Capitulo 6

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Sentía un aprecio que no la dejaba respirar, sentía que había vivido toda su vida en una mentira. Quiso estar en un sueño y que al despertar todo sería borrado, cerro fuertemente sus ojos como si así pudiera borrar todo. Pero al abrir los ojos; todo seguía igual, las lágrimas, la carta y ese dolor en el pecho que poco a poco le quitaba las fuerzas

—Hermana —susurro con las lágrimas bañando sus mejillas

Guardo aquel trozo de papel mientras buscaba algo más, una pista que la ayudara a dar con o los asesinos. Abrió el armario, removiendo la ropa hasta dar con el fondo, golpeó algunas cajas haciéndolas caer. Un fuerte golpe y el básico que se escuchó le advirtió que ahí era el lugar donde debía buscar, movió aquella caja para luego dar pequeños golpes asegurándose, con la yema de sus dedos paso sobre la rendija, trato de abrirlo con sus dedos pero no pudo la abertura está muy estrecha. Entonces su mirada se poso sobre el escritorio, el abre cartas en específico, contaba con el tamaño perfecto para abrir aquella compuerta, levantó con cuidado de no hacer ruido y sus ojos se posaron sobre aquel cofre.

Anastasia paso las yemas de sus dedos sobre la superficie de aquella caja delineandolo, trato de que aquel cofre se abriera pero fue inútil estaba bajo llave; trato de romper el seguro con el abre cartas pero ni aún así. Soltó un suspiro mientras desviaba la vista hacia el retrato de su hermana que colgaba en la pared, observo detalladamente el retrato para fijarse en la pulsera que cargaba con un extraño dije

—El dije —hablo para el mismo

Camino hasta el tocador de su hermana, rebuscando entre sus joyas, pero no encontró el dije

—No está —alzo la mirada hasta el cuadro —, ¿Lo habrás guardado en algún lugar?

Trato de acomodar aquella compuerta secreta, pero en es escucho pasos que se acercaban dejo la caja cubriendo aquel lugar apresuradamente tomo ma carta y el cofre para volver por aquel pasadizo llegando hasta su habitación, una vez dentro se sentó al borde de la cama, mientras analizaba que es lo que haría. En eso una paloma se poso sobre la ventana, Anastasia se acercó tomando aquel papel que tenía la paloma atada a una de sus patas, los desdobló leyendo aquellas inscripciones «A.N.V.C.5.M»

Procurando que nadie la viera la viera se dirigió hasta las caballerizas, encontrando la figura de aquella persona

—¿Que haces aquí? —susurro mientras miraba a todos lados —. Se supone que estarías cuidando...

No pudo pronunciar palabra alguna cuando una segunda figura se posos frente de ella

—Buenas noches mi reina —se inclino ante ella

—¿Que significa esto Dalton? —miro a su mejor amigo —, se suponía que el no debía estar aquí

—lo siento su majestad —se inclino —, pero el estaba decidido a venir con o sin su autorización

Se quedó viendo aquel muchacho las ganas de ir y abrazarlo se hicieron presentes. Por Dios era su hijo y tenía varios años de no verlo, lo había extrañado y el no se imaginaba cuánto. Pero se guardo todos eso sentimientos y puso su rostro sereno mirándolo con toda la indiferencia que pudo le dijo:

—Eres un imprudente —nego —, solo a ti se te ocurre cometer una estupidez cómo está

Aquel joven sentía como su corazón sangraba ante las palabras de la persona que se suponía debía amarlo sin ninguna condición, pero al igual que ella había aprendido a esconder sus sentimientos, con voz neutral como si sus palabras no le causarán nada le contesto

—Lo siento mi reina —la miro —. Pero no me gusta estar lejos de mi pueblo...

—¿Pueblo? —enarco una ceja interrumpiendo lo —. En pueblo ni siquiera sabe que existes, aún no están preparados para saberlo —trato de explicarle al notar sus bruscas palabras

—Entonces no hay ninguna inconveniente que me quedé en Lingrich —sonrio —. Ya que nadie me conoce, no corro peligro

Los dos se miraron, era claro que estaban en una pelea y ninguno quería dar su brazo a torcer. Los dos querían que su decisión fuera la ganadora

—Su majestad —hablo Dalton —; si me permite, el príncipe tiene razón si está cerca de usted puede protegerlo más de lo que hará estando lejos

—Pero olvidas un pequeño detalle —no aparto la vista de su hijo —. No lo podrás cuidar, por qué enseguida se darán cuenta quien es

—Puede disfrazarse, al igual que yo —sugirió el príncipe —. Así nadie nos reconocería y su majestad estará tranquila

—Bien —acepto con voz tranquila —, en vista de que no podré convencerte de lo contrario lo haremos a tu modo

—Gracias su majestad...

—Pero no puedes acercarte al reino de Apolonia

—¡Pero su majestad! —protestó

—Es una orden si descubren algún parentesco con el rey, no tardarán en saber que eres su sobrino

—Bien —dijo con una sonrisa —. Será como usted ordené, nos retiramos que tenga una exelente noche

Cuando iban en dirección de sus caballos Dalton no pudo evitar preguntar

—¿Encerio le hará caso a su majestad?

—No —dijo seguro —. Solo si dije para que mi madre se convenciera de que lo haría, tengo que ver a mi abuelo se que está muy enfermo

—Pero príncipe si su majestad se entera...

—No tiene por qué enterarse  —montaron los caballos —. Además quién hará su visita al rey no será el príncipe Nicolás —nego —; será un simple vendedor de té

Sonrió mientras golpeaba levemente el costado de su caballo para que empezará a cabalgar, mientras que Dalton lo seguía

—Lo siento mucho hijo mío —dijo Anastasia al verlo alejarse —. Pero todo esto lo hago para que estés a salvó, espero que algún día puedas perdonarme

Una lágrima rodo por su mejilla antes de darse la media vuelta he irse

—Que extraño

—¿Que? —pregunto Anastasia —. ¿Algo malo?

—Tu destino aún no está marcado —le hizo saber —. Pero algo es seguro —aclaro la gitana —. Problemas, dolor, angustia, muerte

Anastasia quiso apartará su mano pero no sé lo permitió

—Tu mi niña —la miro directamente a los ojos —. Cambiarás la historia y la de tus hijos

—¿Hijos? —pregunto

—Pero solo si puedes superar la prueba que estás por vivir —aclaro sin responder a su pregunta —. Una promesa te hará dudar y dependiendo de tu decisión se marcará tu destino

Anastasia se incorporó tragándose el grito que estaba por soltar, llevo sus manos a la cabeza

—Si ese día no hubiera ido con esa gitana —se dijo a si misma —, a lo mejor no hubiera pasado nada de esto

La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora