En la escuela siempre veía que algunos alumnos compraban sus calificaciones; ellos les entregaban una cantidad de dinero a los maestros y éstos les ponían una nota alta.
Yo nunca llegué a hacerlo aunque a veces lo necesitara, para mí sería fácil ya que podía poner cualquier excusa para que papá me diera más dinero del necesario y entregárselo a los maestros para que me subieran esos 7 que sacaba.
Ahora estaba haciendo algo parecido, pero por otra razón.
—¿Sabes que si tu papá se entera de esto nos cuelga, verdad?
Miré a Alan.
—Sí, pero no se va a enterar.
—Eso está muy lejos, ¿segura de que quieres ir? —pregunta Tobby.
—Sí, tengo que verlo por mis propios ojos; si no, no me quedaré tranquila— le respondí.
—Ojalá no se haya enterado lo de su despacho... Porque si no iremos a parar a un instituto militar —dice Alan con miedo.
—¿Quieres callarte? Me desconcentras—dijo Tobby después de haber controlado el auto, ya que se había desestabilizado.
—Te dije que yo manejaba.
—Tal vez si tuvieras tu licencia intacta y no en la basura por haberla tirado al agua, te lo dejaría.
Alan lo miró mal.
—Cállate, además, fue tu culpa.
—¿Mi culpa? ¿Yo te dije que bebieras tanto?
—¡Tú eras el encargado de llevarnos a casa y terminamos en una abandonada! ¿Porqué terminamos en una casa abandonada? —pregunta Alan confundido.
—Porque ustedes, idiotas, estaban a punto de vomitarse en mi auto.
—¡Ah! ¿O sea qué...
—¿Qué les parece si discuten otro día lo que sucedió en su borrachera después? ¡Necesito llegar rápido! ¡Tú conduce o no te pagaremos nada! — digo eso último a Tobby. Los dos me observan por unos segundos.
—Ya cásate— mencionan los dos al unísono.
—Una más y los dejo aquí— amenacé a los dos pero lo único que hicieron fue reírse de mí.
—Me raparía el cabello por verte manejando. —dice Alan. —Seria un desastre.
—Yo haría lo que fuera, menos algo relacionado con mi auto, claro— Tobby le sigue la corriente— ¿Te imaginas cuando se quiera estacionar?
Los dos lanzan una carcajada.
—Me imagino que será como el comercial ese del señor que choca con la cosa esa del agua.
—A-pú-ra-te— le digo.
Se siguen burlando de mí en el camino, pero por suerte llegamos en no más de 10 minutos.
—Supongo que aquí es. —menciona Tobby estacionando el auto.
Miré los alrededores de la casa, había un patio muy grande con jardineras, árboles y bastantes tipos de flores... Lo que me sorprendió es que había juegos como columpios, resbaladillas y otras cosas. O a decir verdad, no tanto porque mamá ya me lo había dicho, pero claro, una cosa es escucharle y otra verlo.
—¿Segura que quieres ir sola? —me pregunta Alan— Puedo acompañarte.
—No, iré sola.
Abro la puerta y bajo del auto.
—Entonces aquí te esperamos. —habla Tobby.
—Oye— me habla Alan— No dejes tu celular en el auto, llévalo contigo— reprende dándome mi celular.