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—Quiero hablar con él. —Ya había terminado de retocarse y no le quitaba la vista de encima. Maiah entornó los ojos, al igual que Catherine.

Estaban cansadas de escuchar a su amiga fantasear sobre Rob. Sin embargo, se apartaron para dejarle paso. Contemplaron la escena desde un lateral, calladas, tratando de pillar la conversación de su amiga.

Ambas estaban confusas, pues Jocelyn había dicho esa misma mañana que quería estar muy centrada en los estudios. Pero también sabían que se le perdía la fuerza por la boca y que siempre terminaba yendo detrás de él.

—¿Qué tal el verano? —fue lo que preguntó Jocelyn nada más llegar a donde estaba Rob. —Eh —la saludó él con una perfecta sonrisa en la cara. Se dieron un rápido abrazo y continuó hablando—: Bien, fue interesante visitar a mi padre en el Saint Lake.

Tienes que venir un año, es espectacular. —Terminó la frase sonriendo a Jocelyn, a lo cual ella contestó con otra sonrisa. Era extraño, pero Rob no estaba rodeado de sus amigos. Por lo general iban como en manada. Se fortalecían los unos a los otros, no dejando nunca a sus compañeros de lado y, sobre todo, tratando de ligar con cualquier chica que se les cruzase. Incluso hacían apuestas. Jocelyn los odiaba.

Maiah siempre se reía de ellos cuando hablaban de Rob. Decía que eran demasiado típicos, incluso sacados de una película de adolescentes de serie B. Claro que Jocelyn siempre salvaba a Rob alegando que «era diferente».
Catherine se reía, Jocelyn se cabreaba unos minutos y Maiah disfrutaba de aquella situación. Al fin y al cabo, las tres sabían la verdad: Rob era igual que sus amigos. —¿Dónde están esos? —preguntó Jocelyn. —Oye, que esos tienen nombre —dijo Rob, fingiendo estar ofendido—. Pues verás: Sam está con Julia, que justo hoy volvía de Italia; me parece que Dustin se ha quedado dormido, no estoy seguro; y antes he visto a Jordan con tu amigo Brent, creo; ¿se llama así? —Jocelyn asintió, impaciente—. La verdad es que Baker lleva un tiempo raro con todo el tema de... —No me interesa Baker —contestó Jocelyn. De su grupo de amigos era el que peor le caía con diferencia, y no temía mostrarlo delante de su amor platónico.

—Bueno, da igual. La cosa es que venía a buscarte... La sirena interrumpió aquello que Rob le fuera a decir. Como por reflejo —porque sentía que alguien la estaba mirando sin cesar— volvió la cabeza hacia sus amigas. Decidió despedirse de Rob y marcharse con ellas. —Lo siento, me lo dices otro día. —Corrió hacia Catherine y Maiah. Esta última se percató de la mirada que Rob le había echado. Fue un segundo, al desviarse de Jocelyn, pero ahí estaba: una sonrisa pícara. La disimulaba muy bien, aunque Maiah estaba segura de haberla visto.

La noche anterior no había sido una pesadilla. Sin embargo, esperaban sobrevivir al primer día del año escolar. Lo único que sabían con certeza era que iban de la mano, dándose ánimos entre ellas. Si estaban juntas, todo iría bien. Oficialmente había comenzado un nuevo curso.
Brent no apareció a la hora de comer.

Las tres amigas se habían reunido en su mesa habitual, en la zona exterior, donde siempre había una temperatura ideal. Allí tenían buenas vistas del Castle High y podían cotillear a gusto sobre sus compañeros sin que estos se dieran cuenta, dado que quedaban algo apartadas. Maiah sacó su comida de la mochila mientras Catherine y Jocelyn ponían en orden las cosas de su bandeja. —Cómo odio que no tengan cuidado —se quejó Catherine, limpiando el exceso de salsa de tomate del borde del plato con un dedo que después se llevó a la boca.

Maiah sacó el tema de Brent, evitando mirar con envidia las bandejas de sus amigas. —¿Creéis que nos odia? —preguntó. —¿Quién? —Jocelyn levantó entonces la cabeza, curiosa. Hasta ese momento había estado apartando una zanahoria a un lado. —Brent —aclaró Maiah, pensando que era obvio hablar de la persona que las había dejado plantadas. —De todos modos, no podemos exigirle que nos cuente lo de Max, ¿no? —Catherine alzó las cejas. —Yo creo que ahora mismo es lo que debería hacer. —Maiah miraba seria a su amiga—. Después de habernos dejado tiradas... Catherine estaba realmente sorprendida con la actitud de Maiah.

—Estás rencorosa, ¿eh? —le soltó, ocultando la verdad en tono de burla. —Lo siento, será el sueño —contestó Maiah. Se asustó por un segundo, pues no quería hablar de sus pesadillas, pero enseguida se percató de que ninguna de las tres había dormido mucho. Estaba a salvo. Sus amigas no contestaron. Terminaron de comer mientras charlaban sobre algunos profesores y el día fue como otro cualquiera. Estaban demasiado cansadas como para quedar después de clase, por lo que todas optaron por irse a casa a descansar. La mañana del segundo día de clase amaneció apacible en Rock Valley.

Las puertas del instituto se abrieron a la misma hora de siempre, el señor Higgs era increíblemente puntual. Tantos años de experiencia hacían que conociera cada recoveco del Castle High, a cada profesor y a cada alumno. A veces daba miedo. A primera hora Catherine aún estaba algo dormida. Había tomado un café pese a que no le gustaba nada, porque sentía que necesitaba algo que la despertara del todo. Y ahí estaba, en plena clase de Geometría. Creyó que sería una asignatura útil a la hora de hacer la matrícula, pues aprendería conceptos que podría aplicar en sus diseños. Miraba al profesor con los ojos entrecerrados, no llegaba a pillar de qué palo iba. Sus compañeros estaban callados, tomando notas como zombis. Veinte minutos después, con la pizarra ya llena de figuras y números, alguien llamó a la puerta. —¿Se puede? —dijo una fina voz.

El profesor Rich pareció sorprendido, pero le permitió el paso. La puerta se abrió lentamente. Entró en el aula la profesora Dolores, con sus ojillos ampliados por las gafas de montura morada que se posaban sobre su pequeña nariz. Vestía del mismo tono que sus lentes, con una holgada blusa y pantalones anchos que le daban un aspecto vaporoso. Se oyó alguna risa al fondo de la clase, como sucedía siempre que la profesora Dolores hacía acto de presencia. Sin embargo, a Catherine la profesora le resultaba fascinante. Por muchas cosas negativas que sus amigas dijeran, siempre la había tenido en muy buena estima.

La manera de caminar por los pasillos, su mirada perdida, esa sonrisa tan característica... Era como si viviera alejada de los problemas que había a
su alrededor, y casi siempre se la veía feliz. —Vengo a hablar a tus alumnos de mis nuevos cursos de este año —le dijo al profesor Rich. Bajo su poblado bigote era difícil verlo, aunque Catherine estaba casi segura de que había esbozado una sonrisa. En cuanto la profesora Dolores entró en el aula, Catherine percibió algo. A juzgar por la fugaz mirada que la profesora le echó, ella también. Fueron apenas unos segundos durante los que sus ojos se encontraron y sintieron que conectaban.

Una sensación muy extraña. Catherine tuvo que parpadear varias veces y coger aire, porque había dejado de respirar. La profesora llegó a la mesa del profesor Rich con un montón de folletos en las manos. Parecía algo aturdida y ahora evitaba mirar a Catherine.

Bajo nuestra piel [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora