5. Dime dónde estás y yo iré a buscarte.

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"A veces te pienso tan fuerte que creo que puedes oírme"

Anónimo.

Habían pasado casi tres días y Azirafel estaba al borde del colapso, Crowley no aparecía por ningún lado y el ángel nunca se había se sentido tan culpable en seis mil años. Ni siquiera cuando por accidente, ocasionó el incendio de la biblioteca de Alejandría, allá por el 391 a.C., todo con la intención de cubrir la inquietante desaparición, de varios de sus más preciados manuscritos, cuando en realidad, era Azirafel quien los había estado robando.
Los libros representan una parte importante para la historia y para el ángel, y sin embargo, la serpiente también se había deslizado en su vida, convirtiéndose en una pieza esencial de ella, porque a pesar de que por varios siglos estuvieron separados, Azirafel tenía la certeza de que algún día volvería a verlo.
El rubio se aseguró de ello cuando decidió aceptar su propuesta. Era la mejor idea que se le había ocurrido por aquella época, aunque tiempo después, la invención de las crepas le hizo competencia.

En un futuro, su postura acerca del arreglo fue de lo más acertada, porque al mismo tiempo, era la coartada perfecta. Los de su bando pensarían que el emisario del cielo, estaría engatusando al demonio, cuando en realidad, los engañados terminarían siendo ellos.
Azirafel no era un ángel cualquiera, Crowley se lo había dejado muy claro en su última cena en el Ritz, pues una pequeña parte de él era digna de lo que lo llamarán bastardo. Azirafel siempre buscaba hacer el bien pero al mismo tiempo, encontrar su propia recompensa en el camino, y por supuesto, la recompensa de ese dichoso arreglo, había sido el demonio.

El ángel tenía la excusa perfecta para estar a su lado sin que nadie pudiera sospechar nada, ni siquiera el mismísimo Crowley, pero en este momento, aquella mentira era algo que lamentaba bastante.

En el transcurso de estos días, Azirafel había hecho de todo, ir a su departamento, visitar cada lugar que Crowley solía frecuentar, contratar al señor Shadwell por si las dudas, o intentar con los poderes de Anathema, incluso, volvió a buscar en el libro de Agnes, algún indicio que le diera una pista sobre el paradero de Crowley.

-¿Crees que los de su bando hayan venido por él? - le preguntó Anathema.

-No. Es demasiado pronto. - aseguro el ángel.

-Entonces ¿Por qué Crowley se iría sin...? - antes de que pudiera terminar la oración, la bruja lo comprendió todo. -¿Acaso ustedes... tuvieron una pelea?

-¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! - respondió, claramente ofendido. Porque si hubiera sido una pelea, después habría venido la reconciliación, pero en cambio, lo que había pasado entre el ángel y el demonio había sido lo mismo de siempre, porque aún sin palabras, Azirafel había rechazado una vez más a su contrario.

Anathema aprovechó para poner los ojos en blanco mientras el ángel estaba de espaldas.

-Tienes que darle más tiempo. - mencionó, tratando de sonar casual, sin embargo, el rubio decidió ignorarla por completo.

De regreso en la librería, después de esa incómoda conversación, el ser de luz celestial estuvo a punto de contactar con Metatrón, pero debido a su última experiencia con el super mejor amigo de Dios, al final optó por no hacerlo.

Desesperado y lleno de angustia, Azirafel se dejó caer en el sillón donde Crowley estuvo sentado la última vez. El ángel pasó la mano por el asiento acolchonado, tratando de sentir su presencia.

De pronto, Azira, recordó que en más de una ocasión, pudo percibir algo diferente en el aura de Crowley. El rubio muchas veces descartó la idea porque la teoría le parecía descabellada, pues todas las partículas y átomos, que giraban alrededor de su contrario, eran muy similares a la sensación del amor.

Súbitamente, Azirafel sintió cómo un rayito de esperanza iba creciendo en el interior de su pecho. De un brinco, se puso de pie y comenzó a dar vueltas por la habitación.

¿Será posible? - se preguntó.

El ángel detuvo sus pasos mientras intentaba calmarse. Respiró hondo un par de veces antes de cerrar los ojos y concentrarse, mientras pensaba en algunos de los momentos que habían vivido juntos. Cuando lo rescató en la Bastilla, cuando le entregó el maletín con sus libros y aquella penosa ocasión del agua bendita, pero sobre todo, cuando le sonrío en el Edén.

Esa primera maldita sonrisa que lo había ocasionado todo, tan hermosa y brillante como una estrella en el cielo.

Inconscientemente, Azirafel sonrió como acto reflejo de aquel recuerdo, y entonces, una vaga sensación familiar apareció dentro de su radar.

¡Era Crowley! ¡Tenía que serlo!

Azirafel trató de expandir la señal mientras intentaba localizarla, pero así como se había manifestado, de la misma forma se había ido.

-¡Por los cielos! - exclamó.

El ángel imaginó lo peor cuando recordó que la única parte dónde su radar no podía llegar, era en el mismo infierno.

Sin perder más tiempo, Azirafel chasqueó los dedos y un taxi apareció libre, esperándolo a las afueras de la librería. Cuando abordo el vehículo, el ángel los volvió a chasquear y todas las calles de Londres estuvieron milagrosamente despejadas.

Zira se dirigía al edificio abandonado que fungía como estación para el cielo y el infierno. Durante todo el camino, el rubio fue monitoreando esa ligera sensación que cada vez perdía más fuerza. - Resiste amor mío, por favor resiste.

Era ridícula y casi vergonzosa, la manera en como habían desperdiciado seis mil años, pero ambos tenían una misión que cumplir y sinceramente, no había tiempo para el romance, aunque en estos momentos, el ángel daría lo que fuera por cambiar la historia, por decirle que sí a sus coqueteos, y fugarse con él a Alpha Centauri.

Cuando llegó a su destino, Azirafel salió disparado hacia la puerta de cristal que poco le importó no cerrar la del taxi.

Las imponentes escaleras eléctricas le daban la bienvenida sumidas en un completo sigilo, ansiosas por llevar su alma celestial directo hacia las llamas del infierno.

Ahora que sabía dónde estaba su espada Azira la  convocó en silencio, y ésta apareció lista para ser empuñada.

El ser de luz celestial levantó un pie sobre el reflejo de la escalera, que se movía como agua turbia por debajo del suelo, listo para sumergirse, pero en ese momento, la voz de Crowley resonó en su mente.

-¡ÁNGEEEEEL! - exclamó, en un grito desesperado con la poca fuerza que le quedaba.

-¿Crowley? - musitó. - ¿CROWLEY?- volvió a preguntar, pero no obtuvo respuesta. A causa del susto, su pie tambaleo un poco y su zapato apenas y tocó las aguas negras, pero ese pequeño contacto, fue suficiente para que una diminuta chispa encendiera la señal de alerta, en las cámaras demoníacas del infierno.

Azirafel salió del edificio buscando de nuevo su voz, pero algo en el aire se había vuelto diferente, como si el grito desesperado del demonio, hubiera cambiado completamente su estructura. El viento comenzó soplar de manera salvaje y atroz, y los turistas empezaron a buscar refugio, los vendedores a cerrar sus negocios, y el señor de los helados, se apresuró a tapar su carrito, pero el tendero del kiosco, que se encontraba enfrascado en una revista para caballeros, tardó demasiado tiempo en reaccionar, para cuando levantó la vista, sus periódicos comenzaron a bailar a merced del viento, flotando entre las olas invisibles del aire.

Azirafel cerró los ojos con la esperanza de encontrar a Crowley, pero la hoja que se había liberado de uno de los semanales, le golpeó la cara con una gran bofetada, como si fuera la mano de alguien.

-¡Por el amor del cielo! - imploró, pero cuando miró con atención la imagen impresa, la vibración de su demonio regresó a modo de cosquilleo. - ¡Ya sé dónde estás! - se dijo.

Está vez, el ángel cerró los ojos preparandose para la teletransportacion, mientras se aferraba con más fuerza al papel, pensando en aquella cabaña ubicada en las colinas de South Downs, en el sur de Inglaterra.

Presagios Inefables - INEFFABLE HUSBANS -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora