3. Vas muy rápido para mi, Crowley

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Librería A. Z. FELL

Era la primera vez que Azirafel no lograba concentrarse en su lectura, Crowley se había marchado de la librería con la cara llena de tristeza. ¿Lo habre alejado para siempre? pensó, mientras cambiaba de página.

Ahora que el problema del armagedón estaba resuelto, Azirafel se había quedado sin un propósito, y sobre todo sin una excusa. Ya no podía esconderse con el pretexto de la ira de Dios, de los demonios o de Gabriel, sin embargo, otra clase de miedo había reemplazado los anteriores, porque, aún si ya no tenía un bando, no es posible que de la noche a la mañana, el ángel abandone los hábitos del cielo. ¿Cómo demonios dejas de ser algo para lo que fuiste creado? Azirafel no conocía otra cosa más que eso, pero ahora, que el tiempo y sus decisiones sólo le pertenecían a él, no sabía qué hacer con ellas.

Azirafel pasó muchas noches imaginando el día perfecto, cuando finalmente, él y Crowley fueran libres de todo aquello que los separaba, aun así, el rubio lo había arruinado de nuevo, causando la misma cara de tristeza que en 1967, cuando el ángel, salió con la peor excusa que alguien hubiera dicho sobre la tierra:

SOHO

1967

La calle de Soho era una de las avenidas más concurridas en Londres, Azirafel lo sabía muy bien porque su librería pertenecía a la zona, y fue también gracias a esto, que el ángel pudo averiguar lo que su amigo estaba tramando, pero luego de su último encuentro en aquella infame iglesia, Azirafel rezó con toda su alma para que Crowley olvidará esa estúpida idea, pero cuando los rumores llegaron, no le quedó más remedio que ceder a su petición.

A pesar de su naturaleza angelical y sobre humana, teletransportarse al igual que otras actividades, requería de un gasto excesivo de energía, es por eso que Azirafel, prefería caminar o en su caso, tomar un taxi (o cualquier medio de transporte dependiendo de la época ) cada vez que necesitaba desplazarse de uno a otro lugar, ya sea por cuestiones personales o para bendecir con algún milagro, sin embargo, esta era una ocasión especial, pues el termo de tartán que tenía entre las manos, contenía una porción del agua más bendita que sólo los ángeles guardianes podían convocar.

Con cada minuto que pasaba, los latidos del ángel le golpeaban el pecho con extremada rudeza mientras esperaba por Crowley en la esquina de la calle.

Azirafel aún tenía dudas si lo que estaba por hacer era lo correcto, pero algo en su corazón también le decía que Crowley se lo había ganado, y no solo por el simple hecho de ser su amigo, sino porque a través de los años, Azirafel había sido testigo de la bondad del demonio, y por mucho que Crowley quisiera ocultarlo, era increíble y casi milagroso que alguien de su calaña, conservará esa clase de sentimientos.

Cuanto las extravagantes luces de la ciudad, resplandecieron como llamas sobre el cabello rojo de Crowley, el ángel se preparó para su traslado a corta distancia, porque de haberse encontrado unos metros más lejos, su recuperación hubiera sido lenta y vergonzosa.

Si tan solo Azirafel supiera, que cuando el demonio lo rescató de la iglesia la distancia rebasaba el límite que permitía una pronta recuperación, no tendría ninguna duda de la decisión que había tomado, porque los pies de Crowley, jamás sanaron después de esas quemaduras que el  describió tan despreocupadamente como estar caminando sobre la playa, cuando en realidad, el dolor que le causó no debería sentirlo nadie, sobre todo porque su naturaleza demoniaca, no hizo más que agravar la situación al pisar suelo sagrado.

Cuando Crowley cerró la puerta del Bentley, Azirafel chasqueó los dedos y apareció milagrosamente en el asiento del copiloto.

-¿Qué estás haciendo aquí? - le preguntó sorprendido. El ángel lo miró rápidamente antes de esquivar su mirada, todo con el único motivo de no perderse en lo atractivo de su nuevo look.

-Necesitaba hablar contigo. - dijo.

-¿Qué? - Crowley estaba preocupado.

-Trabajo en Soho, escucho cosas. - Azirafel trató con todas sus fuerzas de no mostrar más allá del temor que un compañero podría tener por su colega, pero cada vez que se imaginaba un mundo sin Crowley, el dolor en su pecho se volvía insoportable. - Escuché que preparas una travesura para robar una iglesia. Crowley, ¡Es demasiado peligroso! - rezongó, pero mientras más hablaba, más dejaba entre ver el miedo que sentía. - El agua bendita no solo acabaría con tu cuerpo... ¡Te destruiría completamente! - se quejó.

-Me dijiste lo que piensas hace ciento cinco años. - respondió tajante, todavía con el dolor de aquella época.

-¡Y no he cambiado de opinión! - lo interrumpió. - Pero no puedo dejar que arriesgues tu vida. Ni siquiera por algo tan peligroso. - el ángel mostró el termo que Crowley inmediatamente reconoció, sobre todo por el inconfundible patrón que lo identificaba. - Puedes cancelar el robo.

Por un momento, el demonio se quedó sin palabras, y Azirafel rogaba en silencio porque no las dijera.

-¿Es la verdadera? - le preguntó, aún sin podérselo creer.

-La más bendita. - dijo, mientras contemplaba su rostro.

-¿Después de todo lo que dijiste? - Azirafel ya se había expuesto bastante, así que solo asintió.

La altanería y esa actitud de demonio rebelde, habían desaparecido por completo, y en su lugar, había quedado el verdadero Crowley, el que sólo se mostraba cuando  Aziraphale estaba cerca.
El ser de bajo astral miró una vez más el termo, y después regresó la mirada hacia su ángel.

-¿Debería agradecerte?

-Mejor no. - se limitó a decir, intentando mantener esa actitud despreocupada, como si aquel gesto no hubiera ya revelado bastante.

-¿Puedo dejarte en algún lugar? - la voz melodiosa de Crowley, era algo que Azirafel había estado evitando durante muchos años. Los descarados coqueteos del demonio, eran algo que el rubio siempre había admirado, y si las personas tuvieran que adivinar, a cuál de los dos le salían corazones cada vez que estaban juntos, ese sin lugar a dudas hubiera sido Crowley, sin embargo, Azirafel había tenido que ocultar sus sentimientos por varios motivos, y de hecho, hasta este momento lo había logrado.

-No, gracias. - respondió enseguida, ignorando por completo el puchero de Crowley. - Oh... No estés tan decepcionado. Tal vez algún día podamos... No sé... Ir de picnic... Cenar en el Ritz. - lo animó, con una ligera sonrisa.

-Te daré un aventón. A donde quieras ir. - insistió.

Era evidente que Crowley también lo había notado, y aunque tal vez nunca llegaría a decírselo, de alguna manera, ahora lo sabía. Azirafel lo miró una vez más mientras recorría cada parte de su rostro, desde el atisbo de sus ojos, hasta finalizar en su boca, pero ese silencio que generalmente anuncia el preludio de algo más, hizo que el miedo y las ganas, tomaran el control de sus sentidos.

 Azirafel lo miró una vez más mientras recorría cada parte de su rostro, desde el atisbo de sus ojos, hasta finalizar en su boca, pero ese silencio que generalmente anuncia el preludio de algo más, hizo que el miedo y las ganas, tomaran el control...

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-Vas muy rapido para mi, Crowley. - se disculpó, luego de un leve suspiro. Crowley se quedó congelado, mientras intentaba procesar aquella respuesta. Era la excusa mas tonta que se le había ocurrido, a pesar de que el tiempo corría de manera distinta para ellos, en el mundo humano ambos habían pasado por mucho, sin embargo, aquel vago pretexto fue lo primero que salió de su boca.

Azirafel cerró la puerta del Bentley con la poca fuerza que le quedaba, y mientras avanzaba, se negó a sí mismo el mirar hacia atrás, porque estaba seguro de que si lo hacía, su mirada colisionará con la de Crowley, y entonces, ya no podría decirle que no.

Algún día mi amor... Algún día.

Presagios Inefables - INEFFABLE HUSBANS -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora