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Roger entró a la habitación con algunos medicamentos y los dejó en un mueble de forma violenta. Brian lo miraba desde la cama, sonriendo.

— ¿Cómo te fue en el trabajo, amor? —preguntó. Roger volteó a verlo con la mirada más fría que alguna vez pudo haberle dedicado.

— ¿Es una puta broma? —preguntó con un tono violento.

— Claro que no, cariño, ¿todo bien? —insistió el rizado.

— ¿¡Acaso tienes trastorno de bipolaridad!? —exclamó este—. Vete al diablo, no quiero ni mirarte ahora.

— Aún así estás hablando conmigo —dijo Brian sin borrar la sonrisa. Roger tuvo ganas de ahorcarlo.

— Eres tan...

— ¿Bipolar? ¿Cambiante? ¿Hipócrita? —preguntó.

— Vete al diablo —espetó el rubio dejando la habitación. Brian se arrastró y con esfuerzo se sentó en su silla para luego seguirlo.

— ¿Me harías de comer? —pidió.

— No, cocina tú solo y déjame tranquilo —repuso—. Maldita sea, por qué Fred tuvo que irse más temprano... —masculló lo último.

— Sabes que amo tus comidas, amor —le sonrió y se arrastró hacia donde se encontraba su pareja para tomar su cintura y acercarlo a él, haciendo que cayera sentado en su regazo.

— ¿Podrías bajarme? Esto sería tierno sino fueras un estúpido —repuso mirándolo con rabia.

— Solo estás molesto, cielo, pero estoy seguro que podemos hacer las pases —dijo.

— ¿Qué demonios quieres de mí, Brian? —preguntó el rubio con los ojos llorosos de la rabia y la tristeza que le provocaba lo sucedido.

— Quiero todo —besó su cuello. Roger quería soltarse—. Quiero tus ojos —otro beso—. Tus labios —otro más a tiempo que acariciaba estos—. Tus caricias —esta vez se acercó al rostro de Roger, que lucía con una enorme mezcla de sentimientos—. Te quiero a ti.

— No. Tú no me quieres a mí —repuso—. Tú quieres alguien que te idolatre, sea tu sirviente y que te ame. Yo te amo, pero no te idolatro, y no soy un sirviente.

— Otro no serías tú —repuso y juntó sus labios, Roger se separó sin siquiera corresponder.

— Brian, basta. Déjame bajarme —pidió.

— Vamos, amor, esto te encanta —comenzó a girar la silla en círculos, Roger estuvo por caerse y Brian para evitarlo, lo tomó con fuerza de la cintura. El rubio soltó un quejido por eso, le había dolido.

— No, maldita sea, no me gusta —repuso—. Me gustaría si me amaras realmente.

— No pienses cosas así, Roger —lo tomó del mentón con suavidad y rozó sus labios. Aquellas acciones, desde los besos en el cuello, excluyendo el apretón de la cintura, hubieran derretido al rubio un par de años antes, pero en ese momento las cosas eran distintas. Eran extrañas. Hostiles.

— Pienso así porque eres un maldito bipolar —intentó pararse, pero nuevamente Brian lo impidió, esta vez tomándolo de la cadera.

— Amor, arreglemos todo —pidió.

— Llevamos un año arreglando todo —repuso—. Suéltame.

— Ahora la situación es diferente —repuso y volvió a besarle el cuello, luego la clavícula.

— Déjame en Paz —volvió a pedir—. En estos momentos solo quieres que tengamos relaciones. Te conozco.

— No —repuso—. Quiero que arreglemos las cosas, y si una conlleva a otra...

Challenge [maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora