Nathan está obsesionado con protegerme. Tanto que tiene sus propias reglas para la fiesta: no beber, no juntarse con personas que beban o fumen, no irse con nadie, y no ir demasiado lejos en el playa para no ahogarse.
Básicamente, lo último era imposible, aunque recién lo haya descubierto.
Buscamos el lugar de la playa más vacío, por las dudas que algo salga mal, y empezamos a nadar. No pensé que podría sentir tanta atracción hacia al agua. Cuando la vi, tenía tantas ganas de empaparme que dejó de importarme la ropa. Nathan, sin embargo, no se apresuró, se sacó la remera, y la dejó junto a nuestros zapatos antes de entrar.
Debajo del agua podía respirar normalmente. Parecía una sirena, como en mis sueños de pequeña. Un poder extraño para agregar a la lista de regalos: mis manos escupen agua congelada, puedo respirar bajo ella y al parecer una facilidad en acrobacias.
-Si tú puedes respirar debajo del agua, ¿significa que yo no me quemo? -pregunta Nathan. Con la poca ilumunación, lograba ver su rostro nada más por la luz de la luna. El pelo se le pegaba a la frente, y debajo de los hombros estaba sumergido, aunque conocía su torso que hasta podría imaginármelo sin verlo.
-No lo sé, pero, ¿en serio quieres intentarlo?
-Cuando lleguemos. Lo intentamos, después dormimos y mañana a la tarde vamos a tu competencia. De allí, vamos a la carrera. Después te invito a tomar helado o lo que quieras hacer. En serio, cualquier cosa.
La ola que sigue es sorpresivamente más alta que las anteriores, y nos toma por sorpresa, así que ambos somos tapados por ella. Salgo rápidamente, pero Nathan no lo hace, así que entro debajo del agua. No lo veo a mi alrededor, y estoy empezando a entrar en pánico, cuando veo que empieza a agarrarse de mi brazo agresivamente, y con todas las fuerzas que puedo, tiro de él hasta que puede salir.
Toma aire un par de veces, y parece estar bien, pero él nada desde los cuatro años, una ola así no lo habría hundido tanto. ¿Acaso podría ser...?
Ninguno de los dos habla, pero sabemos exactamente lo que tenemos que hacer: salir de allí. Empezamos a nadar hasta la orilla (parece que tardamos una eternidad) y no bajamos la velocidad hasta estar arriba del auto.
-Estoy seguro que alguien me agarró la pierna y me quiso hundir -dice Nathan, sentado con las manos en el volante, sin la capacidad de prender el motor- Una mano me agarró y me tiró -al final, termina prendiendo el motor- Vámonos de aquí.
No soy capaz de pronunciar palabra hasta que llegamos. La noche está mucho más fresca de lo que suelen estar en verano, y Nathan sigue contándome de la carrera en la que va a participar para no entrar en pánico por lo que pasó. Dice que tiene que correr nada más diez kilómetros, porque no pueden dejarlo correr los veintiún kilómetros sino tiene al menos 18, y ni siquiera es competitiva la carrera en la que va a participar él, pero lo va a hacer igual porque no quiere viajar lejos, y porque es de noche, lo cual le encanta. También tiene pensado en terminarla en 33 minutos, o por ahí, pero mientras él sigue hablando yo sigo pensando en lo que pasó en la playa. Obviamente no es normal que alguien te tire hacia el fondo, y menos a la medianoche, y que haya sido una "casualidad" es casi imposible.
-Deja de pensar en eso -repite Nathan- Ya pasó. No hay personas atrás nuestro tratando de matarnos. Quédate tranquila.
-Eso no me resulta muy convincente -él sonríe de oreja a oreja cuándo lo digo- ¿Qué pasa?
-Eres más linda cuando estás preocupada.
Mira hacia abajo y se ríe. Ni siquiera puedo responder que él ya está buscando entre las cosas de su cajón. Cuando veo que saca, me da un escalofrío.
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Congelados.
FantasíaEl destino decidió que Brooke sería el frío, mientras que Nathan sería el calor; pero también quiso que se enamoraran, cuando sabía que sus poderes eran opuestos. Si quieren estar juntos, como lo han estado toda su vida, deben elegir. ¿Escapar d...