CAPÍTULO 21

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Aun no podía creerlo. Matías me había etiquetado en la foto de nuestras pulseras, después de todo, al parecer estaba un poco arrepentido por lo que había pasado en el club. El problema radicaba en mi reacción... ¿Qué debía hacer? Por una parte quería llorar de felicidad, ya que estaba vivo, estaba bien y en cierta forma no quería perder el contacto conmigo, pero por otra parte, solo quería golpearlo y destrozar su cara perfecta. Golpearlo por haber bailado sexualmente con Gustavo, golpearlo por desaparecer del mundo sin dar señales de vida y obviamente, golpearlo por hacer que lo quisiera tanto. Respiré tranquilamente y dejé que mi lado consciente invadiera cada una de las células de mi cuerpo, por lo que decidí actuar de la mejor manera que era posible. No hice nada.

Apreté el botón de "Me Gusta" en la fotografía y esperé, ya que sabía lo que venía a continuación. Una ventana de conversación de Facebook se abrió.

-¡Ta-tan!- dije en un susurro. Era un "sorpresa" para nada sorpresiva.

Matías:
-hola
Cómo estás?

Christopher:
-estoy vivo
Y tú?

Matías:
-estás enojado, cierto?

-¿Qué crees tú?, imbécil

Christopher:
-no! Por qué debería estarlo??

Matías:
-por lo del club
Parecías afectado

Christopher:
-Gustavo era muy importante para mí
Y lo sabías
Solo me sorprendí

Matías:
Chris, Tavo estaba completamente borracho

-así que le tienes sobrenombre- dije como si Matías fuera capaz de escucharme a través del otro lado de la pantalla.

Christopher:
-no tienes por qué
Darme explicaciones
Solo somos amigos
Podemos hacer lo que queramos

Matías:
-tienes toda la razón
Podemos hacer lo que queramos...
Y yo quiero salir contigo
AHORA

Quedé sin respiración y podría jurar que mi pulso se detuvo por uno segundos eternos. Miré la hora en mi laptop y era temprano, el sol aún alumbraba mucho afuera.

Christopher:
-es muy tarde ya

-Christopher, eres un idiota.

Matías:
-yo te voy a dejar a tu casa después
No te preocupes

Christopher:
-ok
Donde nos juntamos?

Matías:
-en el lugar de siempre
En media hora
Nos vemos

Y su puntito verde del chat desapareció, como por arte de magia. Y ahí estaba yo. Con una lucha interna de no saber si amar u odiar a ese ser tan cambiante que me mareaba... el problema era que amaba esa sensación. De un salto, caí en la cuenta de que tenía cerca de quince minutos para arreglarme y quince para llegar al puesto de helados, que era el lugar donde siempre nos reuníamos. Corrí apresuradamente hacia el baño, arreglé mi pelo, cepillé mis dientes y me puse perfume. De mi armario saqué mi abrigo, uno café oscuro, bajé rápidamente las escaleras. Encontré a mi Nani en la cocina, a la cual no escuché llegar.

-¿A dónde vas?- me preguntó con curiosidad. Mi cabeza era un lío, pero intenté parecer y sonar lo más tranquilo posible.

-debo reunirme con mis compañeros urgentemente, es un trabajo que se nos olvidó-. Mi voz de preocupación sonó demasiado real, lo cual al parecer, convenció más a mi Nani.

-okay, cielo, pero no llegues muy tarde- se acercó a mí y me abrazó. Tomé las llaves de la casa de uno de los muebles de la cocina y salí al exterior. Mientras me ponía el abrigo, pensaba en lo fácil que me había resultado mentirle a mi Nani.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora