Cinéma verité

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Me estaba muriendo de hambre, pero no quería dar el brazo a torcer, así que eran las tres de la tarde y todavía no me había levantado ni para ir al baño. La noche anterior no había salido a cenar tampoco; desde el momento en que me acosté, ahí me había quedado. Estaba enojada, sí, y llena de impotencia. Estaba en una casa que no era la mía, en un país que no era el mío, y con un mejor amigo que hacía años había dejado de ser el mismo. Lo único que tenía -y ni siquiera me pertenecía- era ese cuarto. No quería salir más de ahí. Prefería morirme de hambre antes que volver a ver la cara de Joaquín, y es que encima la había terminado de cagar con la frase de su foto de Instagram, que obviamente era referida a mí.
¿Qué podía saber él de mi relación con Matías, si ni siquiera lo conocía? ¿Si nunca nos había visto juntos, ni siquiera una vez? Es más: ¿Qué podía saber él de amor? Si cuando éramos adolescentes nunca había tenido una relación en serio. Besó a muchas chicas, sí, y hasta se acostó con algunas de ellas. ¿Pero jugarse por amor? Esa palabra no existía en su diccionario. Jamás olvidaré a nuestros amigos, burlándose de él por “dormilón”. Así le decían todos. Ellos sabían que él estaba muerto por una chica -de la cual nunca me quiso revelar la identidad, por más confianza que me tenía- y nunca se animó a decirle nada.
A la distancia y al verlo feliz en las fotos con Desiré, creí que finalmente tuvo la dicha de conocer el amor. Pero ahora, después de haber hablado con él, me daba cuenta de que seguía sin tener idea de lo que era sentir algo por alguien. Y ese ya era motivo suficiente para que no pudiera opinar sobre mi vida, cuando la suya era un completo desastre.

Giré en la cama, quedando de espaldas a la puerta. El mejor plan era dormir, pero mi estómago me suplicaba que ingiriese algún alimento y se ocupaba de mantenerme despierta. Me estaba dando además, mucho calor, así que me destapé. Hacía horas que estaba en tanga y sin corpiño, y es que como no tenía pensado salir del cuarto, era en vano usar pijama.
De golpe, el Tucu entró al cuarto. Y yo con mi tanga y mi cola desnuda apuntando hacia la puerta. La vergüenza que me agarró fue tal que no quería ni voltear a mirarlo. Desesperada, traté de manotear las sábanas para cubrirme el cuerpo, pero los nervios aumentaron mi torpeza, la tela quedó enganchada en algún lado y no llegaba a estirarla hacia arriba. Para colmo, él no se movía de su posición.

-¿Te podés ir?- le grité, algo enojada al ver que no cooperó en tamaña situación

-¿Eh? Sí… Perdón- volvió a salir, y yo me puse el pijama, así nomás, sin ponerme corpiño -Ya podés pasar- le avisé y me quedé sentada en la cama

-Te vine a traer de comer- vi que en la mano traía un plato, algo que en un primer momento ni siquiera noté de los nervios

-No tengo hambre- respondí cortante, y una vez más no era cierto

-Dale Gala- noté su voz algo enojada -No comés desde ayer al mediodía. Estás muy flaca-

-El otro día me diste a entender que estaba gorda-

-Gala, por favor, era una broma. Estás flaquísima, ya es demasiado- me quedé callada unos instantes

-Fue la angustia de la separación- terminé confesando -Me fue consumiendo de a poco. Me dejé consumir. Dejé de comer y empecé a fumar, mucho. Estoy intentando dejarlo, por eso no me viste hacerlo estos días que estoy acá- me angustié -Qué pena haber hecho eso por alguien que sólo me dio migajas, ¿Verdad?-

-No quise decir eso, Gala- se sentó en la cama, de frente a mí

-Ni siquiera lo dijiste. Lo publicaste. Lo vio todo el mundo, aunque nadie sabe para quién es. Yo sí lo sé y eso me basta-

-Me dio bronca que la pases tan mal por alguien que no lo merecía. Ahora que sé esto, me da más bronca todavía-

-A lo mejor no era tan resiliente como pensaste, ¿No?-

Amor en Tiempos de Cuarentena | Tucu CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora