visita nunca confirmada

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Las responsabilidades de un líder no eran problema para él. Lucifer sabía que era un demonio innato destinado a la grandeza desde el primer día de su existencia. Sin embargo, odiaba con toda su alma las relaciones "diplomáticas" entre el Paraíso y el Infierno. 

Daba pasos lentos por el Desierto de Los Perdidos, un lugar maldito impuesto por el mismísimo Dios, donde ocurrió la primera batalla entre ángeles y demonios hace miles de años atrás. Lucifer miraba la arena incolora hundirse bajo el peso de sus zapatos. El viento golpeaba su rostro fuertemente, como si su mera presencia no fuera permitida en el lugar más abandonado del infierno, El Limbo. El círculo más pobre y ruín, donde los desiertos, y las fuertes corrientes de aire dominaban el ecosistema.

Tres días después de la exterminación y era su deber viajar hasta El Limbo para encontrarse con un representante del Paraíso para discutir los aspectos de la exterminación y  el acuerdo de la fecha para la próxima, explicar la situación en el mundo de los vivos, reportar número de ingresados al infierno y dar un resumen del año de manera pacífica.

Una patada en los huevos para Lucifer, si podía decirse.

Después de unos minutos de caminar por tal paisaje desolador, divisó un pequeño punto verde compuesto por un par de árboles y una pequeña laguna, El Oasis. Siguió su camino con bastón en mano, moría por usar sus poderes, sin embargo, en ese preciso sector, la presencia maldita  era tan pesada que anulaba el poder de cualquier ser, ya sea celestial o infernal. Sus fuerzas estaban centradas en mantener su cuerpo vivo ante el veneno que volaba en el aire cual radiación.

Estaba mareado. Hace días no podía dormir, apenas comía, se sumergía en el interminable papeleo y siquiera mantenía una conversación de unas pocas líneas con Lilith. Su cabeza no paraba de divagar; sus pensamientos reptaban por todos los recovecos de su mente. Lilith, Padre, la exterminación, Alastor...

Este último le originó un ácido sabor en la boca. Su presencia era relativamente inexistente luego de la exterminación. Había tratado de tener algún tipo de contacto con el demonio sin un resultado exitoso. Él sabía que no estaba muerto, podía detectar todas las almas vivas en el infierno a pesar de su estatus o calidad y la de Alastor seguía débilmente latente. Sin embargo, no podía detectarlo realmente. Parecía que su esencia estaba ahí, pero, realmente no estaba ahí. Era una señal distorsionada, como la estática de una radio descompuesta. No sabía si estaba cerca o lejos, respirando o agonizando. No sabía nada y eso lo torturaba.

Finalmente llegó, las ráfagas de aire hacían su capa volar contra su voluntad, simulando unas grandes alas en su espalda moverse contra la corriente. Pisó el césped que contrastaba con la grisácea arena y sintió como el ambiente cambiaba a uno más ligero, sin inclementes aires. Mariposas, ardillas y pequeños pájaros correteaban por ahí y allá, ajenos a su presencia.

Había una humilde mesa de madera con dos sillas junto al pequeño estanque, debajo de un viejo árbol de manzanas. Se dirigió con mala cara hacia allá, rogando en su cerebro que acabara lo más rápido posible. Odiaba todo lo que tenía que ver con el Paraíso, recordaba su viejo yo.

—Hermano.

Odiaba a su hermanito menor.

—Jesús. — el aludido estaba acuclillado en la orilla del estanque, jugando con los pequeños pecesitos.  Se levantó y estiró su mano para saludarlo. 

Lucifer rechazó el contacto con un gesto. Como hijos de Dios, podían sentir y manipular la vitalidad de cualquier alma con tan sólo un pequeño toque. Él sabía que Jesús era incapaz de manipularlo, sin embargo, no perdía ninguna oportunidad para escudriñarlo  durante sus reuniones. Y Lucifer no quería que supiera en toda la mierda que estaba metido, ya que, había incumplido múltiples reglas (aunque probablemente ya lo sabía). 

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2020 ⏰

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