Los días pasaron, y a medida que avanzaba hacia el sur, fui comprendiendo, aún más, a las quimeras. Eran inteligentes, tanto como un niño, estaban cubiertos de una piel grisácea, se erguían en dos patas (no completamente), y sus rostros, bueno, sus rostros variaba, sin ningún patrón definido. A veces tenían el hocico de un perro o el de un cerdo, o cualquier otro animal, incluyendo al hombre, un rostro humano sin nariz o labios, y con profundas cuencas en los ojos.
Estos últimos eran los más inteligentes, llegando incluso a hablar en un lenguaje primitivo, y en cierto modo eran los más parecidos a los Inmortales. Se hacían llamar Ladaim.
Sin embargo no eran las únicas bestias que habitaban en el sur. A los Araq, el nombre que sus creadores les habían dado y que más tarde descubriría, no podía controlarlos como a las ratas, ni adormecerlos como a las quimeras.
Entonces comprendí que no tenían vida, solo eran cáscaras de metal, en forma de arañas gigantes, equipados con armas de fuego que en ese momento yo confundí con magia, como es habitual entre la ignorancia, como a menudo definen las personas mi habilidad con la flauta aunque sea solo hipnosis.
La primera vez que me tope con uno de estos espantosos bichos, casi muero. Y me salve únicamente por los Ladaim que como quimeras poseía una resistencia y una fuerza muy superior a la mía.
¿Por qué me ayudaron?, no sabría dar una respuesta, no ese preciso momento de la historia. Pero meses más tarde, mis dudas fueron despejadas, como sospecho que pasará con las vuestras a medida que avancen con la lectura.
Marchamos al sur, diez ladaim, una docena de ratas enjauladas y yo.
Ir más al sur, era sinónimo de encontrarse con más arañas metálicas, era sinónimo de encontrarse con una tierra desértica que carecía de bosques, ríos o valles, solo arena, lo cual obligaba a las quimeras a huir al norte.
No había esperanza para mi especie pero si tal vez para mi.
—Necesito que toques tu música —me dijo la primera vez que vi al líder que para mi sorpresa era una Inmortal. Su piel brillaba como la plata, un brillo que los Ladaim no poseían. Mas no era la única diferencia. Ella era hermosa, como las princesas de los cuentos.
Su plan era infiltrarse en un campamento que usaban las arañas para repararse, y robar una estrella, un barco que volaba por el aire. Me explico que necesitamos huir antes que el hambre y la sed nos matarán.
Y eso hicimos. Los ladaim atacaron el campamento de frente, creando una distracción, mientras mis ratas se infiltraron en el campamento, con la orden de morder todo los cables que encontraran. Supongo que funcionó tal como había planeado, pues a los pocos minutos, los únicos que atacaban eran las arañas, mientras las defensas del campamento se sumergieron en un sueño profundo.
Ese día descubrí que la tierra era redonda, y el concepto del espacio exterior.
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El flautista
Science-FictionLa verdadera historia del flautista de HamelÍn. La portada fue realizada por mi gran amiga @Nina_Dumont