Olvidarle

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Desperté de mala gana al sentir el gélido viento del invierno entrar por mi ventana, me levanto a cerrarla y regreso a mi cama para cubrirme. Ayer había sido hiriente... no quiero salir de la cama, no hoy. Una lágrima salé y tras ella una más y otra más... no pude contenerme más y comencé a llorar, quería que en cada una de las lágrimas que salían lo sacaran de mi vida de una vez por todas. Esperar por Él solo me detenía de mi destino, mi deber y mi familia.

Mi llanto sale sin poder detenerlo, abrazo una almohada con fuerza e intento ahogar mis gritos con ella. Tengo mis sentimientos mezclados de una manera que solo me hiere más; querer olvidarlo y querer verlo, sentir mis labios sobre los suyos y sentir mi mano bofetear su cara, escucharlo reír y escucharlo llorar... una amargura indescriptible.

Ahora sé que Él y yo no estábamos destinados y que separarnos fue lo mejor para ambos; él me abandonó por ser una débil e insignificante humana, su destino es estar con los de su especie. Y yo debo estar con mi propia familia; obtener mi forma angelical, unirme a un ángel y regresar al Paraíso, de donde nunca debí salir.

Pero... ¿cómo olvidar a alguien con quien te sentías tan bien? ¿Cómo olvidar la alegría, los malos ratos y las emociones que brotaban por sí solas desde lo profundo de tu alma? ¿Cómo olvidar el dolor, la decepción y la tristeza que quedan después de una ruptura que no salió bien? ¿Cómo perdonar? ¿Cómo dejar ir?... ¿Cómo olvidarle?

Tantas preguntas y pocas respuestas.

Cuando sentí que mi pecho estallaría de dolor, unos brazos me rodean por debajo de las cobijas, suelto mi almohada y giro en dirección a la persona que me abrazaba, apretándolo con fuerza y hundiendo mi cara en su pecho desnudo. Su mano acariciaba mi cabello y sus labios besaban mi frente con ternura.

Después de unos minutos de llanto, saco mi cara de su "escondite" y dirijo mi mirada a la cara de quien estaba conmigo; Gabriel. Había silencio entre nosotros, creo que ya era normal con él, era como si no necesitáramos más que vernos para saber lo que pasaba.

Con sus dedos comienza a limpiar los pequeños diamantes que salían de mis ojos y que brillaban al rodar por mi mejilla, su mirada estaba fija en la mía. Un beso une nuestros labios y una caricia en mi espalda baja fueron solo el principio...

— ¿Qué haces?— pregunté entre pequeños sollozos y mi voz entrecortada.

—Quiero que dejes de sufrir, Luna. No sé cuál es el motivo de tu llanto... pero yo... puedo hacer que lo olvides. —Había algo de inseguridad en su voz.

—Eso es imposible. No puedes borrar mi lamento con un beso y un par de caricias...

—Puedo hacerlo. Es mi habilidad innata: borrar la memoria.

Mi ritmo cardiaco se aceleró y ese desgarrador sentimiento del amargo adiós que dejó su partida se intensificaba a cada suspiro.

—Si lo haces— mi titubeante voz a causa del nudo que en mi garganta se formaba, impedía que hablara con normalidad. —, ¿borraras todos mis recuerdos?

—No, es tu decisión elegir lo que deseas olvidar. No tengo por qué saberlo o preguntarte al respecto, solo quiero dejar de ver esa triste expresión en tu bella mirada.

Me quedé en silencio. Vivir con su recuerdo es verdaderamente tortuoso. Comencé a pensar en lo feliz que podría llegar a ser junto a Gabriel o Raphael, sería un arcángel fuerte y sin ataduras a la tierra junto a los humanos... podría cumplir mi destino con la libertad que se me negó al nacer.

—Quiero olvidar, Gabriel. Te pido que me ayudes a olvidar.

No sé si fue el impulso del momento, el calor de la situación o simplemente mis sentimientos expuestos los que me llevaron a hablar y tomar una decisión sin pensar. Pero deseaba verdaderamente olvidar.

—Cierra tus ojos y concéntrate en aquello que deseas dejar de recordar. Una vez lo tengas claro, me encargaré de borrarlo y tú caerás dormida por algunas horas. Al despertar ya habrás olvidado, tampoco recordarás esta conversación.

Cerré mis ojos siguiendo las indicaciones de Gabriel. De mis ojos salían sin parar las lágrimas con tan solo hacer un recorrido por todos esos recuerdos que son tan dañinos para mi frágil corazón. Al final de esos recuerdos, centré toda mi atención en Él y sentía cómo un dolor aún más intenso llenaba mi pecho al saber que ya no sería parte de mí; cómo si jamás hubiera existido.

Una suave presión en mi frente, me hace dar un pequeño salto ante la sorpresa de su tacto. Pronto, la oscuridad que envolvía mi visión se iluminó por una luz blanca y tranquilizante; mi cuerpo se relajaba y una enorme y placentera sensación de alivio me hacía flotar en la calma que tanto anhelaba sentir.

Frente a mí estaban todos esos escenarios que compartí con Él, lo buenos y malos momentos... poco a poco se borraba y se iban con el viento al igual que hojas al caer en otoño. Me sentía rodeada por una cálida briza que hacía bailar todos esos recuerdos, ya sin forma, a mí alrededor; al igual que encontrarme en el ojo de un huracán. Por algunos instantes la arena dorada me dejaba echar un último vistazo a los rostros, a los objetos o a los lugares.

Justo al final, la arena se unió para hacerme ver la imagen de aquella persona, quien causaba dolor en mí, esa silueta se compactó y adquirió la forma de una rosa de oro, la cual, levitó hasta quedar dentro de un pequeño cofre. Escuché el sonido del candado cerrarse y una llave plateada se apareció junto al pequeño cofre, éste último se tornó de color negro y una cadena roja con púas lo envolvió.

Sentí la oscuridad volver a mí y con ella, la paz que tanto ansiaba.

Sueño Lúcido [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora