Raphael

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—Ya se puede sentir el invierno en el aire. —Expresaba para mí misma al abrir la ventana de mi habitación.

Son finales de otoño, el viento se hace cada vez más frío y el sol de mediodía ya no es suficiente para mantener la temperatura del cuerpo.

Ver a través de mi ventana el pasar de las personas por las calles adoquinadas, oír la calma de esta pequeña ciudad y respirar el aire limpio con olor a pino gracias al bosque que está a unos metros del departamento, son de los pocos y más dulces placeres que disfruto cada mañana.

La semana apenas inicia y estoy lista para comenzar mi día.

Me ducho y me alisto para bajar a desayunar con el resto de mis compañeros, hoy cocina Gabriel, quien no es muy bueno para esas cosas y creo que debería dejar de hacerlo; Erina se ha enfermado varias veces gracias a sus fallidos intentos de un desayuno común y sencillo.

Al bajar del segundo piso, alcanzo a escuchar unas voces, parece ser que están discutiendo. Voy de inmediato al comedor para ver qué sucede. Lo primero que veo es a Raphael sentado a la mesa leyendo un periódico esperando por la comida e ignorando la discusión que se desataba en la habitación de al lado.

Erina y Gabriel se gritaban a mitad de la cocina, no estoy muy segura de qué hacer; no quiero meterme en asuntos de hermanos pero tengo hambre y la comida estaba junto al campo de batalla que habían creado mis caseros.

Camino directo a la cocina con la intención de preparar algo para desayunar, al pasar junto a la mesa escucho la voz de Raphael hablarme.

—No deberías entrar ahí, esos dos tienen más de veinte minutos peleando.

—No quiero acabar con su discusión o unirme a ella, solo quiero comer algo.

—Escucha lo que te digo; cuando te vean te preguntarán de qué lado estás y cuando les digas que no apoyas a ninguno de los dos por lo que sea que estén peleando, se unirán y comenzaran a discutir contigo.

No dudo que tenga razón, es su hermano mayor y los conoce perfectamente.

—¿Qué hay del desayuno? En un par de horas todos nos iremos a trabajar y no es nada recomendable ir en ayunas. ¿Me equivoco, Señor Doctor?

El mayor de los hermanos rió al escuchar cómo me dirigí a él.

Apartó su mirada del periódico que leía y me miró.

—Desayunemos fuera. Dejemos que terminen su tonta pelea como sea que deba terminar.

No esperó respuesta de mi parte. Se levantó, tomó nuestros abrigos, sujetó mi mano y me llevó fuera del lugar.

A los pocos minutos estábamos paseando por la calle de los restaurantes. Hacía demasiado frío para mí, siempre disfrute del cálido clima de mi anterior hogar y aun no me acostumbraba a este cambio de temperaturas.

El castañeo de mis dientes llamó la atención de mi acompañante, quien comenzó a reír, pero amablemente colocó su abrigo sobre mis hombros intentando resguardarme un poco más del gélido clima.

—¿En dónde desayunaremos?

Intentaba no sonar tan hambrienta pero el gruñir de mi estómago me delató.

—Es divertido salir contigo, no paro de reír.

—No es divertido que te burles de mí.

—No me rió de ti, me rió contigo.

—Es la peor excusa que pudiste decir. Aun no estamos muy lejos de casa, podríamos regresar.

Intentaba no sonar como una niña pequeña pero a su lado no era fácil, había una diferencia de edades muy marcada.

Sueño Lúcido [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora