1. Prólogo

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El vio cada uno de mis demonios, y aún así, decidió llamarme "ángel"

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El vio cada uno de mis demonios, y aún así, decidió llamarme "ángel"

     -Anónimo

Crowley llevó a Aziraphel de regreso a la librería luego de su cena en el Ritz. Durante todo el camino, ambos habían permanecido callados, ninguno de los dos quería arruinar el momento, la velada había sido simplemente maravillosa, porque finalmente, luego de seis mil años y los innumerables coqueteos del demonio. Crowley y Aziraphel, habían tenido su primera cita.

-Esa tarta de limón estuvo exquisita. - declaró Azira, rompiendo por fin el silencio, pero Crowley, todavía seguía perdido en el bello recuerdo de ver a su ángel comer. Algo que sin duda, disfrutaba demasiado.

-Supongo que si. - asintió.

Aziraphel avanzó otro par de escalones, y luego se giró hacia Crowley.

-Ahmm... ¿Te gustaría pasar un momento?

El demonio trató de ocultar su sonrisa mientras su corazón (si es que tenía) le saltaba del pecho.

Sin decir nada, cerró la puerta de su amado Bentley, y caminó un poco más hasta alcanzar a Azira.

Cuando entró, Crowley se fue directo al sillón donde sin pensarlo se dejó caer, acomodando su cuerpo de esa particular manera como solo él sabía hacerlo.

Estaba tan acostumbrado a ese lugar, que él también lo sentía como suyo, como si fuera el gato de la casa, o más bien, la serpiente, que conoce cada pequeñito rincón de ella.

-¿Puedo tentarte con un poco más de vino? - inquirió Aziraphel, mientras buscaba con demasiado empeño dentro de su cava, seguro de que su respuesta sería un si.

Crowley lo miró desde su lugar sin perderse ni un detalle, observando cada movimiento, y cada contoneo que su ángel realizaba para encontrar la botella.

-Puedes tentarme con otra cosa - le sugirió sin quitar la mirada de su curvilíneo trasero.

Aziraphel abrió mucho los ojos al escuchar aquella propuesta.

-¿Qué-que has dicho? - preguntó, aún sin podérselo creer.

-No sé cómo explicarlo, pero en este momento, no es vino lo que yo deseo.

Aziraphel sintió el calor en sus mejillas por primera vez en su vida, lo sabía porque había leído sobre ello. Los seres etéreos como él, no estaban hechos para sentir el clima, ni el frío o el calor, pero cuando hace mucho tiempo, exactamente en la antigua Roma, el humano Petronius, decidió abrir su primer restaurante, Aziraphel quedó fascinado. Sin embargo, le costaba mucho creer que un ser tan divino, pudiera encontrar esa clase de placer en la comida humana. Al principio, Azira se sintió culpable, ¿Cómo era posible que un ángel de Dios, profanara su cuerpo con esa clase de chatarra? Como solía decir Gabriel, aunque resultaba bastante difícil, poder resistirse a platillos tan bien preparados como las ostras, o qué decir de los postres, como sus alabadas crepas. Aziraphel, no tuvo ningún duda, cuando se enteró de que la gula, era uno de los siete pecados capitales, de hecho, luego de varios siglos, su cuerpo angelical había comenzado a pasarle la factura, el invento creado por los hombres llamado "báscula" se lo había dejado muy claro, sin embargo, Aziraphel decidió pagar esa pequeña condena, con tal de seguir comiendo las delicias de la tierra. Aún así, ese exquisito placer, era algo completamente diferente a lo que ahora estaba experimentando.

Presagios Inefables - INEFFABLE HUSBANS -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora