Capítulo tres

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Kazuto buscaba entre los heridos a Eugeo, llevándose un gran alivio al verlo entre ellos. Mala suerte que Eldrie se encontraba en las carretas de los muertos. Eso hizo que la madre de Alice se sintiera abatida y decepcionada, ¿ahora con quien casaría a su hija mayor?

Eugeo estaba despierto, miraba a la nada, no teniendo idea de que había pasado tras darle ese último golpe al rebelde. Lo que sí, es que le dolían muchísimo los dedos de la mano izquierda. Se los vio, y los tenía enyesados.

-¿Qué tal te va, Héroe del Imperio?

-Pues...me gustaría cortarme los dedos para que me dejaran de doler. –El muchacho le mostró sus tres dedos enyesados.

-Al menos no se te desprendieron por el disparo. Por cierto, el alcalde quiere hablar contigo. Maldito, te harán Senior del Ejército, ¡salvaste a la esposa del alcalde y a sus dos hijas!

-Me alegra saber que pude proteger a Alice. –Eugeo sonrió para sí mismo, sumamente feliz de lograr su objetivo.

-Ella quiere verte, al igual que Selka.

-Me metes en un maldito lio. Creo que no puede pasar más de una persona por herido...maldición, ¿a quién le diré que pase primero? Selka nos ha visto mal a ella y a mí, aunque mi corazón late por Alice.

La foto ahora se encontraba en el bolsillo de Eugeo, sacándola de ahí, fue que él sonrió. Quería ver a esa mujer en persona, no en una fotografía.

-Y de hecho, tienes suerte. El que era prometido de Alice murió en combate, así que tienes el camino libre. ¿Por qué eres tan suertudo?

-No me agrada que alguien haya tenido que morir para que pueda casarme tranquilamente con Alice... eso es horrible.

-Al menos no llora tu partida...la de su prometido...no creo que la llore.

-Ya lárgate. Dile a quien tú consideres conveniente que pase. –Eugeo soltó una pequeña carcajada, empujando a Kazuto con su mano sana. Él se desquitó apretando su dedo índice en la herida del hombro de su contrario, quien se quejó, entre dientes.

Saliendo de la tienda médica, las dos chicas se acercaron a Kazuto, quien alzó sus brazos hasta la altura de sus hombros, haciendo como que si se rindiera. Asuna, su esposa, que lo veía desde lejos, se le quedó viendo feo.

-La mayor primero. Lástima por ti, Selka. –La mencionada enchinó los ojos, molestándose con su contrario.

Cuando Kazuto se separó de las dos chicas, fue con Asuna, dándole un muy fuerte abrazo y un beso en los labios. Ella estaba muy preocupada, y fue que apenas pudo llegar a la plaza donde se produjo toda la faena.

Separándose del beso, ambos juntaron sus frentes para sonreír con los ojos cerrados. Volvían a estar juntos, lo cual les era infinitamente provechoso.

-Qué bueno que estás bien. –Sonrió ella, abrazando de nuevo a su marido.

-Fue toda una sorpresa lo que pasó, aunque siempre estuve a salvo. Suerte mía que no me tocó pelear en el palacio, ahí las cosas estaban peor y murieron más.

-Regresemos a casa...por favor. –La chica se había puesto a llorar en el hombro de su amado. –Ya vámonos, quiero que termines de estar a salvo.

-Llegaré de inmediato...tengo cosas que hacer todavía. Nos vemos en la noche, amor. –El muchacho le dio un beso en los labios y en el dorso de su mano, secándole las lágrimas con el dedo pulgar. –Llegaré pronto, y lo haré de una pieza.

Asuna tenía la boca temblándole por las ganas de seguir llorando. Se resignó a lo dicho por su marido, marchándose con las demás mujeres y hombres que no eran soldados.

Razdavit' (AlicexEugeo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora