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mis piernas se cruzaron entre ellas mientras mis ojos no podían desviarse de sus movimientos, parecía un profesional, y digo parecía, porque no lo era.
sus pasos eran atléticos, pero falsos, sólo los hacía para impresionar a alguien, pero no sabía a quién con exactitud, ya que la profesora de educación física se había ido de la cancha hace media hora, y nadie habitaba en esta.
corría como si fuese un guepardo segundos después de escapar de su jaula, pero apenas podía llegar a tocar la pelota de fútbol, y cuando lo hacía, se tropezaba con esta o la pateaba hacia uno de los palos del arco, como lo hizo esta vez, haciéndola rebotar con tanta fuerza, que terminó por caerse en un pequeño árbol.
se acercó a la planta que tenía su balón, estirando su bracito para poder llegar a agarrar este y volver fingir que jugaba bien, pero cuando rozaba las yemas de sus dedos con la tela de este primero, terminaba por cansarse de la fuerza que le propinaba a sus pies hechos puntillas.
raúl necesitaba mi ayuda.
me levanté de mi escondite y partí corriendo hacia el molestoso árbol que no le quería devolver la pelota al pelinegro, no iba a permitir que nadie se interpusiese entre mis vistas hermosas que implicaban al chico divertirse con un deporte tan banal.
y menos algo que no se podía mover, yo tenía varios puntos a favor para ganarle a aquel villano.
estiré mis brazos hacia las ramas enredadas que tenía el tronco y alcancé la pelota casi al segundo, tomándola entre mis dedos y resguardándola en mi pecho, con una sonrisa orgullosa en mi interior.
la había salvado, un punto para willy.
el chico, luego de unos segundos, estiró sus manos para que le pasase su objeto, yo, cuando mis ojos conectaron con los suyos, sentí que mi panza comenzó a hormiguear.
creo que tengo hambre.
—eres un enano.
empuñó sus manos y me miró con la mirada afilada luego de decirle aquel apodo, yo me limité a reír y le lancé el balón hacia la enorme cancha en la cual estaba jugando, para que fuera corriendo hacia ella.
raúl siempre me sacaba una risa.
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