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— ¿Cuando nos vamos a casar?

La pregunta lo dejó bastante sorprendido. Había sido lanzada y ya, como si de una flecha se tratase. Brian dejó de hacer lo que hacía para poder mirar a su novio que lo miraba desde la cama, expectante, con una camiseta manga corta visible a modo de pijama, y con los pantalones siendo cubiertos por la manta.

— ¿Quieres que nos casemos? —preguntó cerrando el computador.

— Sí. Quiero que nos casemos —respondió con normalidad y sin dejar de mirarlo con atención. Brian avanzó hacia donde estaba para poder ponerse a su lado y mirarlo a la cara.

— Yo también —admitió con una sonrisa ladina.

— Sé que no cambiaría mucho nuestra vida... ya vivimos juntos y todo, pero...

— Rog, sí quiero —aseguró y besó su mano—. Hay que hacerlo. Hay que casarnos.

— ¿Sí? —le sonrió ampliamente.

— Por supuesto... —dijo y rebuscó en un cajón.

— ¿Qué haces?

— Solo tengo esto... sirve como anillo, ¿no? —preguntó Brian sacando un anillo de juguete con un conejo de plástico encima. Roger comenzó a reír.

— ¡Claro que no! —rió—. ¡Te lo dieron en el cumpleaños de tu sobrina!

— Lo siento —río también—. Te lo propondré oficialmente cuando tenga anillo, ¿bien? —lo abrazó por la cintura para acercarlo más.

— Por supuesto —sonrió Roger y abrazó su cuello para besarlo con suavidad.

— Brian, despierta, toca tu medicina.

El nombrado se frotó los ojos ante el llamado de la enfermera. ¿Para qué seguían diciéndole medicina si solo eran analgésicos? Asintió y recibió la pastilla y el vaso con agua que le ofrecían para luego tomarlo con lentitud. A fin de cuentas agradecía el analgésico, las piernas le dolían con intensidad.

No dejaba de preguntarse cuánto tiempo había pasado desde el accidente. Roger había mencionado que estuvo algunos días inconsciente, en los que lo habían operado y todo eso, pero no sabía con exactitud cuántos, y aquello lo tenía bastante exasperado, sobretodo porque lo ponía nervioso no saber la fecha o la hora. Sabía que podía verlo desde su celular, pero le dolía la cabeza cada vez que prendía la pantalla.

Extrañaba sus piernas. Sabía que no volvería a correr, a nadar, que probablemente no volvería a encontrar trabajo, y que quizás de cuántas otras cosas más no se había acordado. Se sentía muy frustrado.

También en cierto modo, creía que su vida social y amorosa se verían bastante complicadas. No podría ir a las piscinas o a la playa con Roger, ni tampoco podría ir a un centro comercial con Freddie, su amigo, sin estar estorbando, mucho menos podría ir a bailar con su novio, o salir a caminar con John, su otro amigo.

Roger... probablemente su vida íntima también se vería afectada. Él no quería que el rubio lo viese como estaba, con muñones en lugar de piernas. Quería su vida antes del accidente, quería no haber sido tan tonto como para haber abandonado al amor de su vida en su aniversario para ir a trabajar. Quería casarse con Roger, aunque fuese proponerle matrimonio concretamente, puesto que todo había quedado suspendido en el aire, ser capaz de arrodillarse para pedirlo, pero en aquel momento solo sentía ganas de dormir, y no hacer nada más.

Soñando que corría por verdes pastizales con un hermoso rubio a su lado, tomándose de las manos.

(...)

Challenge [maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora