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—Bueno, este año hemos... he decidido —se corrigió— que vamos a dejar que vuestras artes fluyan. Por eso empezamos con un nuevo Club de Creación de Vestuario para ayudarnos en el Club de Teatro. Sacó un folleto de tonos grises y rojos. Al hacerlo, se le escurrieron un par del montón que llevaba y, tratando de cogerlos, el resto se le cayó al suelo. Las risas no tardaron en llegar, aunque fueron más discretas de lo que Catherine esperaba. La profesora Dolores recogió sus folletos con rapidez para continuar hablando. Comentó los nuevos cursos, los plazos de inscripción y lo que se podría encontrar en cada uno de ellos. No fueron más de cinco minutos, pero a Catherine le parecieron horas. Dolores no dejaba de volver la cabeza hacia donde estaba ella, aunque evitaba mirarla.¿Por qué se comportaba así? Su actitud cada vez le gustaba menos.

Catherine se mordió el labio con fuerza mientras trataba de entender aquel comportamiento. Había algo de la profesora que no le gustaba nada. Sus extrañas sensaciones se confirmaron cuando al salir, tras despedirse de los alumnos y agradecerle su tiempo al profesor Rich, justo al cerrar la puerta vio sus ojos escudriñando a través del cristal. Y la mirada que clavaba en ella le pareció muy inquietante. Fue tan solo un segundo, lo suficiente para que Catherine confirmara sus sospechas. Era miedo. A la hora de comer las amigas volvieron a su sitio de siempre.

Catherine quería compartir con ellas la actitud tan rara de Dolores. Con el paso de las horas se había dado cuenta de que igual eran paranoias suyas y que aquello no iba a ningún lado, y quería reírse con Jocelyn y Maiah.

Sin embargo, se encontró unos ánimos que no esperaba. —¿Y esa cara? —preguntó en cuanto Maiah llegó a la mesa. —Me encuentro mal —contestó ella, sin mirarla a los ojos. Jocelyn acababa de sentarse frente a Catherine y ambas alzaron las cejas. Conocían lo suficiente a su amiga para saber que no era así, que había algo que no les estaba contando. —Siéntate y come, igual necesitas recargar energías. —Jocelyn se apartó para dejarle aún más espacio. Maiah se sentó como un robot. Tenía la mirada perdida. —Eh, ¿seguro que estás bien? —le dijo Catherine al otro lado de la mesa.

Alargó la mano para tocar la de su amiga y darle ánimos, pero Maiah continuó con las dos debajo de la mesa. —¿Qué ha pasado? —insistió Jocelyn, aún sin tocar la comida. —Nada, chicas, no os preocupéis. Problemas de casa. —Maiah sabía perfectamente que si decía eso sus amigas no iban a preguntarle más durante unos cuantos días.

Habían pactado hacía un tiempo que eran temas que Maiah quería guardarse para ella, y acudía a esa excusa para instalarse en una zona de confort cuando no quería compartir sus problemas. A decir verdad, desde hacía meses la vida de Maiah era bastante monótona.

Los problemas en casa seguían igual, aunque al menos no empeoraban. Lo que temía en aquel momento era el móvil que guardaba en su bolsillo, que había vibrado hacía apenas unos minutos. ¿Dos mensajes en menos de dos días? Aquello era inaudito.

Sería su venganza por no haber abierto la foto del día anterior... —Chicas, tengo algo que contaros —dijo de pronto Catherine. Carraspeó y comenzó a explicarles a sus amigas lo que había pasado con Dolores. Cómo había entrado en clase vestida como siempre, cómo se le caían los folletos... Y cuando llegó la parte en la que debería haber comentado su mirada, omitió todo aquello sin darse cuenta.

Para Maiah y Jocelyn no fue raro, claro, aunque asintieron al oír la historia. En cuanto Catherine terminó de hablar trató de entender por qué no había querido compartirlo. Pensativa, se dispuso a comer sin charlar mucho más. —He hablado con Brent —señaló Maiah, intentando no pensar en el móvil. Pero no separaba la mano de su bolsillo, toqueteándolo sin cesar. Se sentía más segura de ese modo, guardando su secreto.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó Jocelyn. —Nos vemos mañana. Le he dicho que vale. —Pareció entusiasmada y Jocelyn sonrió—. No sé qué haremos, dar una vuelta en el Lagoon Centre o algo así. ¿Os parece? Las dos amigas asintieron. Hablaron sobre los planes de la tarde hasta que sonó el timbre que marcaba su vuelta a clase. Se despidieron con abrazos y cada una se dirigió hacia su aula.

En cuanto Maiah llegó a su mesa en clase de Literatura Clásica, al fondo, en una esquina, se atrevió a sacar el teléfono. No estaba preparada para abrir los mensajes. Hacía un rato había pensado en contarles a sus amigas lo que llevaba pasando todo el verano con aquellos mensajes, pero algo le decía que debía atreverse a luchar por su cuenta.

Cogió aire y clicó sobre la notificación de hacía dos noches. Ahí estaba, justo lo que se temía. La foto era de mala calidad. Estaba muy oscura, pero ella sabía perfectamente que lo que había en ella era su cuerpo. Aquel verano Maiah había tenido cibersexo con un desconocido.

Tras varias conversaciones subidas de tono decidió pasarle una foto, favor que él nunca le devolvió. Maiah trató de no llorar viéndose a sí misma, desnuda, en aquella foto. Se la había sacado frente al espejo, con el móvil en vertical. Era la primera foto desnuda que se había hecho en su vida. Y la última. Había sido una idiota por haber confiado en el primer chico que le decía cosas bonitas. Lo sabía. Había querido vivir su propio romance adolescente y le salió todo mal desde el principio. Se concentró de nuevo en el móvil. El siguiente mensaje, bajo la foto, era un texto.

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"Una pena no poder disfrutar de ello   nunca más, aunque fuera a través de la       pantalla. Pero tiene fácil solución."
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Tragó saliva con fuerza, se recompuso y decidió que tenía que ponerle fin a aquello. Guardó el móvil en la mochila y esperó a que el resto de los alumnos fuera entrando, mientras aguantaba las ganas de llorar. Tenía claro que el desconocido era del equipo de lacrosse .

Lo había descubierto por algunos comentarios, uniendo algunas cosas que le dijo durante aquellas semanas de conversaciones. Odiaba saber que el culpable de aquello paseaba por el Castle High como si nada, mientras ella sentía un nudo cada vez más grande en el pecho. Nunca supo realmente quién era, pero en aquel momento, mirando a través del sucio cristal de la clase, estaba viendo al culpable entrenar al otro lado de los terrenos del instituto, con una enorme sonrisa en la cara, ajeno a todo. Y ardía de vergüenza y rabia.

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⏰ Última actualización: May 28, 2020 ⏰

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Bajo nuestra piel [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora