Capítulo cuatro

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Eugeo acompañaba a Alice a su casa, iban tomados de la mano, caminando en la acera de la calle a la vez que un carruaje pasaba haciendo sonar las herraduras de los caballos cada que daban un paso, siendo algo muy melódico.

-El día de hoy fue especial. Ojalá se repita la ocasión.

-Me gustaría que así fueran todos los días antes de que me vaya a combatir a Gabriel. Si pudiera, a la misma hora de siempre.

-¿Me pedirás mi mano antes de irte?

-Por supuesto que lo haré...y, cuando eso pase, ya podré regresar para la boda que tendremos. Kazuto dice que será difícil y habrá muchos muertos, lo que no sabe es que los anarquistas son idiotas.

-Todo aquel que se atreva a traicionar al Imperio y a Quinella de semejante manera, lo es. (Referencia 👀)

-Sin duda alguna. –La caminata redujo su velocidad conforme iban acercándose a la casa de la muchacha.

Los guantes que Alice tenía puestos se sentían suaves por el material del que estaban hechos. Sin embargo, y siendo un poco atrevido, Eugeo, con su mano mala, trató de bajarle el guante a la chica, quien se sorprendió.

-¿Qué es lo que intentas? –Cuestionó.

-Nada malo.

Continuando, el muchacho llegó hasta la muñeca. Ahí fue cuando la propia Alice, sin saber que planeaba su compañero, se lo quitó por sí misma un poco por la curiosidad y el otro porque no quería que Eugeo se lastimara los dedos que seguían sin sanarle del todo.

-¿Se ensució?

-Nada de eso. –El muchacho la tomó de la mano, casi como si nada sucediera. –Prefiero tomar tu mano plenamente...no es lo mismo, no siento esa calidez con esa cosa puesta, y me acalora la mano.

-Hace fresco, Eugeo. –Rió ella, delatando su mentira.

-Bueno, me atrapaste, ¿qué más te digo? Claro que quería sentir tu mano, aunque no quería que te burlaras de mí.

-¿Por qué lo haría si es un detalle tan tierno?

-Las mujeres son crueles con el corazón de los hombres que aman de verdad. Y los hombres somos ciegos por verlas como un simple objeto más de la casa, como un accesorio.

-Eso me parece muy tierno. –Alice le dio un beso en la mejilla, sorprendiéndolo de buena manera.

El joven la vio con ojos incrédulos y una cara de sorpresa altanera. Prefirió sonreírle, dándole ahora él un beso en la nariz.

Al darse un poco más de cuenta, Alice se percató que manchó a Eugeo con su lápiz labial, riéndose un poco al verlo así. Era tierno, de ello no había duda alguna, aunque tampoco es como para que se lo pudiera dejar de forma tan tranquila.

Ella buscó su pañuelo en su escote. Él desvió la mirada, apenado un poco al no saber qué es lo que su contraria se sacaría de ahí.

-Límpiate la mejilla. –Pidió ella, ofreciendo el pañuelo.

-¿Hum?

-Te dejé manchado con mi lápiz labial, Eugeo. –Ella lo limpió, haciendo que el muchacho se llevara la mano hasta su mejilla ya sin rastro del labial.

-Oh, vaya. Es bueno que seas precavida.

-Así es. Nos vemos mañana, Eugeo. Cuídate mucho y no vayas a hablar con alguna otra mujer antes que conmigo.

El muchacho rodó los ojos, sonriendo para sí a la vez que Alice se iba caminando a la siguiente esquina, que era la de su casa. Esperó unos segundos ahí para luego irse, suspirando un poco por amor. Estaba cansado, no serían más de tres minutos los que haría a su casa.

Razdavit' (AlicexEugeo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora