Nadie está preparado para la muerte

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Desde que inició la cuarentena en mi país Ecuador, nos preparábamos para 15 días de aparente calma, ya que se suponía que lo más difícil era quedarse en casa para salvaguardar nuestra vida y la de nuestras familias.

Pero la exigencia gubernamental olvidaba un pequeño detalle de forma, que era que más del 50% de la población, trabaja como independiente y debe trabajar en la calle, todos los días para traer el pan a su mesa.

Sin ayuda del gobierno, era una encrucijada difícil de cumplir, o salias a trabajar y te morías o te quedabas en casa y veías morir de hambre a tus hijos.

Lastimosamente la enfermedad atacaba al que tenía enfermedades preexistentes o las defensas bajas y se llevaba a cualquier miembro de la familia.

Por otro lado, el clima no ayuda mucho, lluvia y calor, mal par para atraer todo tipo de enfermedades, desde gripe hasta dengue, cuyos síntomas se confunden con el Coronavirus.

Así que habemos más de uno que tose o estornuda sin tener los demás síntomas.

Mi familia nos ha obligado a utilizar mascarilla, guantes y vitaminas, gárgaras de limón o sal, té con jengibre, para elevar nuestras defensas y evitar contraer la mortal enfermedad.

Sufro de crisis emocional cada vez que escucho noticias sobre la pandemia o veo noticias de la cantidad de seres humanos que han sucumbido a esta rara enfermedad.

Más cuando la muerte ronda mi grupo de vecinos o amigos.

Esta semana que aun no termina, y en plena celebración de la Semana Santa, se han ido dos personas de la tercera edad.

Ambos vecinos cercanos a mi.

Doña Carmita, tenia como 7 años viviendo a lado de mi casa, ya era mayor, presumo 80 años, casi nunca se la veía fuera de su casa.

Apenas la trate, pero siempre fue atenta y muy amable conmigo y mi familia. Pero su partida dejó a su amado esposo muy triste.

Lo he oído llorar en las madrugadas, por las pequeñas ventanas que hay en su casa y que colindan con la mía.

No les voy a negar que me aterra que, de la pena se quite la vida.

Es triste la muerte, pero de esta experiencia me quedo un mal sabor de boca, ya que por la pandemia, los cadáveres se retiran bien por los polícias o por los bomberos.

Pero nos toco ver a los policías, fatal experiencia que no espero repetir.

Llegaron a las 10 pm, eran 5 hombres. Tomaron los datos de la señora y procedieron a colocar un traje especial sobre sus ropas, con mascarilla, capucha y guantes.

Sacaron a mi vecina entre 4, en una bolsa negra y la aventaron como si fuera un costal de papas dentro de un camión.

Y así como se vistieron, se desistieron. Luego pedían gasolina, ya que ahí en plena calle, en donde transitaban trailers enormes querían quemar esas ropas, disque para evitar el contagio.

Yo entiendo su preocupación, pero en detalle eran los carros estacionados, los trailers que pasaban y una bodega de gas licuado con 100 tanques.

¡Peligroso! – así es – pero ellos no entendían nada o mejor dicho poco les importaba.

E igual se salieron con la suya, pero tuvieron que utilizar una rama de árbol y alcohol para quemarlos. Fue apenas una diminuta fogata, y gracias a Dios, no llegó a mayores.

Ayer fue otro día triste, de la noche a la mañana se enfermó el dueño de casa, sin mejoría aparente, luego de dos días murió, dejando un huevo de dolor muy grande en los corazones de sus sobrinos que lo lloraban suplicante para que no dejara este mundo.

Cuántos recuerdos, era un señor alegre, pero que debido a sus extremos enfermo de diabetes desde muy joven.

Vivía acompañado de enfermeras que lo cuidaban en horarios establecidos.

Su hermana mayor lo visitaba regularmente y le enviaba la comida todos los días.

Cómo voy a extrañar la música alegre todas las tardes, verlo sentado en el hall de su casa con un pequeño parlante cilíndrico.

Y sobretodo las galletitas que solía regalarnos a mi y a mi hija. Recuerdos que llegan a mi mente, ya que desde hace más de un año que tenía una dieta restringida.

Sus sobrinos querían alargar lo que más se pudiera su vida, pero él ya no quiso más.

Estaba depresivo, angustiado y al parecer la partida de la vecina lo sumergió en una gran depresión, acompañada de ahogos y tos, que lo llevaron a cerrar sus ojos ayer a las 12 pm.

El día está bonito, cantan los pajaritos, pero yo me siento triste y vacía.

Espero de todo corazón que nadie viva lo que yo.

Escribo estas pocas líneas para desahogarme y dejar ir la pequeña depresión que alberga mi corazón desde ayer.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora