•Capítulo 21: "¿Tuya? ¡Jamás!"♣Celos y venganzas♣

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†• Ego •†

«Deseo ser la causa de tus males y si los hay, 

de tus bienes por igual, quiero quemarte y enfriarte...

deseo ser dueño y señor de tus pesadillas, 

quiero que ardas junto a mi...»

Con un traje a la medida, pareciendo todo, menos un timador, pretencioso y acosador, toco y abrió la puerta haciendo relucir sus tan "esplendidos modales".

— Dereck— Pronuncio ella, tuteándole, juraba que a poco estaba de gemir. Su voz nerviosa y algo atolondrada por la sorpresa de verlo parado ahí, parecía haber pasado años desde que sus miradas se encontraron. Luego en su rostro apareció ¿decepción? ¡¿Estaba decepcionada?!

— ¿Acaso esperabas a alguien más?— no pudo evitar bramar, y su silencio, incomodo, largo y extendido lo irrito. Obviamente que la pelinegra no lo esperaba, lo demostró con una apática mirada, aun sabiendo que él se molestaba con facilidad, no respondió a su "gentil pregunta". — Bueno, lamento decepcionarte "princesita", ahora vamos, que nos están esperando—

Salió de allí sin esperarla, varias veces tentado a hacerle algún elogio a pesar de que cualquiera se quedaría corto ante tanta belleza, se mordió la lengua, pues su expresión decepcionada llegaba a su mente y se le notaba que ella prefería a cualquier menos al castaño, imagino que no lo vería hasta la ceremonia, más bien rogó no estar con él en los ahora (gracia a su imaginación) tan estrechos corredores.

Recordó todas las veces que en pesadillas ella pedía por él entre llantos y gritos ella imploraba que la socorriera, y él ni cojo ni perezoso se desvelaba a su lado, nunca dándose el lujo de presenciar un amanecer junto a ella, no se lo merecía. Se contuvo de besarle o hacerla suya inconscientemente, (ya que él parecía ser parte de la pesadilla misma) Se sorprendió de su gran fuerza de voluntad en más de una ocasión ante tal situación: Ella empapada de sudor y su pijama de seda pegado a su demacrado cuerpo, jugaba con su mente hasta el borde de la locura y no ayudaba en mucho que ella lo invitase a quedarse. A pesar de la incómoda, pero para Max, muy divertida situación, de él rehuyendo de una hembra, sobre todo de una, en estos momentos, tan frágil e inocente chiquilla, hasta le llego a dar pena que la oji-azules nunca lo recordaría, eso pensaron ellos. ¿Tontos no?

Ella lo seguía sin decir ni una palabra, cualquiera que viese aquel panorama, pensaría que él era un millonario comprador acaudalado y ella una sumisa esclava bien vestida, eso, no estaba tan lejos de la realidad, solo que ella no era ni sumisa ni una esclava. Muchas veces se enfrentó a él sin temor a nada, sin temor a perder su vida misma, con tal de hacerlo pasar un mal rato, pero la tarea era difícil cuando la vida de alguien más dependía de ti. Su padre no merecía morir por los arranque de "valentía" que a veces nacía dentro de ella para después morir sin llegar a ninguno lado. Como toda una mujer con buenos ovarios, fría y calculadora cumpliría el convenio y se largaría muy lejos a donde él no pudiese encontrarla. Él era cruel, manipulador, déspota, ni un animal se comportaba como aquel hombre, y pensar que una vez las pastillas la hicieron delirar, delirios de amor, delirios de un lado agradable de aquel inhóspito ser.

¿Cómo una persona como esa podría tocar tan bien? Su música transmitía calidez, tocaban y llenaban el alma, dejando una sensación melancólica, embriagante, sofocante, te incitaba a querer más, a sumergirte en sus melodías

— ¿En qué tanto piensas?— habían descendido al segundo piso, yacían al principio de los escalones que daban a la primera planta, ninguno dio señales de querer bajar. — Al parecer el  encierro os dejo muda.— se mofo este

Nada

Ni una mirada.

Lo ignoro. Ella solo deseaba salir corriendo de aquel lugar y encerrarse en aquellas cuatro paredes y si era posible no salir nunca más, maldijo su suerte, maldijo la hora que decidió salir esa mañana, maldijo que él no hiciera algo íntimo, donde no tendría que sonreír y ser catalogada de vividora, zorra, entre otros insultos realmente originales, ya no quería fingir estar bien. Nunca imagino que su compromiso fuese así, jamás pensó en casarse y menos en estas condiciones. No quería fiestas, ni celebraciones ya que no había nada que celebrar, a menos que poner su cabeza directamente a la orca fuese motivo de celebración.

— No te preocupes, estaré contigo en todo momento— tomo su mano, si con eso quería calmarla, que cambiara de carrera el condenado porque como terapeuta era un asco.

¡No quería estar con él! No soportaba que él la tocara y por la sorpresa de aquel acto ella hizo un recorrido extenso y detallado desde su rosto a su elegante y carísimo traje hasta llegar a donde su mano sostenía la de ella, era la encarnación del diablo vestido de Ángel.

Miro su mano en la suya como si fuesen brasas ardientes, le quemaba, él al parecer había hecho el mismo recorrido y de inmediato sin mucha sutileza tiro de su muñeca junto con ella descendiendo bruscamente cinco escalones de golpe.

— Mira niñata estúpida más os vale no hacerme una escena y comportarte o se me podría olvidar que soy un caballero y arrastrarte de las greñas delante de todos para luego encerrarte en el primer calabozo que encuentre—Al ver que sus amenazas no lograron moverla, la zarandeo, en unas de esas el forcejeo agito sus respiraciones logrando llenar todo el espacio en pura tensión chispeante, ella logro empujarlo desestabilizándolo quedando unos escalones por encima de él.

Sus miradas desafiantes se retaron, ninguno cedía.

Y queriendo ella acabar con la lanzadera de dardos le cruzo por el lado chocando sus hombros, inmaduro, lo sé. Antes de llegar al último escalón la jalo obligandola a engancharse de él.

Relució al parecer una de sus mejores sonrisas de su ambiguo escaparate al descender el último escalón y encontrar a los del servicio, todos menos a Marie y a la tal Vivianne, hacerles una pulcra reverencia. Ella le imito, si él podría fingir ella lo haría mucho mejor y de paso sacarlo de sus casillas, desvelar quién es en realidad

Más alejado de aquel lugar una mujer de ojos bicolores se arreglaba minuciosamente ya que quería ir perfecta a su fiesta de compromiso, su amado solo merecía lo mejor y ella era lo mejor.

— Esta noche serás mío, solo mío— sus labios rojos carmesí sonrieron a su flamante reflejo y tal como apareció en este párrafo así mismo desapareció


«Yo ardí en mas de

una ocasión junto a ti...

¡¿Como osas despreciarme?!

Te haré desear no quemar a nadie mas»


Continuara...





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♣¿Tuya? ¡Jamás! (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora