente oscuros. Abro puerta por puerta los cubículos, hasta llegar al último. Suspiro cuando lo veo con las manos en el rostro tratando de ocultar su llanto.
–Hey...
Levanta la vista hacia mi y puedo ver sus ojos llorosos. Me acercó hasta él y lo rodeo con mis brazos. Deja caer su cabeza en mi hombro y lo escucho sollozar. Se me rompe el corazón y trato de evitar que las lágrimas salgan también de mis ojos.
***
Estaba sentada en el pupitre conversando con Tokio cuando el profesor deja a la vista las llaves del Seat.
–Nairobi y Río, cambiaos de ropa para ir al museo. —Dice mirando a los nombrados que se encontraban detrás de mi.
–¿Yo? ¿En serio? —La morena habla sorprendida.
–Tú. —Responde el profesor.
–¿A la ciudad? ¡Ah! No, pero no me mandes con el niño, mándame con un machote, con Helsinki. ¿Por qué no me mandas con Helsinki?
–Si a Helsinki le va más el pelo en el pecho. —Río sonrió mirando al ruso.
–¿Eh? —Nairobi mira al ruso que estaba en el pupitre del frente.
–¿No íbamos a ir tú y yo? —Río habla en mi oído. Tokio nos mira alzando las cejas.
–Cotejad las cámaras de seguridad con el croquis de mi anterior visita. Necesitamos confirmar la ubicación, los ángulos y los objetivos. —El profesor dice— Vamos, cambiaos de ropa.
Río se aleja para ir a cambiarse. Nairobi se queda en su puesto aún asumiendo la homosexualidad de Helsinki. Tokio me hace una seña y me pongo de pie.
–¿No iba a ir yo con Río? —Digo yo detrás del Profesor.
–No, he cambiado de idea. —Dice sin voltearse.
–¿Si? ¿Qué ha pasado?
–Has salido mucho por las clases, no vamos a arriesgarte aún más. —Dice por fin dándose vuelta.
–¿No confías en mi? —El profesor no dice nada— ¿He hecho algo malo o puesto el plan en peligro?
–No. —Dice él por lo bajo.
–¿Entonces? —El profesor me da una mirada algo culpable— ¿Anna?
–Sí. —Anna era la mujer que me había cuidado cuando mi madre murió y a pesar de todo, siempre habíamos mantenido el contacto.
–¿Cuándo?
–Ayer. —El baja la vista— A su marido se le han ido los estribos. He decidido que no salgas al museo y que no vayas a clases por un par de días.
–Estoy bien. He tenido peores pérdidas. —Siento las miradas de Tokio y Nairobi detrás mío. Tomo las llaves del auto— Voy yo.
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𝐃𝐎𝐍𝐓 𝐂𝐀𝐑𝐄 𝐀𝐓 𝐀𝐋𝐋; ʟᴀ ᴄᴀsᴀ ᴅᴇ ᴘᴀᴘᴇʟ
FanficLA CASA DE PAPEL | SIENA "El atraco más grande de la historia" «Si me quedo contigo Si estoy eligiendo mal No me importa en absoluto Si ahora estoy perdiendo Pero ganaré más tarde Eso es lo único q...