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Brian comenzó a abrir los ojos lentamente. La luz proveniente del lugar era cegadora y molesta, más blanca que lo usual. Escuchó un sollozo proveniente de Roger. Al menos estaba seguro que era suyo, y a su madre llamándolo por su nombre.

Se sentía extraño. Más ligero, diferente. Mejor y peor al mismo tiempo. Adolorida y con un fuerte dolor de cabeza. No sentía las piernas, ni las manos por la anestesia.

— ¿Rog...? —preguntó logrando verlo. El nombrado se lanzó a sus brazos mientras comenzaba a llorar.

— ¡Pe-perdóname por haberme eno-nonajado! —exclamó abrazándolo fuertemente.

— Tranquilo... tranquilo... ¿qué...? ¿Qué pasó?

— Te atropellaron —dijo su madre—. Un imbécil que había robado un camión. Te aplastó y se dio a la fuga...

— Comprendo...

— Están buscándolo —intervino Roger—. Y cuando lo encuentren lo meterán a prisión.

— Sí, ya lo denunciamos y también ya le tomaron la matrícula —afirmó su madre.

— Eso es bueno —dijo Brian.

— Lo es, mi amor —dijo Roger.

— Al menos estoy bien... —suspiró.

Roger miró a la mujer con preocupación. Ella también lo miro así. Brian estaba confundido.

— Eh... amor... hay... hay algo —dijo el rubio y tomó su mano. Brian lo miraba confundido—. El... el camión te aplastó las piernas y te destrozó el hueso de la rodilla en ambas —comenzó a explicar nervioso y mirándolo a los ojos—. El fémur se te trizó y se te incrustó en los músculos. No... no tenían como arreglarlo y... y tuvieron que amputarte ambas piernas.

— ¿Q-Qué? —preguntó Brian.

— Lo siento mucho, Bri... pe-pero si no lo hacían i-iba a darte una infección y-y qui-quizás hubieras muerto —dijo Roger con los ojos llenos de lágrimas—. N-No quería perderte... no... no pude... perdóname por favor...

— No... Roggie... no hay nada que perdonar —suspiró él y lo abrazó con fuerza a tiempo que besaba su cabeza repetidas veces, y pese a querer sentirse tranquilo, no pudo.

— Voy a cuidarte, ¿sí? —aseguró el rubio acariciando sus rizos suavemente—. Voy a cuidarte todo lo que necesites. Te amo, te amo, te amo. Desde el día que te conocí.

— Gracias, mi amor... yo también lo hago.

(...)

Cuando el horario de visitas terminó y sus familiares y amigos se fueron, lo primero que hizo fue quitarse la manta. Quería ver el estado de su cuerpo.

Sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos y como bajaban lentamente por sus mejillas cuando contempló los dos muñones que tenía desde poco antes de las rodillas. Pensó que sus piernas parecían más un fiambre recién cortado y que probablemente Roger ya ni siquiera querría seguir con él.

¿Quién amaría a un fenómeno?

Tomó su celular y puso la cámara para poder verse el rostro. Este estaba con numerosos hematomas, parches y arañazos. Le costó incluso reconocerse. También debía afeitarse, y ni hablar de las grandes ojeras que tenía bajo sus ojos.

Estupendo, estaba feo y lisiado.

Recostó la cabeza sobre la almohada pensando en qué hacer. En cómo seguir adelante y preguntándose si Roger seguiría amándolo. Preocupado por su futuro y por su vida.

Challenge [maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora