Una noche con el escort alfa

Deseos

La puerta se abrió de golpe. Dos hombres, excitados más allá de las palabras, se tambalearon dentro con sus bocas unidas. El deseo se había despertado por la penetrante esencia de ambos.

Nunca, ni en sus sueños más salvajes, Arthit habría pensado que esto le sucedería, pero sucedió.

Empujó a Kongpob contra la pared y le sacó la camisa sobre la cabeza. Kongpob estaba jadeando cuando también quiso desvestir al otro y casi arrancó la camisa de Arthit cuando esta no cooperó.

—Ah... dios... —gimió cuando Arthit desabrochó sus pantalones y los bajó.

Lo siguiente fue su ropa interior, ya empapada de fluidos.

Mientras que Arthit lamía los fluidos que resbalaban por la cara interna de los muslos de Kongpob, él se sacó sus propios pantalones.

—Ahh... —Kongpob exhaló pesado cuando una lengua húmeda se acercó tanto a donde la quería.

Arthit se levantó y tomó fuertemente el trasero del omega, estrujando los firmes glúteos. Atrajo la entrepierna de Kongpob hacia la suya. Erección contra erección.

Quería enterrar su pene dentro de esa cavidad apretada en ese mismo instante, pero sabía que primero necesitaba protección así que alzó a Kongpob y caminó hacia la cama.

Recostó a Kongpob y caminó a la mesita de noche. Dentro de pocos segundos, colocó la cubierta de látex en su gran y duro pene.

No habría más interrupciones a partir de ahora.

—Oh... Arthit... —Gimió Kongpob cuando el alfa separó sus piernas temblorosas y tiraba más de él hasta que su boca estuvo tocando la palpitante entrada del omega.

—Sabes tan bien... —dijo Arthit antes de tomar otro chorro de fluido que salió a borbotones entre las suaves arrugas.

Esto era lo mejor. Si había algo que podía excitar a un alfa, era esto. Este dulce néctar. Y ahora, manaba del hombre que amaba, lo hacía saber mucho mejor y más precioso.

—¡Ahhh...! ¡¡Hahhh...!!

Kongpob nunca había experimentado eso. Una lengua se movía por su sensible cavidad, lo cual lo hizo temblar. Se sentía en el límite y delirante por cómo se movía, en círculos.

—Arthit... No sé...

No sé cuánto pueda aguantar, eso lo que quería decir, pero ni siquiera podía pronunciar las palabras. Su cerebro ya no podía conectar oraciones coherentes cuando sintió el músculo húmedo y tibio entrando en él.

—Yo... ¡ahhh...! ¡A-Arthit! —Gimoteó.

Mientras la lengua se movía en su cavidad caliente, la excitación se removía en el huracán de deseo que se estaba formando en su estómago.

Había alcanzado su límite y se había corrido sin ningún toque en su hombría.

—¡¡¡H-Hahhhh.... Ahhh...!!! —Gimió entre jadeos, casi ahogándose con sus propios gimoteos.

Vio estrellas cuando de su pene se dispararon al aire blancos chorros de semen. Se sintió como si hubiera explotado en mil pedazos bajo el hábil toque del alfa.

Su orgasmo duró al menos medio minuto y, después de eso, lentamente recuperó la consciencia.

Arthit limpió su boca con las sábanas porque esta escurría con fluidos.

Se movió hacia arriba y se acostó junto a Kongpob, trayendo al hombre hacia su abrazo. Pudo esperar un momento, aunque fue difícil. Nunca en su vida se había sentido más caliente que en ese momento.