¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
era un chico raro, como si no tuviera amigos, sentado en las últimas sillas que teníamos en el salón, pintando una gallina, que le había entregado nuestra profesora, de rojo, porque no tenía otro color. fruncí el ceño, no sabía si no era capaz de mirar a sus alrededores, o estaba muy concentrado con su obra de arte, pero la caja de crayones se encontraba en el suelo, a unos pocos centímetros de él.
—oye, ciego.
sus ojos impactaron contra los míos, los golpeó con sus bonitos iris de color castaño, similar a una prohibida taza de café que no me dejaban tomar en la noche, por miedo a que me quedara despierto deambulando por mi casa.
—tienes que mirar bien, tus lápices están allí.
mi dedo índice, tembloroso, apuntó a las suelas de sus zapatos, viendo como su rostro, intrigado, se dirigía hacia allí. sonrió, golpeándose un poco su cabeza, y recogió aquel objeto para terminar de pintar su dibujo.
—gracias.
y cuando aquellas comisuras se elevaron hacia mi, sentí que mi corazoncito comenzó a molestarme en el pecho, quería salir a pasear, lo sabía por los golpes tan rápidos que me estaba dando.
sentí mis mejillas arder, llevé mis manos a estas para ocultarlas.
la sonrisa de raúl es bonita.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
