— Y cuando mires la luna llena, cuando veas en el cielo miles de estrellas, recuerda nuestros labios unidos, recuerda nuestras esperanzas mutuas. Recuerda mi amor por ti, el que eternamente podrás recibir. Mi amor, mi Bri.
Brian sonrió escuchando a su pareja que seguía cantándole aquella canción que un día improvisó y que terminó siendo algo tan importante para ambos. Los dos tenían una, la habían hecho cuando su amor era de color rosa y las preocupaciones eran inexistentes. Roger se la cantaba cuando Brian tenía insomnio o tristeza, y lo mismo ocurría en el caso contrario.
Pese a la dulce sonrisa en el rostro del mayor, pese al cálido abrazo, al amor existente en el ambiente, el rubio seguía sin sonreír. Algún día volvería a hacerlo, de eso estaba seguro.
Brian, por otra parte, se sentía afortunado, pese a haber perdido sus piernas. Roger nuevamente se dejaba ser en sus brazos. Nuevamente cedía ante las caricias y ante los besos, nuevamente se dejaba abrazar, se dejaba a amar.
— Mi turno, Roggie —le sonrió y esta vez lo acomodó en su pecho.
— Bri, no es necesario... —dijo refregándose un ojo.
— Sí, amor, lo es —aseguró acurrucándolo más. Roger cerró los ojos con fuerza, tan inexpresivo como siempre—. Cuando me miras con tus ojos cielo, cuando pruebo los labios a pomelo...
— Bri, para, por favor —pidió en voz baja intentando no ponerse a llorar—. Para.
— Pero te encanta que te cante —repuso confundido y acariciando su cabello—. ¿Qué pasa, bebé? ¿Está todo bien?
— No sé —murmuró sin abrir los ojos. No mentía.
Brian suspiró y asintió sin saber qué otra cosa hacer. Ya lo estaba abrazando, ya lo estaba tratando como antes, ¿entonces qué quería?
— Amor, yo... no quiero molestar, pero... ¿me das algo para comer? —pidió Brian.
— Sí, Bri, por supuesto —suspiró Roger y se puso de pie para ir a prepararle algo.
— Te amo —dijo Brian.
— Yo también —aseguró—. De verdad que sí.
«No puedo creer estar haciendo esto, como tampoco puedo creer en lo que terminamos. Brian, ¿qué nos pasó? ¿Por qué me haces esto? ¿Ya no me amas? Dime, Bri. Sé honesto. No lo eres desde hace tanto tiempo...
¿Cuándo dejaste de amarme? ¿En qué fallé? ¿Acaso te doy poca atención? ¿Soy malo haciéndolo? ¡No entiendo! No entiendo como una pasantía fue más importante, ¡ni siquiera te pagan! Valgo literalmente nada para ti. Me pusiste precio, ese precio es cero.
Extraño cuando me amabas, Brian. Cuando me decías bebé, o mi niño bonito... recuerdas eso, al menos, ¿no? ¿Recuerdas nuestra canción? ¿Nuestros bailes? ¿Nuestras noches de amor? Y no me refiero a sexo, Brian, me refiero... me refiero a otras cosas. Cuando dormíamos abrazados al otro, cuando nos amanecíamos hablando de cualquier cosa, sin importarnos si al otro día debíamos ir a la universidad o al trabajo... dios, amaba esas noches. Tus ojos brillaban tanto... recuerdo que me gustaba mirarte y jugar con tus rizos. Los movía entre mis dedos enredando uno que otro en ellos. Tú decías que eso te parecía relajante, que ibas a dormirte, y cuando estaba lo suficientemente cerca y distraído, me robabas un beso en los labios, a veces cuando eras más atrevido en el cuello. Y yo sonreía. Me ponía rojo, correspondía o te besaba. Ni siquiera lo hacíamos a veces, solo... solo eran nuestras noches. Nuestros momentos.
Y luego llegaron las discusiones. Luego llegaron los insultos. La vez que me golpeaste. La vez que te lancé una secadora de cabello en la cabeza. Fue esa misma discusión. Me sangró la nariz, y mi violenta respuesta te dejó con un moretón en la frente. Nos disculpamos, prometimos no volver a ser violentos, yo me sentí tan mal, y tú... tú fingías que nada había pasado.
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Challenge [maylor]
FanfictionAdaptarse es difícil, y la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos