Tengo la necesidad de contaros algo, la necesidad de contar un hecho que estaba apunto de cambiar mi vida de una manera drástica, y para siempre. Pero no puedo empezar a hablaros de la actualidad cuando no sabéis nada de mi pasado, y eso podría llevar a que no me llegarais a entender por qué tuve la necesidad de hacerlo.
Perdónenme, pero no he sido lo bastante educada, no me he presentado. Me llamo Raquel Murillo, actualmente trabajo en el cuerpo de seguridad. Podria decirse que es un mundo rodeado de hombres, una de las razones por la que logre hacerme más fuerte.
Mantuve una relación por muchos años, incluso me casé, intente ser feliz dentro de ese matrimonio, si lo intente, incluso tuvimos una hija, Paula, la razón por la que hoy en día puedo decir que sigo en pie gracias a ella.
Os preguntaréis que si tan feliz era por qué me encontraba en aquellos momentos metiendo mis maletas y la de mi hija por la puerta de la casa de mi madre, no penséis mal de mi, os lo contaré.
Mi matrimonio nunca fue tan feliz como aparentaba ser, intentaba día a día convivir con ello, lo cual se me hacía demasiado complicado, vivir al lado de un maltratador, si habéis escuchado bien, he estado más de doce años viviendo al lado de un maltratador, pero no siempre fue así, un día cambió de buenas a primeras, y no me quedo de otra que seguir a su lado, supongo que mi mente pensaba que era lo mejor para mi hija, que estuviera al lado de su padre, ya que cuando ella estaba en medio todo era diferente.
Perdón que me desvió del tema, no todo comenzó con los golpes, primero empezó a prohibirme el que debía hacer o no hacer, como debía actuar, como debía de vestirme, y con quien o con quien no podía mantener relación. Al principio puedes pensar que te esta protegiendo cuando estas viviendo en un mundo de hombres constantes, pero después te das cuenta, pero después te das cuenta que no, y cuando intentas defenderte, llego la primera bofetada, no tardaron en llegar los arrepentimientos, pero cuando te dan el primero, el segundo también está cerca...y lo único que intentas esque tu hija no te vea llorar en las noches cuando la arropas, que no te vea ningún golpe, simplemente intentas hacer todo lo que sea por cuidar de esa pequeña, por la que darías cualquier cosa.
Y entonces es cuando me di cuenta de que nada de esto tiene sentido y me divorcie, pues distancias, y me lleve a mi hija conmigo, con la cual seguir haciendo vida, todo por seguir adelante con ella, luchando por ella.
Y entonces es cuando me dieron el golpe más bajo, mi hermana, mi hermana empezó a salir con el, con mi ex marido, y entonces fue cuando tuve el valor de denunciarlo, ya no por mi, ni por mi hija, si no por mi hermana, no quería que ella viviera el calvario por el que yo viví, pero todo fue en vano, ya nadie me creía, no tenía pruebas, solo indicios de una mujer que no había superado su divorcio, y había puesto una denuncia falsa.
Lo único que llegue conseguir, fue la custodia de mi hija, y volver a vivir nuevamente en la casa de mi madre, daba gracias a ello, ya que allí me sentía a salvo, me sentía en paz.-Mamá, la abuela está haciendo bizcocho.- la niña vino corriendo hacia mi al verme entrar por la puerta.
-Si?, ya puedo oler lo rico que huele.-Le regale una sonrisa a aquella pequeña niña que me sonreía con un brillo especial en su mirada
-La abuela está muy contenta de que vivamos aquí con ella.
No pude contestarle, simplemente conseguí atraerla a mi cuerpo y abrazarla lo más fuerte. Aquella niña era lo más importante que tenía, ella junto a mi madre eran las dos únicas personas por las que a partir de ahora debía de luchar con más fuerza.
La casa de mi madre ahora mismo se había convertido en un almacén de cajas, de cajas que empezábamos a vaciar y empezar a colocar en los armarios, tanto como míos, como de paula en el cuarto que mi madre le había dejado para ella al lado del mío. Ella nos aseguraba de que a ella le había venido mejor dejar el piso de arriba para nosotras, y haberse mudado ella al de abajo, ya que con los años ya le sería más difícil subir las escaleras, algo de lo cual yo le negaba, ella estaba demasiado buen para la edad que tenía, si no fuera por aquel problema de alzheimer que empezaría a agravarse un poco más adelante, lo cual aún no debemos adelantarnos aún a los acontecimientos.-Me alegra mucho teneros aquí en casa de nuevo.-Mi madre me colocó sus cálidas manos en mis hombros dejándome un beso en la cabeza, mientras yo no le quitaba la vista a Paula, la cual permanecía entre mis brazos dormida. -Me vais a hacer mucha falta aquí.
-No podía dejarte sola, y menos ahora mamá.- Con la mano que me quedaba libre agarre la suya.- Para estar las dos solas a las afueras de Madrid, que mejor que estar aquí a tu lado, además me pilla más cerca del trabajo, es una suerte.
-La suerte es mia de teneros aquí en casa de nuevo.-Me beso la mejilla.
Mi madre se sentó en el sillón de al lado, teníamos la necesidad de seguir hablando un poco más, éramos concientes de la hora que era, y que era un poco tarde, pero era el único momento que teníamos para hablar y que la niña no estuviera consciente de que hablábamos de ella, y de la situación con su padre, era pequeña, pero sabía de sobra que entendía más de lo que quería.
Y también tuvimos la oportunidad de empezar aquel tema de conversación que me tenía tan preocupada, y era aquel lapsus de memoria que solía ir apareciendo poco a poco.-Deberia de ir empezando a apuntar las cosas..
-Mamá..
-Soy muy consciente que pronto no reconoceré ni la puerta de mi casa..
-Por favor mamá..
Mi madre se quedó unos segundos mirándome fijamente, su cara se podía notar como se iba volviendo cada vez más seria, intente preguntarle que le ocurría pero de pronto, su sonrisa volvió como si nada y su mirada se fue directa al reloj.
-Uy.. cariño si ya es muy tarde, deberías de acostarte, mañana tendréis que madrugar para la escuela.
-¿Estas bien mamá?.-Dije acariciando su mano.
-¿Yo?, pues claro, estoy perfectamente.-Me regalo una sonrisa, antes de levantarse del sillón donde había permanecido sentada, para luego perderse rumbo a su nueva habitación.
No era consciente aún de como iba a ayudarla, pero no la dejaría sola, no me lo perdonaría nunca.
Me levanta cogiendo en brazos a Paula, sin despertarla, llevándola a la habitación, era la primera noche que dormíamos en la casa de mi madre, y no quería dormir sola, aunque como pude abrir mi cama y la acoste con el mismo cuidado que si fuese un bebé de apenas día de recien nacido, para luego taparla, dejándole un beso en su cabeza.No podía dejar de mirarla mientras me cambiaba de ropa, por una más cómoda para dormir,y me acosté junto a ella, abrazando la contra mi pecho sintiendo su calor.
Lo único que tenía claro era que todo lo que hiciera en la vida, lo haría por ella, solo por ella.
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Rompiendo Los Esquemas
RomanceNunca habría imaginado que un atraco a mano armada en el interior de la Fábrica de moneda y timbre me hubiese podido cambiar tanto la vida. ~SerQuel~