Epílogo

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—Mmh, me siento satisfecho—, Dijo aplaudiendo así el cuentacuentos.

—Se lo he dicho, el lobo no tiene por qué siempre ser malo—.

—Ya me lo has demostrado...—.

Fuere entonces que un lobo comenzó a llamar a la niña:—¡Hikari!.

—¿Papá?—Le preguntó con incredulidad de verlo en el pueblo.

—Tú madre se molestará mucho ¡Son las 4:30 Por Dios!—Le dijo tomándola de la mano para próximo a ello comenzar a caminar.

Mientras tanto el cuentacuentos se sostiene un poco la cabeza con el puño:—Pequeña híbrido tramposa, contar realidades no es inventar historias.

Ambos se adentraron en el bosque, afuera nevada pero dentro del bosque era bastante cálido y parecía verano.

—¡Vamos que no es tan tarde!—.

—¡También te he dicho que no hables con extraños y mira lo que pasa!—.

—¡No era un extraño!, ¡Era un cuentacuentos y es muy diferente!—.

—¿Entonces dime cuál es la diferencia?—Le preguntó el lobo con una cara burlona—, Apura y baja las orejas para que pases por el atajo.

En sí era ella un híbrido, era un conejo harlequin, parte de su pelaje era de color negro, incluso un poco de su rostro en la parte izquierda dejando una mancha negra... Detrás de ella una enorme cola de lobo de los mismos colores.

—¡Vale; vale!—Le dijo ya un poco molesta.

Pronto ambos llegaron a la pequeña cabaña qué hacía muchos años habían construido, más o menos un poco más que la edad de la niña.

El lobo abrió la puerta:—Ya hemos llegado.

—¡Es muy tarde!—Le gritó la coneja enana y blanca.

Y pronto ha de comenzar a nevar...
La nieve blanca y espesa...

La pequeña se atrevió a susurrar con una sonrisa:—Hoy será día de caza.

La Dulce MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora