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— Amor, ¿estás despierto?

— ¿Ah? —el rubio dio un poco la vuelta la cabeza, medio dormido.

— Lo siento, no... no puedo dormir —se disculpó, Roger se dio la vuelta con totalidad para poder mirarlo y se restregó un ojo con cansancio.

— No te preocupes...

— Yo... no sé, estoy nervioso.

— ¿Y por qué? —acarició sus rizos.

— No sé... yo... ¿no crees que hemos tenido demasiadas discusiones?

Roger guardó silencio un momento y se acomodó mejor entre las sábanas. Desvió un momento la mirada y luego volvió a mirarlo.

— Yo... yo diría que sí —respondió.

— Lamento... lamento estar desquitándome contigo —se disculpó. Los ojos de Roger se iluminaron mirándolo. La mirada de Brian era la de antes, la mirada que extrañaba—. Entiendo que te estés esforzando conmigo.

— ¿En serio? —preguntó.

— Sí, Roggie... yo... no sé qué me pasa —admitió—. Estoy frustrado y... y molesto...

Roger pensó en cuantas veces Brian había dicho eso. Inclusive antes del accidente. Sus ojos perdieron el brillo, perdieron la ilusión que le causó la disculpa, y solo logró esbozar una pequeña sonrisa fingida, para no lastimar a su pareja.

— No te preocupes, Bri —dijo.

— Gracias, amor —lo abrazó. Roger se quedó tieso, sin saber cómo reaccionar al abrazo.

— No es nada —respondió.

— ¿Quieres hacer algo divertido? —lo miró con cierta picardía, Roger se tensó y simplemente negó.

— Tengo sueño, amor, mejor durmamos —respondió.

— Ow... vamos, Roggie, llevamos meses sin hacerlo —le besó el cuello varias veces, Roger se alejó y le sonrió con nerviosismo.

— Otro día, tengo sueño —lo volvió a abrazar, pero acurrucándose en su pecho. Sabía que Brian no era capaz de negarle nada así.

— Está bien, Roggie —besó su cabeza—. Disculpa.

— No te preocupes, mi amor... —cerró los ojos y se acomodó para seguir durmiendo, Brian lo acomodó mejor y también prosiguió a hacerlo.

Roger fingió dormir, al menos durante unas horas, y Brian se durmió relativamente pronto. El abrazo duró toda la noche, ninguno de los dos quería soltarse.

Los dos tenían heridas que sanar, y ambos estaban dispuestos a hacerlo juntos. A sanarse mutuamente.

Al día siguiente, la alarma del celular de Roger sonó con insistencia. El rubio se separó de su pareja para detenerla, y cuando iba a dirigirse a la ducha, el brazo de Brian lo detuvo.

— Amor —dijo con la voz ronca por haber despertado recientemente. El corazón de Roger dio un salto, amaba cuando la voz de Brian salía así en la mañana.

— Dime —volvió a sentarse a su lado.

— ¿Podrías quedarte aquí hoy? —pidió. Roger dudó, quedarse un día en la casa le había costado su empleo anterior, además necesitaban el empleo.

— Bri... sabes que me encantaría —dijo—. Pero la última vez que me quedé porque estabas enfermo, me despidieron... ahora necesitamos más que nada el dinero.

— Pero amor, el seguro paga todo —repuso Brian dejando un beso en su mano, y prosiguiendo a acercarlo con suavidad para seguir contorneando su brazo con sus labios.

— La.. lamentablemente no... —admitió Roger dejándose acercar y dejándose besar. El de rizos terminó al llegar al cuello y luego lo abrazó con dulzura.

— ¿No? —preguntó confundido.

— No has pagado el seguro —dijo en voz baja. Brian guardó silencio y por un momento solo se oían sus respiraciones calmadas.

— Lo olvidé —dijo Brian en voz baja tras un rato—. Y... y no tenía dinero.

— Yo tampoco tengo dinero, amor —admitió Roger—. Y tenemos que pagar... el hospital, la operación y la hospitalización. Y las consultas kinesiológicas.

— ¿Qué vas a hacer?

Roger suspiró, esperaba una respuesta más cooperativa, que mostrara un soporte mutuo, que dijera "estamos juntos en esto." Esa respuesta solo le confirmaba lo solo que estaba ante todo, cuando Brian tenía y tendría siempre su apoyo y amor incondicional.

— Voy a trabajar horas extra y a conseguir un nuevo empleo —informó con cansancio, su trabajo en sí era estresante.

— Ah, entonces vas a cambiarte —asumió Brian.

— No, amor, voy... voy a tener dos trabajos —informó.

— ¿Dos trabajos? —preguntó confuso.

— Sí, uno en el día y otro en la noche —respondió—. Tendré un rato para dormir, y...

— ¿¡Estás loco!? ¿¡En qué momento vas a cuidarme!? —exclamó Brian molesto—. ¿¡En qué momento estaremos juntos!?

— Bri, estoy haciendo esto por nosotros... —repuso Roger.

— ¡Lo estás haciendo por ti! ¡Para librarte de mí! —repuso.

— Bribri, sabes que yo...

— Te dije que odiaba ese estúpido apodo porque es ridículo —lo regañó.

— Brian, ya para por favor —pidió—. Anoche me pudiste disculpas... anoche dijimos que...

— Bueno, está situación es distinta —repuso—. Me quieres abandonar.

— No es así, amor... —suspiró—. No tenemos dinero...

— Porque soy un maldito e inútil inválido que solo hace gastar, ¿no? —inquirió.

— ¡Maldita sea, ya para Brian! —exclamó Roger cansado—. ¡Todos los malditos días es igual! ¡Para de una puta vez e intenta ponerte en mis zapatos!

— ¿¡Se te olvida que no tengo pies!? —exclamó devuelta.

— ¡Es una maldita expresión! —repuso—. Escúchame, Brian. Estás comportándote como un idiota, me estás tratando como basura, no quieres hacer los ejercicios de la kinesióloga, te victimizas...

— No puedo creer lo cruel que eres, Roger.

— ¿¡Yo el cruel!? —repuso—. ¿¡Yo!? ¡Te he aguantado cada mierda que me tiras solo porque te amo, Brian! ¡Y no eres capaz de apreciarlo, de agradecerlo! ¡Lo único que haces es regañarme y tratarme mal, y después fingir que todo está bien! ¡Pues déjame decirte que no lo está, que nuestra relación dejó de tener amor desde hace un año! ¡Y no es porque no te ame, es porque tú no me amas a mí!

Finalmente lo soltó todo. Brian estaba pasmado y lo miraba sorprendido.

— Lárgate.

— ¿Qué? —preguntó Roger.

— Lárgate de mi departamento —repitió.

— ¡Es mi departamento, yo lo compré!

— ¡Y yo soy el inválido así que lárgate! —gritó. Roger lo miró con rabia y con los ojos llorosos.

— No —dijo.

— ¿Disculpa?

— ¡No pienso largarme! —exclamó—. Voy a ducharme, voy a vestirme, y voy a esperar a que venga Freddie para irme a trabajar. Luego voy a volver a mi estúpido departamento para atender a mi estúpido novio que lo único que hace es quejarse, y lo voy a cuidar.

— Eres ridículo, Roger Taylor —Brian lo miró con una sonrisa cínica—. Te tengo comiendo de la palma de mi mano y así será hasta que me muera.

Roger no dijo nada y simplemente fue a ducharse y al terminar, se vistió y fue a trabajar.

No cruzaron más palabras.

Challenge [maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora