Y en el comienzo fue el adiós.

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《Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de Roma. Por favor, permanezcan sentados, y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya parado completamente los motores y la señal luminosa de cinturones se apague. Los teléfonos móviles deberán permanecer totalmente desconectados hasta la apertura de las puertas. Les rogamos tengan cuidado al abrir los compartimentos superiores ya que el equipaje puede haberse desplazado. Por favor, comprueben que llevan consigo todo su equipaje de mano y objetos personales. Les recordamos que no está permitido fumar hasta su llegada a las zonas autorizadas de la terminal. Si desean cualquier información, por favor diríjanse al personal de tierra en el aeropuerto; muy gustosamente les atenderán. Muchas gracias y buenos días.》

El anuncio hizo que salte de mi asiento. Mi acompañante me miró asombrado, y yo sólo sonreí y le saqué la mirada de encima, mientras buscaba mi cinturón para abrochármelo, cumpliendo así con las órdenes de la azafata. Miré mi reloj: Las seis y media de la mañana. Había despegado hacía casi ocho horas del aeropuerto de Ezeiza, y había dormido todo el viaje. Ni siquiera había tenido la oportunidad de echar un vistazo hacia afuera, a ver cómo se veía por las ventanas del avión. Me decidí a abrir una, y cuando logré hacerlo, el potente brillo del sol me encandiló.
¿Tanto sol había en Italia a las seis y media de la mañana? Enseguida caí: Ya era casi mediodía. Acostumbrarme al lag me iba a costar, definitivamente.
Me acomodé en el apoyacabezas de mi asiento, preparándome para el aterrizaje. Me preguntaba si el Tucu ya estaría ahí, esperándome. Me daba un poco de nervios volver a verlo después de cinco años, ¿Cómo estaría? Me había enterado que le había ido muy bien jugando al fútbol. No es para menos, yo que había tenido la posibilidad de verlo jugar desde muy chico, siempre supe que iba a triunfar.

-Gala… Galita- la voz del Tucu se escuchó atrás de la puerta de mi cuarto -¿Puedo pasar?-

-Sí, pasá, me estoy pintando- le avisé para que ingresase sin miedo

-Galita- entró y se sentó en mi cama, mientras yo, que le daba la espalda, lo miré a través del espejo que tenía en mi tocador -Te quería decir algo- lo noté nervioso -Antes de que te enteres por los demás-

-¿Qué es, Tucu?- dejé mis maquillajes a un lado y me senté al lado de él

-Qué linda estás- me miró mientras me estaba sentando

-¿Eso era? ¡Tonto!- reí levemente

-No, no… Eso no-

-Bueno, ¿Y qué era?-

-Gala yo…- se puso a jugar con sus manos, sin mirarme, y supe que la cosa venía heavy

-Galu ¿Estás acá?- Sofi, otra de nuestras amigas, abrió la puerta -Ah perdón-

-No pasa nada- la tranquilicé -¿Qué precisabas So?-

-El Tonga está en la puerta- avisó; estábamos todos reunidos haciendo la previa en casa antes de salir a bailar

-¿Le abrís, por favor? Nosotros ahora vamos-
-Mmm bueno… Los dejo solitos- arqueó una ceja y se fue, haciendo una sonrisita pícara antes de cerrar la puerta

-Es una tarada- negué con la cabeza y reí
-¿Algún día van a dejar de insistir con shippearnos?-

-Lo dudo… No entienden que somos como…-

-Hermanos- dijo, al mismo tiempo que yo.

-Bueno, ¿Qué me ibas a decir?- retomé la conversación

-Ah, sí… Gala… Yo… Firmé con la Sampdoria… Me voy a Italia- dijo la última frase casi en un susurro.

No sé lo que sentí al escuchar esas palabras saliendo de su boca. Por un lado, felicidad por él… ¡Estaba cumpliendo sus sueños! Por el otro, me invadió una tristeza enorme, él era mi mejor amigo, mi gran compañero… ¿Qué iba a hacer yo sin él, sin sus consejos, sin que me escuche cada vez que sufría un desengaño, o peleaba con mis viejos, o simplemente estaba en mis días? Por último, también sentía unas ganas terribles de abrazarlo, y esto fue lo que hice. Me tiré a sus brazos, con lágrimas en los ojos y él me contuvo

Amor en Tiempos de Cuarentena | Tucu CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora