Amor a primer sonido.

389 31 38
                                    

Mis ojos habían visto los escenarios más bonitos; cascadas, montañas nubosas, una estrella fugaz, tormentas eléctricas, el atardecer en el mar, la ciudad desde la punta de un rascacielos, un tiburón nadando alrededor de mí, las luces de navidad en mi calle. Sí, mis ojos habían visto cosas increíbles.

Mis manos habían tocado las más suaves de las telas hasta la piel áspera de un cocodrilo. Habían tocado tantas arañas como jirafas y osos. Mis manos habían tocado la suave piel de mamá.

Y qué decir de mi lengua, había probado cada clase de comida que podía. Lo más picoso y lo más dulce, había probado platillos hechos para dioses, que sabían a gloria. Crujiente o blanda, en cualquier presentación, mi lengua había disfrutado de las maravillas gastronómicas.

Mi nariz, oh mi nariz. Puedo recordar el aroma salado del mar, o el de la tierra cuando llueve. Puedo reconocer a mamá por el sólo perfume o a papá por su jabón. Sé que hay fresas con crema aunque me las escondan. Mi nariz ha inhalado aromas deliciosos y aire completamente puro.

Mis sentidos me han hecho experimentar al máximo mi vida, sentirla, olerla, verla, saborearla...pero no escucharla.

No puedo escuchar la lluvia, ni los truenos, ni el nadar del tiburón, ni el sonido del perfume o la carne asándose. No conozco mi voz, ni la de papá o mamá. No puedo escuchar. Así nací.

Y no me había importado mucho, para alguien como yo que no conoce sonidos, cuatro sentidos son más que suficientes y ya hacen de la vida algo increíble.
Así había logrado ir a la escuela y terminar una carrera (biología), había logrado tener los mejores amigos y había logrado viajar por el mundo experimentando todo lo posible. Había logrado todo lo que quería.

Pero cuando era niña recuerdo leer que los pajarillos cantaban con Blanca Nieves, recuerdo ver en algún vídeo infantil que el pollito hace "pío pío", recuerdo a papá tocando el claxon porque el carro de enfrente no avanzaba, recuerdo ver a mamá cantando y recuerdo no haber podido escuchar ese auto que iba hacia mí y me terminó llevando al hospital.

Y entonces quise escuchar. Pero eso no era algo que yo decidía o fuera de la noche a la mañana, requería mucho tiempo.

Afortunadamente mi accidente no me afectó de más, sólo tenía que usar muletas por unos meses, los mismos que me dieron de incapacidad en el trabajo y que usé para intentar escuchar aunque sea un poquito.

Me hicieron dos operaciones y me compré unos cuantos aparatos auditivos, pero no sucedió nada. Hace unos días me hicieron mi tercera operación y esta vez mi aparato auditivo fue hecho en alemania. Llevo casi medio año intentando escuchar la voz de mamá o la risa de papá, incluso escuchar aunque sea el aire. Casi medio año y aunque mamá no quiere que me ilusione, lo cierto es que cada vez deseo más poder escuchar a mi perrita ladrar o a mi vecino con su "escándalo" del que hablan mis papás.

Un año y el sonido para mí seguía siendo lo mismo que un espejo que refleja nada, simplemente no existía.

Y entonces pasó, en una de mis citas de estimulación con mi doctora, escuché un sonidito encantador, a los segundos me informaron que era una campana. Lo primero que escuché fue una campanita y desde entonces no dejo de recordarla, de sentirme superlativamente feliz al ver alguna.

Pero nunca voy a olvidar el día que escuché bien por primera vez y no sólo por eso, sino por lo que escuché.

Estaba en un aeropuerto de Japón esperando a mis amigos y colegas, era más de la media noche así que estaba casi vacío y por lo tanto, no había ruido, según lo que sé.

Antes de llegar al aeropuerto de donde salí, apagué mi aparato puesto que la doctora me informó que si llegaba a escuchar un ruido tan fuerte como el de un avión despegado, me podría lastimar y yo no quería empeorar nada. Cada que viera o sintiera ruido, debía apagar mi aparato. Y mientras estuviera cerca de aviones, seguiría igual.

One shots. |Shawn Mendes| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora